Consuelo

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Estaba mirando una película cuando me llegó el mensaje de Tomi. De inmediato pausé el reproductor, dejé la notebook sobre la cama y me apresuré en buscar algo de ropa decente para cambiarme ya que estaba en pijama todavía. Sí, eran las tres de la tarde pero era domingo y tenía todo el derecho del mundo de procrastinar como lo estaba haciendo. Encontré un short de jean y una remera gris manga corta de algodón con un estampado en negro.

¿A dónde vas tan apurada? Me preguntó papá desde el sillón del living al verme bajar corriendo las escaleras y dirigirme hacia la puerta.

A lo de Tomi.

No di ninguna otra explicación cuando me escabullí con mi celular y mis llaves en la mano. Caminé con paso rápido las tres cuadras y me tomé un momento para recuperar el aire antes de tocar timbre.

Hola Gus. Lo saludé en cuanto me abrió la puerta y se hizo a un lado para que pase.

¿Cómo andas Male?

Bien, ¿pasó algo? Me escribió Tomi.

No lo iba a negar, estaba preocupada y confundida por ese mensaje. Gustavo asintió a modo de respuesta.

Va a ser mejor que lo hables con él.

Okey... Dije no muy convencida alejándome por el living. Cuando pasé por atrás del sillón la vi a Sofi sentada, por lo que di la vuelta para quedar delante de ella. Hola hermosa. La saludé pero me miró mal y se alejó cuando quise darle un beso en la mejilla.

Ya no te quiero, vos sos mala.

Pero...  ¿pasó algo? Yo no hice nada. Me defendí aún más confundida.

Sos mala, me robas a mi hermano. ¡NO TE QUIERO MÁS! Me gritó, lo que me hizo alejarme.

¡SOFÍA! La retó Gustavo. No le hables así a Malena.

¿Qué pasó? Le pregunté a él, sin entender porqué Sofía me estaba tratando así.

Hablá con Tomi. Me aconsejó. Yo me voy con Sofi un rato así hablo con ella y ustedes pueden estar tranquilos. Se dirigió a mí con la calidez de siempre, por lo que le dediqué una sonrisa muy pequeña antes de darme la vuelta para ir en busca de mi novio.

Golpeé la puerta de su cuarto pero no me respondió, así que entré. No estaba. Escuché las llaves de Gustavo anunciando que ya habían salido y seguí buscando a Tomás. No estaba en el baño ni en la cocina y estaba empezando a pensar que se había ido cuando lo vi sentado en el piso en la mitad del cuarto de su hermana, de espaldas a la entrada.

Tomi.

Se sobresaltó y rápidamente se puso de pie. Me sostuvo la mirada por unos segundos. Parecía desencajado. Lo que más me llamó la atención fue la decepción que vi en sus ojos. ¿Qué carajo había pasado? Todos estaban demasiado raros en esa casa.

¿Estás bien?

No.

Sin decir ninguna otra cosa se abalanzó para abrazarme, haciendo que retrocediera hasta quedar contra la pared del pasillo por el ímpetu. Tenía sus brazos alrededor de mis hombros, manteniéndome pegada a su cuerpo. En respuesta le rodeé la cintura y le hice caricias en la espalda.

¿Queres contarme qué pasa? Pregunté con suavidad al cabo de un rato sin movernos, no quería alterarlo ni romper esa especie de paz que había conseguido.

El poder de un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora