33 - El principio del fin

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Jehanne acabó sus rezos en la iglesia que había junto a la casa de Marie le Boucher y, cuando regresó por el camino del cementerio hasta la gran vivienda, pensó en que debía responder de inmediato la carta de los ciudadanos de Reims por segunda vez.

Así que pidió a d'Aulon que tomara pluma y papel, y le dictó esa carta con todo el amor que su corazón sentía por aquella buena gente que necesitaba su ayuda. Estaba deseando regresar a aquella bella ciudad y su catedral:

JHESUS MARIA

Queridos amigos de Reims:

Sabiendo por vuestras cartas que estáis siendo atacados y, probablemente, pronto el Inglés os asediará, os respondo que cerréis las puertas sin temor, pues mis hombres y yo estaremos pronto para socorreros y el enemigo se verá tan acorralado que no acertarán ni con qué pie comenzar a correr.

No temáis, pues, como os digo, no tardaremos mucho en llegar. Allí estaremos para socorreros, queridos amigos y adorados ciudadanos.

Sabed que rezo por vosotros todos los días y noches.

Estáis bendecidos por Dios, como siempre, y nada malo os ocurrirá mientras sea así.

-Jehanne.

Aprovecharon la crisis del duque de Borgoña con los ciudadanos de París y alrededores, que había tenido lugar tras la ausencia de éste para casarse en terceras nupcias.

Los parisinos de todas las clases sociales se sentían defraudados por ese lugarteniente general y se lo reprochaban incluso al regente Bedford. Así que, por primera vez, los enemigos de Francia tenían sus propias enemistades dentro de las ciudades del territorio bajo su posesión.

Comenzaba a ocurrir algo parecido en el norte del país: después de largos meses de batallas, muchos deseaban estar más cerca de la causa armañac de Jehanne que del niño rey Henry VI, al que estaban aún intentando coronar de nuevo como legítimo.

Era 23 de mayo de 1430, la tregua con los borgoñones, que ya había sido insultada por Philippe el Bueno meses atrás, estaba ya expirada. Así que nada impedía oficialmente que Jehanne y sus hombres atacaran. A pesar de que el rey intentaba una nueva tregua con el duque de Borgoña. Y a pesar de que la guerrera estaba allí, junto a otros capitanes, sin el completo respaldo de Charles.

—Qué extraño verte vestida de color en el campo de batalla, Jehanne La Doncella—dijo el capitán Xaintrailles, a quien la joven conocía desde casi el principio de su vida militar.

—Esta vesta fue regalo de los ciudadanos de Orleans—respondió ella sonriendo—, no podía guardarla sin más como el resto de regalos, ellos son demasiado importantes para mí.

Jehanne acarició con cariño la prenda de color dorado, que llevaba sobre la coraza de su armadura desde las batallas libradas después de marzo, y su rostro pasó de una expresión dulce a una seria y dura.

—El capitán de Compiègne no quiere más presiones del enemigo—explicó La Hire con un semblante tan adusto como el de ella—. Debemos hacer algo ya.

—Sí, compañero. De hecho, hoy mismo atacaremos a esos malnacidos para defender esta buena ciudad.

Compiègne siempre había cambiado de bando según quien gobernara en ella. Incluso durante la tregua entre armañacs y borgoñones había sido la ciudad clave, junto a París, para la mayoría de negociaciones de venta de ciudades como fianza.

Su capitán, Guillaume de Flavy, estaba ahora de parte de los armañacs, al igual que la mayoría de sus ciudadanos. Incluso el arzobispo Regnault estaba instalado allí aquella semana.

Lluvias y flores sobre FranciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora