Un mensaje, de un número que no tenía registrado, con el número de una canción, canción que estaba en el IPad, tal y como Brad lo hacía.
—¿Estás bien?— escucho a Caleb murmurar.
Mis ojos estaban abiertos como platos, con una mano en los audífonos que acababa de ocupar para oír aquella canción, jodida canción.
—¿Emma?
Una lágrima de sorpresa que se encontraba sobre mi mejilla fue limpiada por mi mano.
—Sí...— asiento con la cabeza y giro a verlo.— todo bien.
—¿Necesitas algo?
Me levanto del suelo y niego con la cabeza para aproximarme de nueva cuenta hacia la cama, con el celular en la mano.
—Necesito que me abraces, sólo eso.
Entro al edredón y vuelvo a acostarme en su pecho, con la mente más despierta que antes, con las ganas de dormir pérdidas, con un sinfín de preguntas.
¿Quién era? ¿Quién era quien me había enviado ese mensaje? ¿Por qué? ¿A caso era una broma? Recuerdo haber marcado a ese número el día siguiente, y el siguiente y el siguiente, pero me marcaba como inexistente, cosa que si lo pensamos demasiado no tiene tanta lógica.
Obviamente no pude quedarme tranquila, así que le conté a Cameron y se sorprendió al principio, pero no demasiado después, pues me dijo que existía una manera de programar los mensajes para que fueran enviados en una fecha y hora exacta, cosa que me parecía lógica, pues la tecnología hoy en día no deja de mejorar, aunque... ¿por qué? Brad sabía que yo iba a estar mal y que sus mensajes no me iban a ayudar de nada, ¿por qué lo hizo? Sus canciones no me hacían sentir mejor, no me hacían olvidarlo.Por varias semanas dormía después de las tres de la mañana, pues por una tonta razón esperaba que algún mensaje llegara a mi buzón con el número de una nueva canción, pero eso jamás pasó, cosa que me ayudó mucho. Pues me estaba engañando creyendo que más mensajes así llegarían, y lo mejor que pude hacer fue cambiar de celular, de número, de redes sociales, de todo. Si a él se le había ocurrido enviarme una canción el día de mi boda, esa jamás iba a llegar.
Una noche, sola en casa y con Buddy de compañía me senté en mi cama, abrí mi computador y borré absolutamente todo lo que tuviera que ver con Brad, cualquier cosa en donde estuviera su cara, su nombre, o cualquier sentimiento de mi hacia él, tuve el valor de hacerlo, de no tener ni un jodido recuerdo se él, de su cara, más que el IPad, que segura estaba, iba a permanecer en mi cajón por muchísimos meses, sin que yo lo tocara siquiera.
Mis padres me ayudaron con todo, me ayudaron con todo lo que yo necesitara, y es que aunque lo dudé, ellos lo hicieron, cosa que aproveché con todas mis fuerzas para que ellos no volvieran a sentirse decepcionados de mi, hice todo lo que estuviera en mis manos para cambiar, para cambiar mi manera de pensar, de comportarme y de sentirme. Mis padres me habían dado una segunda oportunidad, y aunque no fue absolutamente nada fácil, logré que ellos se sintieran orgullosos de lo que había logrado, de mi cambio y de que lo que había sucedido el año pasado para mi sólo había sido una mala etapa que no iba a recordar y la cual no iba a repetirse.
Fui a terapia, a un psicólogo al que hoy le agradezco todo lo que soy, y es que ese hombre fue mi diario, todos los fines de semana él sabía lo que había pasado, yo le contaba como me sentía, y qué era lo que quería cambiar, él me ayudaba a hacerlo y no se rendía hasta que no lo lograba, mi psicólogo, Diego, sabe absolutamente todo de mi vida, quizá un poco más que mi familia e incluso más que yo.
La falta de droga también fue un problema nada fácil de resolver, mi cuerpo me gritaba que la necesitaba, que tenía que conseguir aunque fuese un poco, y eso yo no podía controlarlo.
Estuve internada voluntariamente en un centro de rehabilitación, cosa que me ayudó mucho, me enseñó lo bonita que la vida era y lo valioso y hermoso que era nuestro cuerpo, los dos meses que estuve ahí me sirvieron para pensar, para poder respirar, para llorar todo lo que aún me quedaba dentro, para gritar y maldecir a todo a quien yo quisiera, después de dos mesea, una Emma nueva salió, una chica fuerte y la cual ya no le temía a nada, la cual estaba dispuesta enfrentar lo que fuera, y es que yo estaba completamente segura de que nada iba a cambiarme de nuevo.
Gané kilos de nuevo, regresé a mi cuerpo de antes, e incluso iba al gimnasio con Noah, quien me había motivado para hacerlo.
Entré a la universidad recién salí del centro de rehabilitación, había pasado muchísimo desde la última vez que pise la universidad, y hablando con la directora llegamos al acuerdo de que no iba a perder un año de universidad, ella no quería que yo lo repitiera, así que iba a ir al corriente siempre y cuando las tareas, apuntes y trabajos diarios que ella me enviara a mi correo yo las hiciera, y acepté sin pensarlo, y es que ella tenía razón, yo no quería repetir un año, y eso realmente me costó, durante un año no tuve tiempo de salir, ni de ir al parque, al cine o a comer un helado, todo ese año me la pasé encerrada en mi casa, y es que aunque haya sido un año realmente duro, valió la pena cada segundo de este.
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BRAD ©
Storie d'amoreLa vida tiene un destino, un destino marcado, claro y preciso, un destino que en ningun momento y por ninguna cosa, cambiará. El destino siempre va a ser el mismo, así creas lo contrario, así la vida te haga creer lo contrario lo que está al final d...