16 - Nobles y aliados

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Tan solo un día después de que Jehanne abandonara Tours, Yolande de Aragón se presentó en la ciudad más que interesada en los asuntos que debatían los consejeros de su yerno. No era fácil ponerse de acuerdo en un asunto tan delicado como el de la Doncella de Orleans y su misión divina, por eso la inteligente reina iba a dar su toque de sentido común como era habitual en ella.

—Dejad ya esas preguntas que por vuestra culpa no van a ningún lado—exclamó Yolande, ya bastante irritada ante la palabrería sin recursos de aquellos hombres—. Os preguntáis si La Doncella es realmente la enviada de los Cielos, cuál es su verdadera misión, por qué Dios la escogió a ella... Pero no hacéis más que cuestionar en lugar de buscar soluciones.

—¿Tenéis alguna solución al respecto, mi Soberana?— La Trémoille, su eterno rival, la desafió con una bien disimulada rabia.

—Por supuesto que sí. El teólogo de renombre, Jean Gerson, escribió hace dos días sobre este asunto. Hay grandes señales que nos muestran que La Doncella de verdad actúa por orden de Dios.

—Con todos mis respetos, Gerson ha estado dos años exiliado por asuntos políticos, mi Soberana—dijo otro de los consejeros del Delfín, escéptico de la misión de Jehanne.

—Gracias a esos asuntos, el rey Charles VI y su hermano tuvieron su venganza, señor mío. Y si vais a decir algo relacionado con su salud, os ahorraré la verborrea; sí, está gravemente enfermo, seguramente no llegue a ver el inicio del nuevo mes. Pero su cabeza está entera y sana.

Un silencio incómodo mantuvo la sala en calma durante unos largos segundos.

—La reina Yolande tiene razón.

—Yo también lo creo—las voces a favor de La Doncella iban en aumento—. Sin olvidar, además, que el pueblo y los soldados creen en ella como en ningún otro capitán de guerra.

—Y no debemos olvidar lo que dijo ayer el arzobispo de Embrun.

—¿Qué dijo, Monseñor Jacques?—preguntó la mujer—. Desconozco por completo esa conversación.

—Fue un escrito—explicó Regnault de Chartres, cada vez más de acuerdo con los partidarios de Jehanne y no con su gran colega La Trémoille—. Se unió a la causa de Jean Gerson, asegurando que debemos obedecer en todo a esa muchacha, porque haga lo que haga es voluntad de Dios. No hay otra explicación a todo lo que ha pasado en las últimas semanas: el coraje renacido de los soldados franceses, el terror de los enemigos, la pasión del pueblo hacia ella... Sin olvidar las pruebas a las que fue sometida en marzo y abril, todas superadas con la más inmensa pureza.

—Entonces—concluyó la reina—, no demos más vueltas a por qué es ella, y no los ángeles, la intermediaria entre Dios y Francia. Lo que debemos hacer es lo que esos dos hombres sabios han recomendado. Obedecer y seguir a Jehanne en todo, incluso cuando haya dudas. Porque Dios nos hará ver siempre la verdad, está de parte de Francia y obra milagros desde la creación del mundo y jamás debe ser cuestionada su obra.

La reunión finalizó con mucha menos tensión que comenzó. Además, uno de los favoritos de Charles había hecho llegar el tratado del arzobispo Jacques Gelu, con todos los detalles sobre qué debían hacer a partir de ese momento.

Pero iba a seguir habiendo reticencias en cuanto a lanzarse a la batalla a través de los territorios ocupados en el valle del Loire. Había demasiados intereses económicos sin resolver y aunque ahora sabían que el Delfín debía apoyar en todo a Jehanne, para no perder el apoyo de Dios, aún había muchos capitanes y señores a los que convencer.

Aunque sobre eso también Yolande de Aragón iba a hacer algo útil. Tenía un aliado incondicional en la Bretaña. Alguien a quién la Trémoille detestaba tanto como el mismo hombre a él, eterno rival de muchos, persona non grata del Delfín, y a la vez alguien sin duda buen militar y hombre de honor pese a todas las veces que había cambiado de bando.

Lluvias y flores sobre FranciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora