Guiada por la sed de venganza, Kanade Uchiha desea restablecer su clan y matar al que asesino a su familia, por eso decide quedarse en Konoha, para hacerse más fuerte y así lograr cumplir su meta. Pero deberá superar varios obstáculos para alcanzarl...
Kanade, observó una vez más el rostro adormecido del rubio y sonrió levemente al recordar todos los pleitos que tuvieron por su necedad y sintiendo una enorme opresión en su pecho se adentró a su habitación para colocar la foto del equipo siete en el buró junto a su cama. Se colocó de cuclillas para quedar a unos cuantos centímetros del rubio y sonrió levemente sabiendo que tal vez sería la ultima vez que podría ver ese rostro tan lleno de vida, felicidad y esperanza.
Dejó a un lado su mochila con todo lo necesario para marcharse y observó la foto en su buró, muy parecida a la que le había dejado como recuerdo y miró de nuevo el rostro de Naruto, extrañando aquellos ojos tan azules.
Nunca lo vio así de cerca por incomodidad, pero sabia muy en el fondo era por culpa del miedo a ser contagiada por la carismática actitud que poseía.
— ¡Rasen...! —gritó, moviéndose con un poco de salvajismo en su cama causándole una pequeña sonrisa a Kanade.
—Gracias por haber sido mi amigo, Naruto —pasó su mano por el cabello de este y la colocó de nuevo encima de sus piernas—. Deja de ser tan bueno con las personas que no lo merecen y quisquilloso con la comida, tienss que comenzar a comer más que simple ramen, has muchos amigos y continua siendo feliz —se despidió, levantándose de su sitio y sacudiendo un poco su ropa.
Al darse media vuelta una mano en su muñeca la detuvo y sus labios se abrieron levemente por la sorpresa, nunca pensó que Naruto se despertaría del sueño tan profundo que sabia que tenía, así que miró por encima de su hombro viendo a Naruto encima de su almohada, con la boca abierta y dejando que la saliva saliera de ella.
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Kanade, sujeto la mano de Naruto con mucha paciencia y comenzó a quitar sus dedos uno por uno, liberándola de su suave agarre. No estaba segura de lo que estaba haciendo en la habitación de Naruto, pero sabia que era para algo importante y antes de lo esperado, el rubio la volvió a sujetar de su muñeca, tirando fuertemente de ella para utilizarla como una almohada y abrazarla con fuerza, rodeándola con sus piernas y sus brazos.
—Naruto idiota... —murmuró, empujándolo con algo de brusquedad logrando que este la soltara—. En verdad que tienes un sueño profundo.
Suspiró al ver la habitación de Naruto un poco más detalladamente, dándose cuenta de lo vacía y solitaria que era, gracias a ello, comenzó a pensar en lo difícil que debió ser vivir todo el tiempo de dicha manera. Era cierto que la soledad con la que crecieron los hacia un tanto iguales, pero al menos, él no sufría la trágica pérdida de una familia que no llegó a conocer y a pesar de que era un pensamiento algo egoísta, también sentía alivio de que no estuviera cargando sobre sus hombros ese tipo de dolor tan desgarrador.
