Fiesta de disfraces

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Cuando me desperté de esa siesta eran casi las cuatro de la tarde. Había dejado cargando mi celular, pero lo prendí y seguía sin haber ningún mensaje de Malena. La llamé una vez y supuse que estaba ayudando a mi hermana a prepararse para su clase de natación, por lo que le mandé un mensaje.

De: Tomi ❤

Para: Lele ♡

¡Volví! ¿Estás bien? Te extraño. ¡Aparece, nena!

Esperé un rato largo y le mandé dos más, pero no obtuve respuesta. Decidí no darle demasiada importancia porque me di cuenta que más tarde la vería. Tenía que volver con Sofi a casa sí o sí. Me dediqué a desarmar mi valija y poner la ropa para lavar. Estaba terminando de hacer eso cuando me sonó el celular.

/—Ah, eras vos. —Atendí frustrado después de ver el identificador.

—Qué buena manera de atender a tu amiga. —Se burló.

—¿Qué pasa? ¿Ya me extrañas, Cami? —Bromeé y ella soltó una carcajada.

—No, de hecho no te estaría llamando si no fuera porque tu novia no me responde. —Protestó.— ¿Está con vos?

—No.

—Con razón me atendiste desilusionado. —Rió.— ¿La viste ya? Creí que nos estaría esperando hoy cuando llegamos.

—Yo también, negra. —Coincidí.— Y no, no la vi todavía. Ahora está con mi hermana, la llevó a natación.

—No le llegan mis mensajes y cuando la llamo me da como si tuviera el teléfono apagado.

—No te puedo ayudar porque me pasa lo mismo. No sé qué onda.

—Qué raro. —Comentó.— Cuando la veas, ¿me avisas?

—Sí. Hablamos después, negra. Un beso./

Por un lado me tranquilizó un poco saber que no era un problema conmigo, pero por otro lado me preocupó que no atendiera ni siquiera a Camila. Me obligué a dejar de pensar en eso para terminar con lo que estaba haciendo y prepararme algo para comer porque estaba por desmayarme del hambre.

Sonó el timbre cerca de las seis de la tarde y salí corriendo a abrir. Del otro lado de la puerta me encontré con Malena cargando a Sofía, que estaba dormida. Tenía la mochila de mi hermana colgada en un hombro y su cartera en el otro. Por lo general abría con su copia de las llaves, pero era obvio el motivo por el que esta vez no lo hizo.

—¿Me ayudas? —Me pidió sin siquiera saludarme.

Podía ver en su cara que de verdad le estaba costando sostener a mi hermana, así que rápidamente se la saqué de los brazos. La llevé hasta su habitación y la acomodé en su cama. Observé desde lejos a mi novia sacarse la campera y me sorprendió ver que estaba vestida toda de negro. Por lo general solía usar al menos una prenda con color. Incluso estaba con zapatillas y sin maquillaje, algo también raro en ella. Parecía descuidada, como si ni siquiera le interesara arreglarse. Pasé por mi cuarto para buscar los regalos que le había traído antes de volver al living.

—Hola. —Levantó la vista al escucharme y me miró con una sonrisa muy chiquita, apenas una curvatura de sus labios.— Te extrañé. —Dije antes de abrazarla por los hombros y pegarla a mí.

No se resistió, pero tampoco es como si me devolviera el abrazo con el mismo entusiasmo que tenía yo. Rompí parcialmente el contacto para unir nuestros labios, pero antes de que llegue a hacerlo alejó ligeramente su rostro.

—¿Cómo lo pasaste? —Me preguntó dando dos pasos para alejarse completamente de mí.

—Re bien.

El poder de un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora