Capítulo 3

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Después de desayunar, me dirijo a mi habitación. Lo primero que veo cuando entro allí son papeles esparcidos en la cama. Estos están escritos y algunos han sido imprimidos a color.

Me acerco a ellos y abro mucho los ojos a modo de sorpresa al darme cuenta de qué es esto. Mierda. Eider se ha dejado parte de sus diseños en casa. Deberían de estar en su carpeta, pero esta se encuentra al lado de los tantos papeles.

Los reúno como puedo para no desordenarlos y los meto en la carpeta gris, pero antes de meterlos allí, una pequeña nota cae en la cama. El tomo leo:

"El número del amor de mi vida (por si algún día pierdo el celular o le ocurre algo)"

Leo mi número y sonrío, pero mi sonrisa desaparece. Tengo que darme prisa e ir a su trabajo para entregarle todo esto.

Meto la nota en la carpeta y comienzo a prepararme. Me pongo un jersey negro con unos pantalones rotos y unas botas negras. Al verme al espejo, no le hago caso a mi cabello. Está hecho un desastre y no me importa.

Tomo la carpeta, las llaves, mi cartera y mi celular. Corro escaleras abajo y cierro la casa. Una vez dentro de mi auto, dejo todo en el asiento del copiloto y comienzo a conducir hacia el trabajo de mi futura esposa.

Comienzo a pensar en cómo será mi vida allí en Australia. Mierda, Australia. Queda demasiado lejos, pero tengo que ir para conseguir dinero. Las cosas serán muy distintas cuando llegue allí. Por ejemplo, no tendré al amor de mi vida en la cama como todos los días. No tendré a mis amigos cerca para quedar en algún bar para tomar alguna que otra cerveza entre carcajadas y palabras estúpidas. No tendré el cariño de mi querida madre cerca.

Suspiro y pisé el freno rápidamente escuchando las ruedas de mi coche y de otro parándose en la carretera. Mi cuerpo se mueve de una manera brusca pegándose al volante. Me quejo por el dolor que siento debajo de mi caja torácica. Llevo una mano a mi cabeza y respiro lo más despacio que puedo mientras el dolor no para.

—¿Tú no ves el stop? —grita el conductor del coche que casi choca conmigo. Se ha bajado del vehículo y ahora no para de gritarme.

Trago saliva y cierro mis ojos intentando, de nuevo, respirar despacio. Estoy pensando demasiado en mi futuro en Australia, pero solo pienso en las cosas negativas. No estoy centrado en el presente, en tener la cabeza solo en la carretera.

—¿Estás sordo o qué mierda te pasa? —grita todavía más alto porque no respondo. Le da un golpe al cristal de la puerta del piloto de mi coche. Lo miro y niego.

Bajo la ventana y me encuentro con este hombre. Un hombre bastante grande con unos músculos muy desarrollados. Me mira con cara de pocos amigos y solo me queda ser fuerte para hablar con este grandullón.

—Lo siento mucho. De verdad, lo siento —digo con una mano en mi pecho—. No estaba concentrado en la carretera. Lo siento.

—¡Si no estás concentrado en la carretera, no conduzcas! ¡Eres un peligro para todos los conductores!

Grita esto caminando hacia su coche. Sube en este y da un portazo. Comienza a conducir muy rápido, puedo escuchar cómo las ruedas giran contra el suelo.

Sigo conduciendo, pero antes de hacer esto, veo que hay una pequeña fila de coches detrás de mí. Uno de los conductores saca la cabeza por la ventana y dice:

—¿Estás bien?

Yo solo asiento con una sonrisa forzada.

Por fin los coches comienzan a moverse de nuevo y yo sigo con mi ruta. Llegó al edificio donde se encuentra Eider y aparco delante de este. Tomó aire antes de salir del coche con la carpeta de mi chica.

Camino hacia la puerta del edificio y allí está el grandullón de Julian. Me dedicó una sonrisa después de saludarme con una mano como siempre hace cuando vengo a visitar a mi chica.

Al entrar, escucho una canción muy relajante. Me paro en seco y aprieto la carpeta contra mi pecho cerrando mis ojos. Por fin estoy aquí, sano y salvo sin cometer un desastre en la carretera.

—Buenos días, señor Jeon—me saluda Anastasia, la primera recepcionista que puedes encontrar al entrar en este edificio.

Sonrío un poco pasando delante de su escritorio saludándola. Ella me mira con el ceño fruncido. Se acaba de dar cuenta de que algo ocurre. Sé cómo es. Después le preguntará a Eider qué me pasa. Esta chica es demasiado callada cuando entro en este edificio. No es la primera vez que la encuentro con un lápiz sobre sus labios rodeándolo mientras me mira en silencio.

Entró en el ascensor y marcó el piso cuatro. Las puertas se cierran y en ese momento, la música relajante aparece de nuevo. Tomo aire y paso mi lengua por mis labios esperando que las puertas se abran.

Salgo del ascensor y Alice, la recepcionista del piso en donde se encuentra Eider, me saluda.

—Hola, Jungkook. ¿Vienes a visitar a Eider? —me pregunta con una dulce sonrisa. Asiento y ella se pone de pie.

Me ha llamado por mi apellido varias veces, pero eso solo al principio. Hace meses que no pronuncio mi apellido. Ya no lo hace porque no es la primera vez que viene a mi casa. Ahora es amiga de Eider y es una buena chica. Siempre está sonriendo y es muy amable. Yo también la considero mi amiga. Da gusto tener una persona como ella en tu vida.

—Hola, Alice. Así es. Vengo a visitar a mi novia.

—Futura mujer —corrige con una risita y asiento con una pequeña sonrisa—. Puedes pasar a su despacho. Ahora no tiene ninguna reunión.

Paso delante de Alice y sé que sus ojos están clavados en mí. Toco la puerta de Eider dos veces y escucho su voz diciendo que puedo pasar. Al entrar, la encuentro sentada detrás de su escritorio y una gran sonrisa aparece cuando me ve allí. Se levanta rápidamente y cierro la puerta.

—¡Mi amor! —dice muy feliz y se acerca a mí. Sostiene mi rostro entre sus manos y me da un dulce beso— ¿Qué haces aquí?

Sonríe pícaramente y mueve su cuerpo, quedando en una pose sensual. Sonrío un poco y le entregó la carpeta. Miro hacia el suelo y escuchó cómo deposita la carpeta en su escritorio.

—Oye, ¿qué ocurre, cariño? —me pregunta colocando sus manos en mis brazos. Me lleva al sofá en donde hemos tenido sexo oral o solo sexo miles de veces—. Pasó algo, ¿verdad?

—Eider —empiezo y, para mi sorpresa, noto cómo una lágrima corre por una de mis mejillas—. Tengo miedo. Australia me da miedo.

𝐖𝐎𝐑𝐊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora