Capítulo 24

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La mansión estaba silenciosa y no había más que dos personas en dicho lugar; la rubia estaba concentrada y con la cabeza metida entre varios libros buscando hasta el más pequeño dato que hubiera de Adan y Eva, y Azusa dormía plácidamente en el regazo de la menor.

«No hay nada», cerró el ultimo libro y sonrió para querer moverse recordando que tenia al menor de los Mukami tumbado con su cabeza sobre su regazo.

El chico se había tumbado ahí y al final terminó quedadose dormido.

Rui había empezado bien temprano, y estaba planeado faltar por ese día, Azusa al verla ahí se durmió pegado a ella y los Mukami aunque quisieron despertarlo se habian ganado una negativa por parte de la gata.

Ella lo movió ligeramente esperando que despertara pero no lo logro.

Un suspiró agotado se escapó de sus labios, las piernas le dolían por estar en aquella posición por tanto tiempo y ya deseaba levantarse pero no quería despertar de manera abrupta al vampiro.

Sus ojos se pasearon por la sala y pararon en el rostro del chico, tenía pestañas ligeramente largas, un rostro fino y labios delgados. «Que llamativo, en una versión femenina de seguro seria alguien bastante hermosa», aunque... «tambien seria alguien denominada como frágil al igual que Christa». Había visto a la mamá de Subaru en un cuadro y le había parecido alguien muy delicada y preciosa, con la hermosura de una rosa y la fragilidad de un cristal.

La triste historia de aquella mujer llegó a sus oídos porque Shizu observó que se quedaba mucho tiempo mirando la pintura y le contó todo pero después de escuchar la historia simplemente deseo ignorar por el triste final que aquella dama blanca paso. «Si hay una siguiente vida despues de esta que sea feliz Christa-sama».

Alejó aquellos pensamientos y posó una de sus manos en la mejilla de él para acariciarla y al verlo abrir sus ojos lentamente, sonrió.

Una cálida sonrisa.

Una expresión totalmente genuina como todas las que siempre él provocaba en ella.

—Despertaste.

—Lo siento  se disculpó él tras levantarse-, Rui-chan debiste... estar incómoda conmigo, no volverá... a pasar.

—No le tomes importancia.


La rubia se estiró al fin sintiendo el cuerpo liviano, la posición no habia sido para nada incómoda pero si le había dolido estar en la misma varias horas y no habia podido moverse ni un solo pelo al no querer despertar al de cabellos grisáceos.

La diabólica hermana de YuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora