22.

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Me recargo en el vidrio del auto de Henry mientras miro hacia afuera, el frio traspasa el exterior y paree extenderse por todo hasta que llega a m frente, miro de reojo a Henry, el cual tiene una enorme sonrisa en los labios, sin despegar la mirada de la desolada carretera. Estamos de camino a nuestros hogares ya, aunque en poco tendré que ir a la escuela, lo cual no sé cómo encontrar, si decepcionante o algo sumamente cansado.

En el exterior el cielo tiene un tono entre el azul de la noche, pero con una transición de colores que alcanza a llegar a un rosado, y entre estos unos tonos morados que me mantienen hipnotizado, no sé si es porque podría calcarlas en acuarela en una de mis hojas del blog de dibujo o porque no he dormido en toda la noche y ese sentimiento me está reclamando. Y el asiento del auto de Henry no me está ayudando para nada.

Sin darme cuenta, no sé si fue en un parpadeo, o me quedo dormido unos cuantos minutos, pero ya estamos llegando a la calle de mi casa, y con un muy rápido movimiento doblamos la esquina de la calle. Tomo a Henry del hombro y le pido que se estacione unas cuantas casas antes.

Se detiene sin decirme ni cuestionarme nada. Cuando estoy a punto de abrir la puerta me doy la vuelta y pongo mi mano en su brazo.

– Muchas gracias Henry, me ayudaste mucho – Son las únicas palabras que salen de mi sin que diga algo referente a lo que hicimos en la cajuela de su auto, al menos se me acumulan muchas cosas en la garganta.

– Nos vemos Taylor Navy – Dice con una sonrisa mirándome directamente, salgo del auto y mirando a ambos lados camino con rapidez por las calles entrando a mi casa, cuando lo hago volteo a ver el auto de Henry, el cual arranca y se va poco a poco.

Abro la puerta de mi casa con delicadeza, y la cierro como si mi vida dependiera de que nadie lo escuchara. Me acerco a la cocina sin hacer mucho ruido pero tampoco disimulando tanto, saco un vaso de vidrio y un vaso con leche. Justo cuando va bajando unos pasos por los escalones. Me sorprendo al ver a mi madre, al principio me alarmo, pero no encuentro desesperación e intriga en su rostro, por lo cual me da entender que todo esta bien.

– Buenos días hijo – Me dice con una sonrisa mientras se acerca con un paso aletargado a las repisas y de esta saca una taza blanca y luego se dirige a la cafetera – ¿Cómo dormiste? No muy bien parece – Me señala con la mano en la que tiene la taza, saco mi teléfono y veo que tengo una cara de demacrado, de sueño, algo normal en mí, solo por la pequeña sombra debajo de mis ojos.

– Pues me desvele... Un poquito – Asiento con un semblante convencido mientras veo a mi mama prepararse su taza de café.

– Eso explica porque no te has cambiado – Dice dando un profundo sorbo a su taza de café mientras se recarga en la isla de la cocina.

– Me daré un baño al instante – Digo con una sonrisa mientras subo rápidamente por los escalones, entrando a mi cuarto, dándome cuenta que deje la ventana levemente abierta, pero aun así entro el fresco a mi habitación, y es como si hubiera entrado en otra dimensión un poco más gélida. 





Avanzo por los pasillos de la escuela como si fuera un zombi, arrastro los pies intentando no chocar con ninguna persona, mientras me mantengo despierto lo mejor que puedo, pero siento que en cualquier momento puedo caer y propinarme un fuerte golpe en el rostro, y aun así, me quedaré dormido. Por suerte ya estamos en la última hora y gracias al dios que nos esté cuidando desde el cielo tengo la clase libre, no sé si fue Buda, Dios, Zeus, hasta el dios Freddie Mercury que quería que descansara.

Nuestras Ventanas. [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora