Capítulo 12

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—¿Y qué tal tu amante Rui-chan?

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—¿Y qué tal tu amante Rui-chan?

La rubia lo miró de reojo para regresar su mirada hacia su cuaderno y terminar de llenar las últimas líneas de su trabajo de literatura, el castaño había estado un buen rato ahí y no hacía otra cosa que molestarla.

Raito había percibido el claro olor de Azusa y aunque no se había molestado por llevar el olor de un Mukami si que se estaba molestando con ver aquella expresión de molestia en ella.

—¿No tiene mejores cosas que hacer?

—Si se trata de ti no tengo nada mejor que hacer.

—Que fastidio.

—Oww pero si yo te adoro.

Las manos de ella chocaron contra el escritorio y se levantó de golpe para girarse a ver a Raito que aún mantenía una sonrisa en su rostro.

Un rostro atractivo que la rubia golpearia en ese momento si es que no lograba  calmarse.

«Tranquilizate Rui».Trató de calmarse soltando un pesado suspiro para volver a sentarse aún viéndolo. «Esto de la maldición es preferible que se desastabilice solo con Azusa». Se cruzó de brazos rogandole a los cielos porque un rayo le cayera al Sakamaki y así ella no se mancharía las manos. «Nada bueno te traerá golpearlo».

Aquellos libros de autocontrol que había leído tiempo atrás como parte de su educación para ocultar sus sentimientos estaban regresando a su memoria, todas aquellas frases que se había aprendido hasta de memoria volvían como un balde de agua fría calmandola en segundos. Raito Sakamaki era el hijo del rey, era un ser que no podía ser tocado con tanta despreocupación, si Karlheinz se enteraba de ello un fuerte castigo se le daría y sería gracias a su importancia que no sería asesinada.

—No es mi amante —comentó la rubia para dejarlo claro.

—Eres mala mintiendo Rui-chan.

—Piensa lo que quieras pero no lo es, y no se te ocurra ir por ahí contando cosas que no son.

—Ajá —aceptó vagamente, respuesta que no la convenció a ella—, bueno me iré, recordé que deseaba ver a mi hermanito menor Ayato.

La rubia hizo una mueca para levantarse, el sujeto que estaba en sentado en su cama apunto de levantarse era ciertamente molestó y si la paciencia de la rubia se terminaba iba a acabar con él y a su hermano menor que también la había sacado de quicio.

Deshecho aquellas ideas para sentarse en las piernas del chico bajó su atenta mirada.

Rui era una perfecta actriz con la capacidad de volver cualquier escenario su lugar.

La residencia Sakamaki no iba a ser lo contrario.

Cruzó sus delgados brazos en el cuello del chico que sonrió coqueto y la tomó de las caderas saliendo de su pequeño estado de shock, Rui había hecho callar a muchos sus secretos utilizando la más sencillas formas, la más efectiva era matando al testigo, lástima que esta vez no podía hacerlo ya que era un príncipe al que debía silenciar.

La diabólica hermana de YuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora