Mark

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Es sábado por la noche, y las lluvias torrenciales que han estado asolando la ciudad durante varios días han provocado cortes en las carreteras y en el suministro de la luz. Nada que a ninguno de los presentes en este viejo bar en mitad del páramo nos afecte demasiado. Los generadores independientes garantizan que la buena música seguirá sonando y que la luz mantendrá la misma intensidad en la sala principal; mientras que los recovecos y rincones donde las parejas de una noche dan rienda suelta a la pasión continúan convenientemente en la semioscuridad. La cerveza sigue siendo servida fría a cualquier adolescente con carné falso que aparezca por la puerta, así que no comprendo por qué tantos clientes han decidido quedarse en sus casas. Tomo un sorbo de la cerveza que Kim-So, la camarera de pechos enormes siempre a medio salir del corsé, me ha servido con una pícara sonrisa. No es la primera vez que me obsequia con una, y tampoco será la primera que obtendrá a cambio un buen revolcón cuando haya terminado su turno. Eso siempre y cuando ninguna otra chica que esté mejor aparezca por la puerta. Lo que es apetecible, pero poco probable. La lluvia sigue cayendo incesante, así que solo algunos valientes se han atrevido a tentar la suerte y atravesar los barrios de Seoul con sus Harley para llegar hasta el bar. En mi caso, no tengo muy claro si es valentía o que, simplemente, prefiero estar en el bar a aburrirme escuchando la lluvia romper contra los cristales de mi departamento. Al menos aquí tendré la opción de desahogarme con alguna chica de las que frecuentan el bar, o con Kim-So, la ardiente camarera que acaba de servirme otra cerveza de propina... intuyendo que hoy será la elegida. Se la agradezco con otra media sonrisa. No tengo necesidad de más para conseguir lo que quiera de ella. Es un hecho que las chicas me desean; también que yo me dejo desear. Tampoco es que haya mucho más que hacer en esta ciudad, de la que a veces quiero escapar con mi Harley según un plan que jamás llego a ejecutar; quizá porque algo me dice que mi historia aquí no ha terminado, quizá porque temo que fuera de aquí me espera lo mismo. Hace tiempo que estoy cansado de todo, así que, hastiado de mis pensamientos, jugueteo con la cerveza hasta que el silbido poco discreto de uno de los chicos de mi pandilla me hace girarme en dirección a la puerta. Una chica acaba de entrar por ella. Sus largos cabellos castaños se pegan mojados sobre rostro, cuello y pecho, marcando unas facciones tan dulces como asustadas, entre las que destacan unos ojos cafés claro como un lago. Es bajita, y su cuerpo me recuerda al de una bailarina, demasiado delgado bajo ese vestido de flores estilo vintage que contrasta con la vestimenta de las chicas a las que estoy acostumbrado. También lo hace su calzado: unas botas de estilo vaquero. Por curiosidad, la reviso de arriba abajo como hago con cualquier chica nueva que veo, y tengo claro que es demasiado dulce, virginal y exenta de las curvas exuberantes que a mí me gustan, como si hubiera salido de una maldita película de Disney; así que me vuelvo a concentrar en mi cerveza. Sin embargo, la chica capta mi atención cuando saluda con fuerza desde la puerta, mirando a todos los presentes:

—Mi nombre es Suny. Necesito ayuda.

—Quítate ese vestido, ven conmigo a la parte de atrás y te daré toda la ayuda que necesites —replica YoungJae, uno de mis compañeros de pandilla, en tono burlón.

Ella esboza una mueca de desagrado ante sus palabras, pero insiste:

—Necesito llegar a la ciudad urgentemente. ¿Alguien tiene un todoterreno con el que atravesar los barrios de Yongsan-gu?

—Chica, ¿qué parte de «bar de moteros» no has entendido? —se burla YoungJae—. Además, yo sigo votando por que te quites el vestido.

Inquieto, alzo las cejas. YoungJae es de mi pandilla, compartimos cervezas y algunas excursiones en Harley. Ninguna de las tres cosas implica que me caiga bien. Es violento, descontrolado y poco adecuado para una chica como la que ha entrado. Además, puedo intuir por su expresión que, a pesar de la hora que es, ya está muy borracho y mira a la chica como si fuera su próximo aperitivo. Con la voz ronca por el alcohol se acerca a ella y le insinúa:

Tu eres mi vez ~ TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora