Pía|
Tuve que salir de ahí, necesitaba hablar con Sergio, ya había tomado una decisión y después de todo lo que había pasado había decidido estar con Damián y que Sergio me apoyara en mi decisión era una prioridad, tanto por estar tranquila con mi familia como con todo. Llame a un taxi y le di la dirección, me llevo a casa y al entrar respire hondo. Iba tan tranquila y tan en mi pensamiento de lo que le iba a decir a Sergio que al ver quien estaba me quede paralizada de la impresión.
—¿Qué haces tú aquí?
—Vengo con Sergio, me pidió que lo esperara, creo que necesita urgentemente hablar contigo Pía, creo que es algo que te va a hacer muy feliz, como lo estoy yo.
—¿Estas feliz Isabel?
—¿Te digo la verdad? —yo le asentí—. Estoy muy contenta, Sergio es detallista, es amoroso, es un amante..., —dijo y se cayó.
—Lo se te entiendo —yo sonreí—,creo que a pesar de todo, esto deja mi situación un poco más fácil.
—¿Tu situación? —un "Pía" se escuchó al fondo, era Sergio, yo me despedí de Isabel y le di las gracias sin que ella entendiera mucho, al final fui a hablar con él.
—Creo que ya te enteraste de lo que paso ¿no es cierto?
—Si, y aunque te suene mal me alegra por ti, además que en este momento pone las cosas más balanceadas.
—¿Balanceadas? —yo lo miré—. Pasa algo aquí de lo que no me he enterado.
—¿Siéntate si? Hay cosas de tu suegrita que necesitas saber y en las cuales necesito que me apoyes —Sergio lo hizo me escuchó detenidamente, le conté sobre todo lo que había pasado en la semana, Sergio me daba la mano y me hacía sentir un poco mejor, cuando me callé para pensar en si le decía del bebé, otra vez no logre decir nada—. ¿Qué quieres qué?
—Si Pía, mira no te voy a negar, aun te quiero, pero es un cariño especial, que toda la vida tendré, pero esta semana que estuve con Isabel, Pía, quiero intentar algo con ella, pero para esto quiero estar libre, y supongo que tú también con Damián ¿no?
Yo lo miré, comenzaba a llorar, pero eran lágrimas de felicidad.
—Sí, sí quiero..., Sergio yo no sé cómo decirlo, pero me alegra verte así y feliz, me alegra, pero por favor ayudame con mi madre.
—Claro, claro, tú siempre podrás contar conmigo, y el sábado en la fiesta hablaremos con ella, tú tienes el derecho de ser feliz, y no significa que seas mala hija.
Escuchar eso me puso feliz, le di un abrazo, necesitaba esas palabras para sentir que todo iba a estar bien, Isabel entró a la habitación y Sergio la tomó por la cintura, yo le dije que me alegraba verlos juntos, ella dijo que ya sospechaba lo de Damián y yo, ya que sin querer escuchó la plática así que le quedó claro, yo le pedí perdón, pero ella me dijo que no hacía falta, que gracias a eso ella conoció a Sergio y que aunque las circunstancias fueron extrañas, terminaron uniendo a las personas adecuadas. Sergio tomó algunas cosas y dijo que iría al departamento de Isabel, así yo lograría pensar mejor, analizar todo. Y si me hizo bien, pasé una noche tranquila, mucho más que las anteriores.
Damián|
Aquella noche sentí algo extraño, rodé por la cama una y otra vez tratando de conciliar el sueño, no tuve mejor opción que terminar de hablar y mandar correos para que todo saliera bien con los siguientes proveedores, pero las dudas me tenían demasiado estresado, Pía quería decirme algo que no se si por las llamadas que ambos recibimos o por no tener la fuerza para hacerlo. ¿Sera que sus padres seguían en la misma actitud de hacerla sentir mal? Pase casi toda la noche en vela, y lo poco que pude dormir solo soñaba pesadillas, me paré y fui a tomar un poco de café, le di varias vueltas a la casa pensando en lo que me aquejaba, Pía estaba luchando por mí, en estos momentos estaba entre la espada y la pared, entre su familia y yo, y creo que me tocaba compensar un poco, o más bien ayudarla, a eso de las 9 de la mañana hablé a la oficina y le dije a Lucia que tenía que ir con un proveedor y me iba a tardar, cualquier pendiente me lo dejara en mi oficina. Me vestí y tomé un último sorbo al café y fui con rumbo a casa de la mamá de Pía.
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Juego de Pasión ||COMPLETA||
RomanceEn el tranquilo vecindario de Pía, las casas parecían contar historias silenciosas de vidas aparentemente perfectas. Calles arboladas y sonrisas forzadas se deslizaban por las calles como sombras de una realidad que solo se mostraba en la superficie...