La enana

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El cumpleaños de Sofía fue hace tres días, pero como era mitad de semana papá decidió que la celebración con sus amiguitos fuera el viernes a la tarde en un salón de fiestas infantiles. Como la temática era Frozen, Malena le había regalo un disfraz de Elsa. Es una obviedad decir que la enana estaba más que contenta vestida como su princesa favorita. Además, mi novia se ocupó de peinarla con la trenza de costado y de hacerle un maquillaje de fantasía sobre su frente y alrededor de los ojos en tonos celestes y blanco, simbolizando el frío y el hielo que caracterizan al personaje.

—¿Te das cuenta que cuando esto termine Sofi va a estar toda transpirada de tanto jugar y toda tu obra de arte va a quedar hecha un desastre, no? —Me burlé de la rubia cuando había pasado una hora de que comenzó la celebración.

—Por lo menos me van a quedar las fotos que le saqué en tu casa. —Respondió resignada. Se quedó mirando uno de los sectores de juegos y sonrió traviesamente girándose hacia mí.— Te juego un partido de hockey de aire.

—Vas a perder. —Acepté con confianza, levantándome de mi lugar. Siguió mis pasos y me agarró del brazo para tirar y hacer que me volteé.

—¿Apostamos? —Me desafió con la ceja levantada. Sonreí en respuesta y estiré mi mano para cerrar el trato. La tomó con firmeza.— ¿Al mejor de tres partidos? —Asentí.— Si yo gano tenés que cocinarme algo que yo elija el próximo viernes de cita.

—¿Y qué es lo nuevo? Eso lo hago seguido.

—Desnudo, sólo con el delantal de cocina. —Respondió guiñándome el ojo y haciéndome reír.

—¿Y si yo gano?

—No sé, decime vos.

—Me cumplís vos una fantasía a mí, no sé cuál todavía.

—Perfecto. —Concordó.— Me gusta porque en ambos casos ganamos los dos.

Rió mientras me pasaba por el costado para seguir caminando hacia la mesa de juego, permitiéndome observarla de espaldas.

—Realmente espero que pierdas porque se me está ocurriendo algo. —Le susurré al oído cuando alcancé sus pasos.

Rematé mi pseudo amenaza succionando levemente su cuello porque sabía que eso la excitaba. La vi tragar saliva e intentar disimularlo sin siquiera mirarme, lo que me hizo saber que había conseguido mi objetivo.

Gané el primer partido diez a cinco, lo cual me indicaba que no sería tan difícil resultar vencedor al final de esta competencia. Me equivoqué. El segundo round me lo ganó diez a ocho. La rubia le había agarrado la mano y eso me lo hacía más difícil. Además, los dos éramos bastante competitivos, por lo que esta situación se volvió intensa porque ninguno iba a bajar el ritmo.

—¿Lo terminamos en diez o tiene que haber diferencia de dos? —Pregunté antes de poner en juego el disco cuando estábamos empatando en nueve. Quería que las reglas estuvieran claras antes de que uno de los dos se consagre ganador.

—El que mete este, gana. —Dijo muy segura.— ¿O tenés miedo de perder?

Sonreí en su dirección como respuesta y golpeé el disco para hacerlo rebotar en los bordes de la mesa. Hacía ya un rato que teníamos público. Al parecer en la parte familiar del salón se había corrido la voz de nuestra competencia, porque los únicos que no estaban alrededor nuestro eran mi hermana y todos sus compañeritos del jardín. Todos mis primos no tan chiquitos alentaban por Malena, al igual que mi papá y el de ella. Los que me apoyaban a mí eran su mamá y mis tías. Este último punto duró más que el resto. Llevábamos casi cuatro minutos disputando el disco hasta que finalmente entró en la ranura de uno de los lados de la mesa. El de ella.

El poder de un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora