Mark

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Estoy en un ángulo muerto del bar. Nadie me ve, y no quiero que nadie lo haga. He terminado lo que he venido hacer, he entregado la documentación de Sunny y ahora debería volver a la caravana con ella, pero no puedo. Mi mente se está volviendo loca por lo que acabo de descubrir. Cierro los ojos, deseando volver al momento en el que estábamos en mi caravana, antes de que supiera que nunca podremos estar juntos. Ojalá no me hubiera ofrecido a hacer de intermediario con su documentación, ojalá hubiera permanecido al margen. Pero nunca puedo hacerlo con ella, no desde que la vi entrar en el bar pidiendo ayuda para llevar a su hermana al hospital. Y ahora eso se ha vuelto en mi contra de la forma más cruel posible. Suspiro. Debería hablar con ella, pero soy demasiado cobarde. He pasado los últimos años viviendo al día, y no puedo cambiar ahora, ser el chico que Sunny esperará que sea si le digo la verdad. Yo soy Mark, el chico malo de la Harley, el que se emborracha y va con chicas cuyo nombre nunca recuerda. No el chico que la ayuda a criar a dos niños, el que vuelve pronto a casa, el que no la decepcionará. Porque lo haré: está en mi naturaleza. Me llevo las manos a la cabeza, intentando sacarme de ella lo que he sentido cuando la he besado, lo fuera de lugar que me parece ahora. Y sin embargo, no puedo olvidarlo; es como si con esos simples besos Sunny se me hubiera metido bajo la piel. Y no puedo permitirlo. Me importa, mucho, pero no puedo estar con ella, y tampoco decirle la verdad. Solo puedo hacer lo único que sé: pedir otra cerveza y esperar que el alcohol me nuble su recuerdo y haga que el dolor en el pecho desaparezca. Me levanto y arrastro los pies hasta la barra para pedir la bebida. Kim-So, a la que parece que el alcohol le ha borrado de la mente nuestra discusión de la otra noche, coquetea descaradamente conmigo mientras me la sirve. Marca con fuerza el escote de por sí ya pronunciado y bate las pestañas cada dos segundos como si quisiera cautivarme con la mirada. No lo hace, porque no tiene los ojos cristalinos de Sunny.

—Mark, ¿quieres quitar esa cara de amargado de una vez?

El tono de Kim-So pretende ser sensual, pero es irritante. Antes no me molestaba, pero ahora no puedo evitar compararlo con la voz melodiosa de Sunny. Aprieto con fuerza la jarra de cerveza y apuro el líquido con rapidez. No puedo dejar que su rostro se cuele en mi mente o volveré a la caravana y haré algo que cambiará la vida en la que he aprendido a sentirme cómodo. Kim-So sonríe ante mi avidez y me sirve otra cerveza susurrando:

—Hoy hay pocos clientes y podría tomarme un descanso. ¿Me acompañas? —Dudo unos segundos antes de contestar, y ella insiste—: Te compensaré por lo de la bofetada.

O sea que sí recuerda la discusión, pero, en su línea: ahora mismo lo único que le interesa es estar conmigo, como siempre. El problema es que yo lo último que quiero es acostarme con ella. Solo deseo estar con Sunny, pero ella es la única chica a la que no puedo tener y cuanto antes me lo meta en la cabeza, mejor para los dos. De hecho, debería avergonzarme incluso por los escasos besos que hemos compartido. Y por eso mismo acepto con desgana la propuesta de Kim-So. Ella se alegra, victoriosa, y me introduce con rapidez en la trastienda y se sienta en una de las cajas; me sonríe sensualmente y me invita a que la bese. Lo hago con fiereza: deslizo las manos con brusquedad por su vestido, que no me molesto en quitarle del todo. Kim-So y yo no somos de preliminares; hoy menos. Solo quiero que acostarme con ella me arranque de la piel a Sunny, me haga olvidar que he estado besándola, olvidar todo lo que quería, todo lo que todavía quiero hacer con ella. No podemos estar juntos, y por eso tengo que enterrar su recuerdo en el cuerpo caliente de Kim-So, que gime mientras con las manos deslizo sus bragas hasta el suelo. No protesta, pues es justo lo que está deseando. Con avidez abre mi pantalón y me excita con manos expertas. Tampoco parece necesitar desvestirme del todo, solo lo imprescindible para que me adentre en ella de esa forma que tanto le gusta: rápida, dura, que le arranca alaridos de placer de la garganta. Con cada embestida trato de borrar a Sunny un poco más de mi memoria, pero los ojos, la boca y el cuerpo de ella continúan apareciendo ante mí. Ni siquiera siento el alivio físico del orgasmo cuando llega, y tampoco escucho a Kim-So diciéndome que ha estado genial. Lo único que quiero es largarme de allí, volver a la caravana para seguir emborrachándome y ahogar no solo la visión de Sunny, sino también la conciencia que me recuerda que he vuelto a ser un completo capullo.

Tu eres mi vez ~ TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora