Cortos de Calle y Poche

Acepto

Calle estaba feliz, hace 9 años se enamoró de una chica, de su misma edad, en el último año de Intermedia.

Todo el mundo le había dicho que era una fase, un amor pasajero, de esos que no duraban, que se rompían, que eran mentiras, de los que dolían, y no valía la pena luchar, de esos que quiticaban y eran inaceptables.

La castaña jamás escuchó esas voces oscuras, llenas de envidia, mucho menos de odio. La chica lucho por lo que sentía su corazón, y había pedido a la pequeña salir con ella, quien acepto con una sonrisa.

Llevan 9 años juntas, y cada vez se hacen inseparables, combatiendo todo que se interpusiera en sus caminos, con una sonrisa, de esas que brillaban hasta en lo más profundo de la oscuridad.

En estos momentos, Daniela Calle, aquella castaña que siempre le dijeron que no, le demostraba a todas esas personas que nada era imposible, mientras con un vestido blanco, esperaba en el altar con lágrimas en los ojos, viendo como María José, aquella chica que había robado su corazón hace tiempo, caminaba por un camino de rosas, de la mano de su padre.

– Estás hermosa – Calle sollozó, mientras la peli-azul se paraba al frente de ella con un vestido de encajes blanco.

– No llores, que me vas a hacer llorar a mi también – Poché sonrió con sus ojos aguados, dejando señal de que una lágrima iba a escaparse.

Ambas rieron a lo bajo, mientras dejaban grabar ese momento en sus memorias, esa belleza que solo sus ojos podían guardar, mientras escuchaban al cura hablar.

– Daniela Calle Soto, Aceptas a esta mujer ¿Como tú futura esposa en las buenas y en las malas? – El hombre preguntó mirando a la castaña.

Está observó a Poché a los ojos, y con una sonrisa asintió – Acepto –

– María José,  Aceptas... – El hombre no pudo terminar de hablar, cuando la peli-azul brinco hacia la castaña pasando sus manos por el cuello y besándola.

– Acepto – Comentó dejando lágrimas recorrer sus mejillas.

Los invitados comenzaron a reír, a la desesperación de la pequeña, y muchos observaban arrepentidos al haberle dicho alguna vez que esa relación no iba a funcionar, dejando ver como la castaña le demostró lo contrario.