Si fuera fácil | Muke

185 25 6
                                    

Caminaba por las calles sin rumbo fijo, los últimos tres días habían sido así, salía de su apartamento, caminaba, admiraba la vida de alguna persona y después regresaba a dormir junto a su pareja, se suponía que debía ser una rutina diferente, como estar con ella y salir, hablar, reír, hacerse mimos, o lo que fuera, pero ya no era así.

Michael se preguntaba que es lo que estaba pasando, ¿Por qué tenía esa necesidad de estar en otros sitios? Era quizás esa curiosidad de revivir sus dos años anteriores cuando salía con libertad, cuando nadie le insistía demasiado para darle explicaciones.

Y es que Michael creía amar a la persona que tenía a su lado, porque ella le había brindado apoyo, lo había hecho salir de aquel problema, ella lo había hecho un hombre mejor. Y ahora Michael tenía un pensamiento cruel, algo que no se atrevería a admitir en voz alta, al menos no a un conocido o a ella misma, quizá podría conseguirse a un amigo, necesitaba a alguien que lo escuchara.

Así que cambió su rutina, aquella vez decidió entrar a un local, lo eligió al azar y no sé arrepintió. Era una tienda de antigüedades, demasiadas baratijas que no tenían dueño y que probablemente valían una fortuna. Michael caminó entre algunos estantes, viendo las curiosidades de los objetos, desde algunas casitas para muñecas, hasta relojes de mesa.

El lugar tenía ese olor a madera húmeda que le recordaba a Michael la época que vivió con sus abuelos, así que agradeció estar ahí.

Vio un pequeño jarrón de porcelana pintado de lila con algunas flores de adorno, Michael lo tomó entre sus manos y lo inspeccionó, entonces decidió comprarlo. Se acercó hasta el mostrador, pero no había nadie.

—¿Hola?— preguntó con la esperanza de que alguien saliera de la puerta blanca que se veía muy cerca de ahí. Sin embargo solo se escuchó un golpe algo fuerte, Michael notó que él mueble se había movido, un chico rubio se puso de pie con una mano en la cabeza.

—Uh... ¿En qué le puedo ayudar?— aquel hombre tenía una mueca de dolor, pero aún así no perdió esa amabilidad en su tono de voz.

—Deseo comprar esto— contestó con una sonrisa—, ¿te encuentras bien?

—¿Que? Oh... Sí, todo bien, fue un golpe pequeño.— El chico tomó el jarrón y verificó en la computadora el precio—. Son dos dólares.

Michel sacó el dinero y se lo entregó a Luke, porque hasta ese momento se dio cuenta del nombre que estaba pegado sobre la rara playera que llevaba puesta, tuvo tiempo también de inspeccionar el resto de la ropa de Luke.

—Gracias por su compra— sonrió gentilmente, Michael hubiera creído que aquella sonrisa sería ensayada, pero era muy natural, como si Luke estuviera hecho para atender aquella tienda.

—Si— miró su jarrón y estaba dispuesto a irse, pero se detuvo en la puerta, dio la vuelta repentinamente—. ¿Te gustaría ir a comer?

—Oh... ¿Que?— Luke estaba perplejo.

—Lo lamento, fue inesperado, lo diré de nuevo— Michael tenía rubor en todo su rostro e incluso en sus orejas—. Soy muy nuevo aquí y sería genial tener un amigo.

—¡Ah, está bien!— Luke sonrió mostrando sus dientes blancos, Michael notó como los ojos de Luke se cerraban ligeramente—. En una hora, ¿te parece?

—Si... Es genial.

—Nos vemos en el local de enfrente.

Michael asintió y sonrió, salió del local y regresó a su departamento, dejó el pequeño jarrón sobre la encimera y buscó por todo su guardaropa una playera adecuada, ni tan casual, pero tampoco muy elegante, se decidió por una azul celeste. Se echó un poco de perfume y salió, sin darse cuenta de que su bella amada lloraba en el baño sin consuelo.

O. S CASHTON Y MUKEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora