El aire frío de Inglaterra roza mi piel. Froto mis manos para calentarlas un poco.
Dejo atrás la casa. Sí, la casa. Esa casa que es solo nuestra y está repleta de recuerdos. Recuerdos de Jeon Jungkook y de Eider West. Casi todos son recuerdos felices y esto me pone muy contenta. No hay rastro de grandes discusiones en nuestra casa.
Conduzco hacia una casa que es mucho más grande que la nuestra. Una vivienda llena de objetos caros y modernos. La altura de esta casa se me hace interminable. Es muy alta porque tiene cuatro pisos con muchísimas habitaciones.
Aparco delante del portal marrón de la casa y toco el timbre. Espero que alguien conteste mientras coloco mejor la bufanda en mi cuello.
—¿Quién es? —escucho la voz de una mujer y sé quién es al instante.
—Annabel, soy Eider. Eider West.
Pasan unos segundos y, por fin, el gran portal se abre.
Atravieso el gran jardín caminando sobre el suelo hecho con varias piedras lisas. Antes de tocar el timbre, Anabel abre la puerta.
Viste un vestido negro y un delantal blanco. Su pelo está recogido en un moño un poco desordenado.
Sonríe un poco y me deja entrar en la gigantesca casa. Cierra la puerta y deposito mi abrigo en el perchero. Me quito la bufanda, el gorro y los guantes y Anabel me los quita de las manos con amabilidad.
—El señor Michele está en el estudio —me explica después de dejar mis cosas en una pequeña mesa blanca.
Camina conmigo escaleras arriba y no dice absolutamente nada. Es una mujer callada, pero es muy amable con el dueño de la casa, familiares e invitados.
Sé que en esta casa hay varias personas trabajando para el servicio del dueño de la vivienda. Tres guardaespaldas, dos amas de casa y un chico joven que le ayuda con su trabajo.
Antes de llegar al estudio, se detiene y señala la puerta en donde se encuentra este hombre.
Entro y lo encuentro de espaldas. Su pelo llega un poco más abajo de sus hombros. Lleva un cárdigan de varios colores, unos pantalones anchos de color amarillo y unos zapatos rojos.
A este hombre le encanta los colores. Es un amante de todos los colores que existen.
Se gira al escuchar mis pasos y veo que tiene unas tijeras en la mano. Me mira sorprendido y deja las tijeras sobre la gran mesa en donde estaba trabajando segundos antes.
—¡Eider! —dice asombrado y camina hacia mí. Me abraza y me mira—. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás en Australia? ¿Y Jungkook?
Muevo un poco las manos para que pare de hacer tantas preguntas.
—Hola, Alessandro —digo y sonríe un poco sin dejar de mirarme—. He vuelto porque quiero seguir trabajando. No es bueno acumular las miles de cosas que tienes que hacer —asiente y me coge por el brazo con mucha delicadeza.
Me lleva hacia varias sillas y me siento en una de ellas. Él hace lo mismo.
—Necesito seguir con mi carrera. No estaría aquí si supiera cuando se va a despertar Jungkook —digo y se lleva las manos a la boca sorprendido.
—¿Está en coma? —asiento despacio y trago saliva intentando no llorar—. Lo siento muchísimo, Eider. Si necesitas cualquier cosa...
—Aquí estás porque eres un gran amigo y una gran persona —lo detengo y digo todo esto sabiendo que siempre me lo dice. Sonrío y él casi suelta una carcajada.
—Esa soy yo. Ya me conoces —dice sonriendo—. ¿Hay alguien en Australia que te informe sobre el estado de Jungkook? —asiento.
—Un amigo suyo me informará de absolutamente todo. Se llama Robert y he pasado todo este mes con él, en su casa.
—Parece un buen chico —se queda pensando con una mano en la barbilla—. Oye, no creo que todo el mundo permita que alguna persona desconocida se quede en su casa —me río porque no se está enterando de mucho.
—Me conoce porque ha visto el fondo de pantalla de Jungkook y no soportaba verme en el hospital todos los días.
Asiente y toma una de mis manos.
—Espero que se recupere pronto, mi Eider —dice y me río un poco al escuchar como me llama—. Estaré contigo el mayor tiempo posible, ¿de acuerdo? Podremos salir a algún sitio —hace una pausa y mira el techo. Sé que está nervioso.
—Eres la persona que todo el mundo habla desde el desfile que se canceló —abro mis ojos sorprendida y me levanto de la silla escondiendo mi rostro—. Si sales, tendrás que usar gafas de sol y ocultar tu boca con la bufanda. Ese es el único modo para esconderse de la gente y los paparazis.
Gruño enfadada y mis manos se convierten en puños mientras camino de un lado al otro.
—Por lo menos iremos igual —dice con una sonrisa nerviosa—. Me escondo de la gente de esta manera.
Asiento y no abro la boca. Si lo hago, asustaré a Alessandro con todo lo que soy capaz de decir. No soy una chica de pocas palabras cuando se enfada.
Miro los papeles esparcidos en mi escritorio y empiezo a juntarlos despacio. Los uno con trocitos de cinta adhesiva y, por fin veo los dibujos tan importantes de Jungkook. Los dibujos que están llenos de recuerdos, nuestros recuerdos.
Desbloqueo mi móvil y le pido a Robert la dirección de su casa.
Enviaré los dibujos que he destrozado. Jungkook los necesita cuando se despierte.
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𝐖𝐎𝐑𝐊
Fiksi PenggemarQue te engañen es demasiado fácil, pero es todavía más fácil cuando te engañan en el trabajo. Jeon Jungkook tiene que mudarse a Australia para comenzar a trabajar en una empresa muy importante. Su prometida se queda en Corea extrañandolo. Pero esto...