Pía.
La playa está sola, y además estamos en un área un tanto reservada o más bien privada, así que no me dio tanta pena que comenzáramos con el acto sexual.
Me puse sobre de él y comencé a besarlo, el correspondía a esos besos y me comenzaba a acariciar, bajó lentamente hasta mis glúteos y me dio un apretón, yo me pegue más a él y comencé a besarle el cuello, los hombros, el me detuvo y me dio una vuelta, quede a su merced, hice las manos a un lado para que diera paso a lo que quisiera hacer conmigo, solo le sonreí y el entendió.
Damián.
Me está permitiendo hacer lo que yo quiera, tengo a esta mujer a mi poder, y lo que quería esta noche es que no la olvidara, que gimiera como nunca y que no olvide mis besos y caricias. Ella bajó los brazos y yo comencé a besar su cuello, ese cuello que me volvía loco, bajé lentamente a sus pechos que al bajar su vestido y su bikini se comenzaron a excitar al contacto de mi piel, junté nuestras manos y con la lengua empecé a estimular sus pezones, Pía comenzaba a disfrutarlo, sus gemidos me hacían descubrirlo, dejé una de sus manos y empecé a tocar su otro seno, la cara de Pía era inigualable, me hacía comenzar a disfrutarlo más, mucho más.
Con mi otra mano rápido terminé de bajarle su vestido, me hice espacio por su braguita, empecé a abrirme paso por su intimidad, sin dejar de lamer sus pechos, los gemidos se hacían cada vez más presentes y más constantes, comenzaba a excitarme con eso, y su clítoris me dejaba hacer lo que quería.
Pía.
Damián me estaba haciendo disfrutar aquello, sentí llegar al orgasmo, sus manos eran mágicas, pero ahora quería ser yo la que lo hiciera disfrutar a él.
Cuando menos lo esperó le di otra vuelta, la arena hacía que la piel tuviera parte importante en el acto, nos daba cierta sensación, de contacto especial, además sentía su piel erizada, ahora él solo se dedicó a besarme y dejó sus manos libres, Damián todavía tenía un poco de ropa, su camisa todavía no se la quitaba así que lo hice y la aventé y los pantaloncillos que llevaba ya me dejaban descubrir su excitación, que aunque no era la que conocía ya se sentía.
Metí mi mano para comenzar a bajar su pantalón pero decidí mejor comenzar a estimular su miembro. Instantáneamente reaccionó a mis caricias, viendo eso seguí haciendo esos movimientos, con la otra lo acariciaba por la espalda, mientras yo estaba provocando su pene y Damián no dejaba de besarme. Bajé mi mano un poco más y con la pierna me ayudé a terminar de bajar sus pantalones, subí mi mano rápida y seguí jugando un poco con su miembro, el cual ya notaba que estaba más duro y más erecto, mis pechos estaban junto a su torso, el me apretó un poco y sentí algo raro, pero me gustaba, dejé su miembro y seguí acariciándolo, subiendo lentamente mis manos, su piel era tan suave, me encantaba, o más bien... ¿él me encantaba?
Damián
Me encantaba estar así con ella, ¿cómo es que podía disfrutar el sexo y llegar a todos esos orgasmos de todas esas noches solo con ella?
Hice un movimiento rápido y me senté, la tomé por la espalda y la atraje hacía mí, nuestras lenguas se volvieron a unir. Con el calor de la playa y el acto, nos bañamos en en sudor de una manera muy rápida. De nuevo comencé a bajar mis manos y los introduje en su sexo, sabía que le gustaba y necesitaba jugar con ella, hice ciertos movimientos, su vagina estaba en mi disposición, y comenzaba a estar muy lubricada, muy mojada solo para mí. Jugué con sus labios, con su clítoris, y los quejidos de ella no se hicieron esperar, quería y necesitaba llevarla al borde del orgasmo, pero Pía no me dejo terminar, saco mis dedos y tomo mi miembro, supuse lo que deseaba y no se lo iba a negar, me acerqué más a ella y lo introduje, los dos soltamos un quejido. Uno de placer, la seguí besando sus labios se han convertido en mi perdición, me hice para atrás y ella quedó de nuevo sobre mí, me regresó el beso y me esbozó una sonrisa pícara. Sabía que iba a hacer y la dejé hacer, me está montando y decir que no lo estoy disfrutando es una completa mentira.
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Juego de Pasión ||COMPLETA||
Roman d'amourEn el tranquilo vecindario de Pía, las casas parecían contar historias silenciosas de vidas aparentemente perfectas. Calles arboladas y sonrisas forzadas se deslizaban por las calles como sombras de una realidad que solo se mostraba en la superficie...