9 - Impetuoso cara a cara

119 12 85
                                    

—¿Seguro que estáis bien del todo?

—Sí, Jehanne –el padre Pasquerel sonrió mientras cogía el cuenco de leche que la guerrera le ofrecía.

El sacerdote se la bebió rápidamente y los dos salieron de la alcoba para unirse al Señor Boucher, de Rais y de Metz, que acaban su desayuno en aquel preciso momento.

—Pero, ¿seguro que podéis montar?

—Por supuesto. Hija, de verdad, fue solamente algo de la cena que me sentó mal, nada más.

Jehanne creyó al fin que su sacerdote personal estaba bien y se sentó junto a sus compañeros de armas justo en el momento en el que Jeanne entraba en el salón con una carta en la mano.

—Me han dicho que es urgente –dijo la dueña de la casa tendiéndosela a Gilles—. Gracias a Dios, el mensajero era francés.

—Al final mi visita a esta casa ha servido mucho más de lo que creía –comentó el caballero mientras rompía el lacre del sobre recién entregado—. ¡Ajá! Todo ha salido a las mil maravillas, compañeros. Dunois me explica que los soldados franceses que han llegado a Blois son miles, todos comprometidos con la causa armañac y el rey Charles.

—¿Cuándo llegarán? –preguntó Jehanne, agitada.

—Seguramente mañana por la noche o pasado mañana. Están ya de camino, pero aún hay algunos hombres rezagados que se unirán a la armada en los alrededores de Orleans.

Era lunes, dos de mayo de 1429, y aunque había estado lloviendo toda la noche y las nubes oscuras aún cubrían la ciudad, Jehanne, Gilles y de Metz, acompañados por el padre Pasquerel, se atrevieron, por orden de La Doncella, a inspeccionar el campo enemigo por el sur. Allí la muralla y el fuerte de Saint Antoine les separaba del puente que se dirigía a la bastilla de las Tourelles, la más grande, poderosa e importante y el fuerte de los Agustins. Estaba construida sobre una iglesia y servía de vía de escape para los ingleses en posible caso de ataque de aquel poderoso punto de resistencia del asedio.

Fueron a caballo, observando cada pisada en la hierba, cada muesca en la piedra y, sobre todo, intentando averiguar cómo avanzar en su ataque a aquellas dos construcciones impenetrables hasta ahora.

Con el río Loire entre unos y otros, el inglés tenía la bastilla de las Toureilles como punto de defensa más resistente, gracias a su situación dentro de la ciudad, dentro del río y dentro del puente.

Aun así, en caso de tener que huir rápidamente por un ataque más potente, podían escapar rápidamente al fuerte de los Agustins, donde resistir durante más tiempo o retirarse.

O si, por el contrario, eran atacados por éste último, las Toureilles era igual de seguro y estaba lleno de munición y hombres dispuestos a luchar.

En aquel punto, los franceses tenían el Boulevard de la Belle-Croix ayudado de cerca por el fuerte de Saint Antoine, donde una parte del río y el puente habían sido drenados y cubiertos con tierra, madera y heno, para que los dos bandos tuvieran a sus artilleros a cubierto al mismo tiempo que atacaban.

En ese paseo de la Belle-Croix era donde Jehanne y sus compañeros de armas estaban observando todo, tranquilos sobre sus caballos y con las manos siempre cerca de sus espadas en caso de ataque desprevenido.

Aquel era el único lugar de resistencia enteramente francés de toda Orleans. Pero estaba bajo la poderosa mole de las Toureilles y, por lo tanto, era un buen sitio para atacar, aunque muy desprotegidos.

Gilles de Rais le explicaba todo eso a Jehanne, después de que ella preguntara cómo funcionaba exactamente aquel punto clave de la ciudad sitiada.

—Ahora entiendo por qué no será tan rápido vencerles –comentó la joven, analizando y reflexionando lo que le explicaban y lo que veía—. Aun así, debemos intentar debilitar el resto de bastillas. De una en una, pero sin descanso.

Lluvias y flores sobre FranciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora