24 - La coronación

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Las siguientes ciudades se rindieron a ellos de buena gana, capitulando y abriendo puertas nada más verles aparecer en el camino.

Reims, su lugar de destino, tuvo más reticencia a capitular, pero gracias a una gran protesta del pueblo llano, tanto los burgueses como los clérigos de alto rango decidieron que recibir al futuro Charles VII era la mejor opción.

Al día siguiente de la llegada, casi al mediodía del diecisiete de julio, todo estaba preparado en Reims para la coronación y consagración.

—¡Si luché a su lado en Patay, fue por Jehanne!—gritó de Rais a d'Alençon, hecho una furia— Pero no voy a mover un dedo por ese hombre nunca más.

—También Jehanne quiere ahora que el condestable esté en el lugar que le corresponde...

—¡No, no y no!—Gilles sabía que Richemont era un buen hombre, pero no podía traicionar a su familia— Sabes perfectamente lo que nos separa a los dos. No me pidas que interceda por él, no lo haré.

—Está bien. Lo entiendo. Al menos así su sustituto no ha venido hasta aquí en vano.

La cólera de Gilles de Rais se apagó de golpe cuando vio aparecer a su adorada Doncella vestida con un houppelande rojo y largo y con la cabeza adornada con una diadema dorada. Estaba muy hermosa y, además, ninguno de sus compañeros de armas, exceptuando Jean de Metz, la había visto nunca con ropas de mujer.

También llevaba un cinturón a juego con la corona, para sujetar su espada de Santa Catherine, y un anillo dorado al lado del que siempre llevaba en el dedo índice derecho.

—¿Estáis preparados, señores?—les saludó sonriente.

—S-sí—Gilles intentó disimular su encandilamiento de forma bastante efectiva—. En cinco minutos vamos a ir a buscar la Santa Crismera con Jean de Boussac y el almirante Coulant.

—¿Y el maestro Malet?—preguntó Jehanne.

—Él nos espera ya allí. Tan puntual y responsable como siempre.

De Rais sonrió a la guerrera acariciándole el hombro y partió hacia la abadía de Saint-Rémi. Media hora después acompañaba al abad hasta la catedral de Reims como guardián de la Santa Crismera junto a aquellos otros hombres de confianza de Charles.

Los cuatro a caballo, con sus respectivos escuderos, junto a los cuatro monjes que hacían de Caballeros de la Santa Crismera. El abad caminaba entre ellos con el frasco plateado sobre un relicario en forma de paloma con ribetes de metal más oscuro.

Al llegar al portal principal de la catedral de Reims, los guardianes bajaron elegantemente de sus caballos y la crismera pasó de las manos del abad a las del arzobispo de Reims, Regnault de Chartres, que orgulloso de poder ocupar al fin su lugar, llevó el recipiente hasta el altar de la enorme catedral. Los seis guardianes aún lo acompañaron hasta ese momento. Después, se colocaron junto a sus compañeros

Ya en el interior, donde todos aguardaban emocionados, hizo su aparición Charles, acompañado de los seis pares laicos, entre los que se encontraban el duque d'Alençon y Raoul de Gaucourt, el capitán de Orleans. En el altar los esperaban los otros seis pares religiosos, varios obispos de ciudades de renombre para la corona francesa.

En el honorífico lugar del condestable de Francia, estaba Charles d'Albret como sustituto de Richemont. Llevaba una espada dorada encontrada en el tesoro de la catedral, en lugar de la espada grabada de flores de lis habitual para las coronaciones, con la punta hacia arriba como indicaba la tradición. Era aún joven, había estado presente en las batallas del valle del Loire y era hijo y nieto de condestables.

Lluvias y flores sobre FranciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora