Culpable

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Malena salió corriendo atrás de Sofía y en la mitad de la calle alcanzó a empujarla hacia mi vereda para que el auto que venía no la atropelle. Atrapé a mi hermana antes de que terminara en el piso por el envión. El hombre que estaba manejando no llegó a frenar. Sé que lo intentó porque incluso se escucharon las llantas chirriar contra el asfalto. Por haber cuidado y priorizado a la enana, ahora mi novia estaba tirada en la calle.

—¡MALENA!

Escuché ese grito y miré al costado para encontrarme a Sebastián y una chica morocha corriendo desde la esquina hacia donde estábamos nosotros. Ahí reaccioné y me acerqué sin soltarle la mano a Sofía. Malena tenía los ojos cerrados, desparramada en el piso.

—¡Lele! ¡Lele! —Llamé desesperado pero no obtenía respuesta. Miré a mi amigo pidiéndole ayuda.— Entrá al colegio y pedí ayuda, en la pileta hay un guardavidas.

Asintió y rápidamente desapareció ingresando al edificio. La chica que estaba con él juntó tanto la cartera de Malena como la mochila de Sofía y se quedó al lado mío, cuidando a la enana mientras yo seguía intentando que mi novia reaccionara.

—¡Lele, por favor! No es gracioso, mi amor. Dale, abrí los ojos. —Le acariciaba la cara mientras le hablaba, pero nada. Tenía pánico.— ¡¿Alguien puede pedir una ambulancia en vez de quedarse mirando como unos idiotas?! —Grité mirando a toda la gente que se juntó alrededor nuestro.

—Ya la pedí, están viniendo. —Me respondió el hombre que la impactó.— Perdoname, pibe, te juro que no quise chocarla pero no alcancé a frenar porque fue todo muy rápido.

Escuché a mi hermana llorar y a la morocha tratando de consolarla. Este día no podía ser más mierda.

—No la muevas. —Me ordenó Martín, el guardavidas, mientras venía a pasos rápidos al ver que yo estaba a punto de poner la cabeza de Malena sobre mis piernas. Me quedé quieto y él empezó a controlarle el pulso y a hacer otras cosas de primeros auxilios.— Está viva, seguramente se desmayó porque por lo que me dijo tu amigo se golpeó la cabeza al caer después del impacto. —Asentí.

—¿Cuánto va a tardar en despertarse? —Preguntó Sebas.

—No sé, habría que hacerle estudios para controlar que no tenga conmociones cerebrales o algo así por el golpe. ¿Pidieron una ambulancia? —El mismo señor repitió que sí.— Entonces lo mejor va a ser que la esperemos porque van a tener que hacerle un par más de estudios en la clínica.

—¿Por qué? ¿Qué tiene? —Le consulté claramente preocupado.

—No te lo tomes como una verdad pero puede ser que se haya fracturado la muñeca izquierda y hay que ver si algo más también en la altura donde le impactó el auto o del lado que cayó. Por suerte Male llegó a ponerse de costado y a poner la mano antes de caer.

—¡¿Suerte?! —Protesté enojado.— Wow, ¿tengo que agradecer que no esté muerta? —Pregunté sarcásticamente, muy alterado.

—Tomi, pará, él no tiene la culpa. —Me dijo Sebas, intentando tranquilizarme.

Escuchamos la sirena de la ambulancia y unos minutos después frenó al lado nuestro. El ambulanciero y una doctora bajaron y preguntaron qué había pasado. Martín les respondió mientras yo no dejaba de llamar a Malena en susurros. Una vez que se informaron de la situación y controlaron los signos vitales de la rubia, la subieron a una camilla para trasladarla.

—¿Alguno viene con nosotros? —Preguntó la doctora.

Di un vistazo a mi hermana y volví a mirarla a Malena.

—Tomi. —Me habló Sebas.— Andá con ella, Mery y yo llevamos a Sofi y te encontramos en la clínica.

—Enana, ¿te quedas con los chicos? —Asintió llorando y le di un abrazo rápido.

El poder de un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora