21.

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Sostengo el vaso de cartón que contiene el líquido marrón oscuro caliente, mientras el vapor sale de este en cuanto le pongo la azúcar luego de sacarla de los pequeños sobres que están disponibles en un pequeño plástico repleto de estos. Es como la sexta bolsita que abro y vacío en el vaso, revuelvo de a poco mientras el humo sigue saliendo, no es que sea extraño, bueno, lo soy, pero Henry me pidió un café americano bien cargado, pero al mismo tiempo salió bien amargo, lo cual no me gusta, enserio, ¿A quién le puede gustar el café amargo?

Le doy un sorbo dándome cuenta que me pase de azúcar, ahora no tengo forma de resolverlo, volteo a ambos lados intentando encontrar algún suplemento, pero ya nada puede ayudar este terrible café, tomo los sobres que ya he abierto de azúcar y los tiro en el bote de basura que está cerca, al levantar la vista me encuentro con, Henry Hedmark que está en el mostrador de la tienda hablando con la señora encargada, no más de unos treinta años, piel de un tono caramelo y un cabello lacio marrón oscuro, con unas bolsa debajo de los ojos que parece que quiso disimular con mucho maquillaje. Parecen tener una animosa plática.

Doy unas cortas zancadas acercándome bebiendo el café, mientras una extraña sensación me recorre todo el cuerpo al pasar por mi garganta el muy extraño líquido.

Intento no captar al cien por ciento lo que decía Henry con la encargada, pero cuando volteo porque creo que vi algo extraño por las ventanas y pensé que sería bueno mencionárselo a mi compañero, pero en el momento en el que separo los labios para mencionárselo, el me extiende una dona con una servilleta mientras con una seña de la cabeza me indica que salgamos juntos. Tomo la dona y le doy un pequeño mordisco.

A comparación de lo que es el café, la dona sabe muy bien.

-No te la vayas a comer toda – Me dice con una sonrisa mientras coloca su brazo sobre mi hombro y se inclina para darle una mordida a la dona.

-Pensé que era para mí.

-Es para las dos – Dice con la boca llena, y parece tardar un poco en lo que termina – Fue lo único bueno que pude conseguir a esta hora.

Saco mi teléfono para revisar la hora.

-Es la una de la mañana, recién cumplida la hora.

-¿Cómo lo supiste?

-Lo dice ahí – Señala con una mano a un gran poste al borde del estacionamiento, donde se encuentra el logo de la estación de servicio, debajo el costo de la gasolina, y por abajo un enorme reloj digital, el cual el ultimo digito parpadea un poco.

-Bueno, es bueno saber qué hora es.

Nos acercamos a su auto y con la mano donde tengo el café intento abrir la puerta, podría usar otra mano ya que Henry me quito la dona para que yo pudiera abrirla, pero está mejor así, por si se cae el café ya no habrá necesidad de tomarle y sería una muy buena excusa, pensaba en tropezarme, pero ya es demasiado tarde.

Abro la puerta con la buena-mala suerte de que el café no se me ha caído, creo que ni siquiera una gota se ha derramado.

-Gracias por traerme a la estación de servicio – Digo con una sonrisa – Sin duda es una expresión que puede ayudar a sonreír a cualquiera – Intento que mi sarcasmo sea algo casi imperceptible.

-Pero Taylor Navy, todavía no he intentado nada para alegrarte, todavía necesito mostrarte unas cuantas cosas. Sólo espero que nos alcance la noche para poder hacer lo que tengo planeado.

Nuestras Ventanas. [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora