Mark

33 3 0
                                    

El calor de la luz del sol entra por la ventana de la caravana y se me posa en los ojos, que abro perezoso. Suny está entre mis brazos, y una profunda corriente de amor me invade al observarla. Sus cabellos están desparramados por encima de la almohada. Recuerdo que cuando la conocí me repetí varias veces que no me gustaba en absoluto. No quería chicas con bocas dulces ni facciones infantiles. Lo mío eran las mujeres como: exuberantes y complacientes. Me equivocaba. No hay nadie que pueda parecerme más bella que Suny, y más hoy, con su cuerpo todavía desnudo pegado al mío. Ella ronronea y abre los ojos con lentitud, musitando con una profunda voz soñolienta:

—Buenos días, amor.

—Buenos días, amor —repito en voz baja antes de besarle la boca con ternura. Ella vuelve a ronronear y se enrosca más contra mí. Yo sonrío y, acariciándole la mejilla, le pregunto:—¿Estás bien?

Suny sonríe ante mi preocupación, pero me tranquiliza:

—Sí, muy bien. Además, he dormido mucho mejor que la primera vez que estuve aquí. Debo decir que te mueves mucho menos que Lisa... Y sin duda, ha sido mejor que el sofá que utilizo normalmente de cama.

Yo me río y después miro a mi alrededor, comentando:

—Lo cierto es que voy a extrañar esta cama tan cómoda, pero espero que la de la nueva caravana también lo sea.

—¿Te mudas?

Suny arquea las cejas, y yo cojo aire antes de decir lo que me he estado guardando:

—Sí, y tú también. Necesitamos una caravana más grande si vamos a vivir juntos.

—¿Vivir juntos? —me pregunta atónita.

—Sí, era mi regalo de celebración. Te lo quería pedir anoche, pero digamos que me distraje... Ya he hablado con Joe y va a buscar una caravana adecuada para nosotros y para los niños.

Suny sacude la cabeza con fuerza y protesta:—No podemos vivir juntos. Solo llevamos saliendo un mes.

Su negación me hace sonreír irónicamente. Si alguien me hubiera dicho hace un par de meses que rogaría a una chica que viviese conmigo, le habría contestado que el infierno se congelaría antes de que eso sucediera. Pero aquí estoy, y sin dejar acariciarla le aseguro:

—No necesito más tiempo para saber que quiero amanecer contigo cada día. ¿Lo necesitas tú?

Por cómo se le humedecen los ojos sé que lo anhela tanto como yo. Sin embargo, su parte práctica, esa que le ha ayudado a sobrevivir, le hace aclararme:

—No lo necesito, pero ese no es el problema. Llevas años viviendo solo, y convivir con dos niños no es nada fácil.

Sus palabras se me clavan en el corazón. A pesar de todo, sé que aún tiene miedo, que una parte de ella desconfía por lo que ha sido su vida. Pero no voy a permitir que el pasado nos afecte, así que le tomo el rostro entre las manos y le garantizo:

—Sé lo que estás pensando: en todos los hombres que pasaron por la vida de tu madre y la abandonaron, como mi padre. Pero no soy como esos tipos; tú has evitado que me convierta en uno de ellos.

Nuestras miradas se encuentran y el corazón puja por salírse me del pecho. Es hora de jugar todas mis cartas, así que añado:

—Quiero estar contigo, compartir lo bueno y también lo malo. Y también quiero estar para Yugy y para Lisa. Me he perdido muchos años de la vida de mis hermanos, y ya es hora de que los recupere. Sé que no es fácil, pero si lo hacemos juntos, también sé que todo irá bien.

—¿Por qué estás tan seguro de ello? —me pregunta con los ojos aún húmedos.

Yo la retengo con más fuerza entre las manos y, acercándome a su rostro, le contesto:

—Porque te amo. Te he amado desde la primera vez que te vi entrar en aquel bar, aunque haya sido un idiota la mayor parte del tiempo que he estado contigo. He cometido muchos errores, no cometas tú ahora uno manteniéndote alejada de mí. Dame la oportunidad de demostrarte que puedo serla pareja que te mereces y un hermano para Lisa y para Yugy las veinticuatro horas del día.

Ella asiente y las lágrimas de emoción se le desbordan por las mejillas. Las seco con los labios, y cuando llego a la boca, la beso durante largo rato, hasta que me separo y le anuncio:

—Voy a traerte el desayuno a la cama.

Suny sonríe agradecida, pero todavía comenta:

—¿Es buen momento para explicarte que la mayoría de los días me despierto con los gritos de Lisa y de Yugy a horas intempestivas? Ambos tienen el mal vicio de madrugar...

Lo cierto es que me imagino a mis hermanos en esa situación: Lisa lanzándose sobre la cama de Suny para abrazarla, Yugy jugando con las gafas y buscando un libro en el que refugiarse tras decir algún comentario fuera de lugar. Con la sonrisa que la imagen me trae a la cabeza le prometo:

—En ese caso, me las apañaré para despertarme siempre yo primero para poder llenarte de besos antes de que ellos aparezcan en nuestra habitación... Y después desayunaremos juntos y seremos una familia.

—¿Estás seguro?

—Completamente. Siempre voy a quedarme a tu lado y te demostraré que soy lo suficientemente bueno para ti.

—Ya eres lo suficientemente bueno para mí —afirma—, por eso me enamoré de ti. Del chico que me ayudó en los páramos y llevó a mi hermana al hospital; que me dejó dormir con Lisa en su hogar porque no teníamos adónde ir; que me ayudó a alquilar la caravana y a obtener la documentación que necesitaba para la escuela. El chico que consiguió que Yugy hiciera otra cosa que estar enfrascado en sus libros y se interesara por algo más que por números y ecuaciones. No me enamoré del chico guapo de la Harley por el que todas se vuelven locas, sino del que había detrás. Y es con ese con el que quiero vivir. Ahora y siempre.

Sus palabras me dejan sin respiración. Sus ojos recuperan el brillo, y con suavidad me atrae hacia ella proponiendo:

— ¿Por qué no dejamos lo del desayuno para después? Ahora necesito besos, muchos besos, y durante mucho mucho rato.

—En ese caso voy a besarte hasta que no me quede un rincón de piel pendiente.

—Excelente idea...Al escucharla, comienzo a pasar los labios en suaves besos y caricias sobre su cuerpo, provocándole en cada contacto un estremecimiento, y sintiendo el mío palpitar por la pasión. Cuando he cumplido mi promesa y no queda un centímetro de cuerpo por el que no haya pasado los labios húmedos, regreso a la boca, a la que dedico un beso abrasador. Ella aprieta las manos en mi espalda, y yo hago lo mismo con la suya, hasta que le deslizo las caderas hacia mí. Suny me recorre ávidamente el cuerpo con las manos. El tacto es apasionado, pero a la vez dulce y lleno de amor, y me hace gemir mientras la cubro, fundiéndome con ella. Sin el temor a hacerle daño de la noche anterior, pero tratando demantener la suavidad por si está todavía dolorida,me hundo en ella, en ese mar de sensaciones que solo he experimentado a su lado. Ella gime en mi cuello y yo sigo con más intensidad, hasta que nuestras manos se unen entrelazadas cuando llegamos a la cumbre del placer.

Tu eres mi vez ~ TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora