Capítulo 20

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He mentido a mi mente diciendo que estaba bien, que solo echo de menos a Eider Pero esto son puras mentiras para calmar a mi futura esposa y también para intentar calmarme. No quiero que se preocupe por mí. Está bastante ocupada con el trabajo de sus sueños y no quiero arruinar su humor ni su gran esfuerzo en su sueño.

En realidad, no sabría decir cuántas veces me ha pedido que le envíe una foto tomada en ese mismo momento cuando estábamos en llamada. He rechazado sus videollamadas. No sé cómo reaccionaría si me viese tirado en el piso, borracho, sin camiseta y con la cara hecha un asco con las miles de lágrimas que han mojado mis mejillas. Mis ojos estaban rojos e hinchados.

Calmé a Eider diciéndole que estaba bien y que solo lloraba porque la echo mucho de menos. Ella reía desde la otra línea y repetía una y otra vez que me he vuelto muy sentimental porque he bebido bastante.

Oh, Eider, mi dulce Eider. Si supieras la verdad... No sé qué harías. No sé si vendrías aquí pillando el primer vuelo que encuentres. Maldita sea, Eider. Solo te quiero a mi lado, pero no quiero molestarte con mis mierdas. Perdón, con mi única mierda. Llevo muy poco tiempo en Australia y ya quiero escapar de este maravilloso país que todavía no conozco.

Si alguna vez te ocurre esto, ruego que me lo cuentes inmediatamente. Esto es muy serio y te hará sentir terriblemente mal.

Te imagino en la cama con la ropa destrozada. Llorando y pidiendo ayuda, pero ya es tarde. Unos hombres han tocado el cuerpo que es totalmente mío. Te han puesto sus asquerosas manos encima. Se han restregado contra tu pequeño cuerpo y, tal vez, han estado dentro de ti infinitas veces.

Joder. Pensar en esto me cabrea bastante. Las náuseas controlan mi cuerpo y echo el alcohol que tengo en mi estómago. Me arrodillo delante del váter, abrazándolo. Me deshago del asqueroso líquido llorando sin parar, pero ahora no son sollozos. Ahora son lágrimas recorriendo mis mejillas en silencio.

Eider, prométeme que me dirás esto si algún día te llega a pasar. Cuéntamelo ignorando el trabajo que me hace feliz. Recuerda que mi felicidad eres solo tú. Eres mi sol, Eider. Y voy a luchar por ti. Lucharé día a día en este gran país que está tan lejos del nuestro. Lucharé para que me veas feliz en las próximas videollamadas. Lucharé para traer dinero a casa y así, si hay suerte, acurrucarme contra tu hinchada barriga susurrando dulces palabras a nuestro pequeño bebé.

Un bebé en tus brazos. Un bebé que, al mirarlo, me haga sonreír como tú solo puedes hacerlo. Un bebé completamente nuestro a pesar de lo que acaba de ocurrir en mi apartamento australiano.

Nuestro bebé y tú, mi diosa. Lucharé por nosotros y, cuando los vea, me veran olvidar este asqueroso acontecimiento.

Me quedaré en Australia trabajando como si nada hubiera pasado. La seguiré viendo cada día porque es mi jefa y no puedo escapar.

Sé que lo que estoy diciendo no lo estás oyendo. No tienes ni idea de lo que ha pasado ni sabes cómo me siento.

—Eider, te amo, mi vida. Gracias por llamarme —digo despidiéndome de la mujer que significa todo para mí.

Cuelgo y me abrazo a mí mismo en el suelo frío del baño. Entre lágrimas, intento dormir.

𝐖𝐎𝐑𝐊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora