Soluciones

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Papá me despertó cuando tuvo el almuerzo listo. No tenía ganas de comer pero si no iba, sería un mal ejemplo para Sofía y no tendría la autoridad suficiente para obligarla a comer a ella cuando se encaprichaba para no hacerlo. Desde la muerte de mamá me había vuelto mucho más consciente de mis actos y mis palabras adelante de la enana. Me había comprometido con papá a ayudarlo en la crianza de ella y eso es lo que iba a hacer. Ya nunca más volví borracho a casa después de salir de fiesta, ni dije malas palabras cerca de ella y traté de controlar mis impulsos de violencia o agresión.

—Papi, ¿puedo ver Frozen? —Preguntó mi hermana una vez que todos terminamos los ravioles.— Me dijiste que después de comer podía.

—Sí. —Accedió levantándose y yendo al living con ella para ponerle su película preferida una vez más. Antes de desaparecer del todo de la cocina se volteó a mirarme.— Esperame acá.

Me encogí de hombros en respuesta aunque no pudiera verme y aproveché para levantar la mesa.

—No te lo dije para que laves todo. —Dijo unos minutos más tarde cuando volvió y me encontró fregando los platos.— Dejá eso y vení, yo después lo termino. —Me pidió señalando la silla en la que había estado sentado antes.

—Juro que esta vez no me mandé ninguna cagada. —Advertí obedeciéndolo confundido.

Papá rió y negó con la cabeza.

—¿Estás bien vos?

—Sí, ¿por?

—Estuviste todo el almuerzo con cara de culo y no le prestaste nada de atención a lo que te hablaba Sofi. También anoche volviste demasiado temprano para ser viernes y no traías buena cara. —Señaló.— De hecho volviste, lo cual ya es raro considerando que iban a estar solos en la casa de Malena y que Mariano ya se hizo a la idea de ustedes durmiendo juntos.

—Ah, ¿es por eso? —Dije intentando sonar despreocupado.— No pasó nada.

—¿Se pelearon? —Negué con la mirada puesta en el mantel, lo cual hizo que él se diera cuenta que le había mentido.— ¿Qué pasó?

—Creo que nos vamos a separar. —Admití evidenciando la tristeza en mi voz.

Me había quedado hasta tarde en la madrugada dando vueltas en la cama pensando en qué pasaría con nosotros dentro de unos meses.

—¡¿Qué?! —Exclamó muy sorprendido.— ¿Tan mal se pelearon?

—No nos peleamos. —Aclaré.— En enero tiene que volver a Estados Unidos.

—¿Por la universidad?

—Sí, le mandaron un mail que si no empieza el próximo semestre pierde la beca.

—Pensé que ahora que está de novia con vos ya no querría irse para allá.

—Lele quiere estudiar allá, yo soy lo único que la retiene acá y no puedo hacerle eso. Por eso cuando ayer me dijo que si le pedía que se quede lo hacía, le dije que no, que tenía aprovechar esa experiencia porque se esforzó mucho por conseguirlo.

Papá asintió con una sonrisa comprensiva.

—Sos un buen pibe, estoy orgulloso de vos y estoy seguro que tu mamá también. Son pocas las personas que están dispuestas a sacrificarse para que otro cumpla sus sueños.

—¿Hice bien en decirle que se vaya?

—Sí. No sé si es lo correcto porque no creo que haya algo que sea "correcto" en estos casos, pero supongo que lo que estás haciendo es una gran demostración de amor.

El poder de un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora