Capítulo 10

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Entre mis manos se encuentra el collar de Eider. Es el collar más importante que conserva. Era de su abuela. Así que antes de subirme al avión, me lo dio. Me pidió que se lo devolviese cuando regrese a Corea. Me esperará con los brazos abiertos, pero también esperará su collar tan valioso.

Miro por la ventana y veo cómo amanece detrás del aeropuerto. Por fin hay luz en el cielo.

Fue difícil despedirme de mi futura esposa. Eider me abrazó más de cinco veces queriendo así sentirme cerca de ella más tiempo. Se llevaba la mano a sus labios muchas veces. Definitivamente estaba muy nerviosa. Al fin y al cabo, su novio se va a otro país a trabajar y será muy distinto su día a día sin mí.

Sus lágrimas aparecieron cuando escuchamos una voz masculina que decía que los pasajeros de mi vuelo ya podían embarcar. Se echó a llorar y tuve que abrazarla muy fuerte dándole numerosos besos en la cabeza. Le susurré que la amaba más que a mi vida, que volveré muy pronto.

Tengo que reconocer que lloré con ella y me dolió mucho decirle adiós. Es la cosa más difícil que he hecho en mi vida. Los exámenes finales del instituto eran demasiado fáciles comparados con este momento.

Me alejé de ella después de prometernos que nada entre nosotros cambiará cuando regrese. Nos prometimos que cuando vuelva, nos vamos a casar muy pronto.

Y allí, yo pasando el control antes de subir al avión y ella llorando sin dejar de mirarme ni un segundo, nuestros cuerpos se fueron alejando.

Escucho una vocecita cerca de mí y me giro sin pensarlo. Un niño de unos cinco años está a punto de llorar porque tiene que ir en otro asiento. No puede sentarse entre los asientos de sus padres.

Su madre le explica que tiene que sentarse en un asiento que está muy cerca de ellos. Y ese asiento es el que está a mi lado. El pequeño se sienta en este y mira sus zapatos sin decir absolutamente nada.

Guardo el collar de la abuela de Eider en el interior de mi chaqueta.

—Hola —saludo con una pequeña sonrisa y lo primero que ve este niño son mis manos. Abre sus ojos asustado y comienza a llorar llamando a su madre.

—¡Mamá, tengo miedo! ¡Estoy con un chico que tiene tatuajes! ¡Tengo miedo!

Los pasajeros que ya están sentados miran al pequeño y yo no sé qué hacer. ¿Intento hablar con este niño? ¿Me cambio de asiento? ¿Qué hago?

Miro por la ventana, pero en esta veo la figura de la madre del niño.

—Oye, no tengas miedo —intenta tranquilizarlo—. Este chico es bueno. Solo tiene un par de tatuajes y son muy bonitos. ¿Los has visto con atención?

El llanto del pequeño desaparece y giro la cabeza para ver a estas dos personas. Los ojos del pequeño están clavados en mis manos y su madre me está mirando muy avergonzada.

—Lo siento. Es su primera vez en avión —me explica y sonrío sin enseñar mis dientes. Es su primera vez en avión —me explica y sonrío sin enseñar mis dientes.

—No te preocupes.

La mujer le da un beso en la mejilla a su hijo y vuelve a su asiento después de abrocharle el cinturón a su pequeño.

Los ojos del niño ahora miran mis ojos.

—Hola —dice y me río un poco. Él sonríe tímido.

—Hola. Soy Jungkook —me presento con una sonrisa y acerco una mano a la suya para que la estreche—. Puedes llamarme como tú quieras.

—¿Te puedo llamar kookie? —estrecha su mano con la mía y no la suelta. Me mira de forma tímida y sigo sonriendo—. Es que nunca antes he escuchado tu nombre.

—Claro. Pues soy kookie para ti —asiente y coge uno de mis dedos—. ¿Y tú cómo te llamas?

—Mario.

Y en ese momento, el avión despega y paso todo el vuelo hablando y jugando con el pequeño Mario.

𝐖𝐎𝐑𝐊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora