25.

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 Mi perspectiva parece distinta a donde en realidad estoy. Es como si mi subconsciente o espíritu se hubiera separado de mi cuerpo por alguna extraña razón, y estuviera viendo esta escena con un enfoque distinto, como los planos que las cámaras toman en ciertas películas. Nos retiramos para que Nat pueda pasar, y lo hace, con unas cuantas zancadas con su acompañante detrás, que lo sigue muy de cerca, casi como una mosca siguiendo a la comida, Henry se acerca igualmente a mí, lo cual hace que me ponga mucho más nervioso de lo que ya estoy, mientras siento casi por completo su presencia detrás de mí, como si fuera un espectro. Ya teniendo a Nat frente a mí, y notando el reflejo en sus anteojos de la luz del estacionamiento, tragando nerviosamente, siento como si nada en nosotros fuera distinto a como fue cuando estábamos sentados en el piso, besándonos tiernamente, remojo mis labios con ese recuerdo, pero presiono mis uñas contra mis palmas para retenerme.

– Hola Taylor. – Me dice con una media sonrisa y un tono de desconcierto en su voz mientras enarca una ceja.

– Nat, hola. – Digo mientras siento como el sudor frio recorre toda mi espalda lentamente desde mi nuca.

Intercambiamos unas cuantas miradas, mientras siento que él se quiere acercar a mí, pero al mismo tiempo como si algo lo retuviera en su lugar. En lugar de hacer algo solo lo veo recargarse en una pierna y mirarme directamente a los ojos.

– ¿Qué haces aquí? ¿Vas a ver a tus... amigos? – Desvía lentamente la mirada dirigiéndose a Henry, una mirada que sientes que va como una bala apuntando a tu cabeza, el chico detrás de mí, siento sólo como se pone rígido.

– Lo mismo diría yo. – Digo en un tono, que no se si podría considerar alegre, pero lo que si se es que no es dolido o afectado, volteo a ver con quien está, es el chico de la otra vez, aunque por la iluminación esta vez lo veo con una tez un poco más morena. Sus rápidos ojos se dirigen a otra parte, bastante tímido, como se nota. – Vine con Henry. – Señalo al chico detrás de mí con la cabeza. – Vamos a pasearnos por aquí. Escuche que hay una muy buena promoción en los helados. – Miento. Es lo primero que se me ocurrió. – Y no quería desaprovecharlo.

– ¿Con él? – Dice casi en voz baja, y espero que sólo yo lo haya escuchado.

– Si, ¿Algún problema? – Pregunto mientras lo miro directamente a los ojos, y estos me hacen sentir derretir.

– No, ninguno. – Me dice con una sonrisa en las comisuras de sus labios.

– Y tú, ¿Vas con tus amigos? – Pregunto mientras junto mis manos y entrelazo los dedos al frente de mí.

– Sí, voy con ellos. – Me contesta Nat con una habitual sonrisa de su parte. – Él es Cristóbal, uno de mis amigos, trabaja por aquí, y vine a recogerlo y a ayudarlo con unas cuantas cosas. – Presenta al chico de una forma muy tranquila, mientras este sólo me devuelve la mirada e intercambiamos una corta sonrisa. – Sólo falta a ir por los demás.

– Que bien. – Digo con un entusiasmo que puede sonar bastante sincero. – Que se la pasen muy bien.

– También yo. – Dice Nat con una sonrisa mientras se acerca a darme un abrazo.

Yo le correspondo a este, pero lo siento diferente a otros, como si estuviera necesitado de este mismo, incluso siento las yemas de sus dedos incrustándose en mi espalda. Quiero abrazarlo con la misma intensidad que él, pero siento que no puedo.

Cuando se separa nuestras mejillas se rozan lentamente y eso provoca que un calosfrió me recorra todo el cuerpo, como una corriente de electricidad. Como esa fricción que sientes cuando... Cuando... Demonios, no encuentro otra forma para describirlo.

Nuestras Ventanas. [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora