Jack

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Me sentía como la mierda, mis padres habían regresado de su viaje y Anna había muerto en mi casa, la consideraba mi madre, a fin de cuentas fue la única persona que estuvo en todo mi crecimiento conmigo. No pude siquiera ir a su entierro; no fuí capaz, si no hubiese salido de casa con Karla, tal vez hubiese estado presente cuando ella tuvo ese maldito ataque y hubiese llegado más pronto que el cabrón de Peter al hospital.

Luego de una relajante ducha decidí ponerme a realizar algunos balances de la empresa en mi habitación, no tenía ánimos de encontrarme a mis padres y por ello no bajaría.

—A sus órdenes Joven Williams— una voz suave y dulce irrumpió mi trabajo y mi habitación, sentí un escaneo.

—¿Tú eres?—pregunté y entonces levanté mi mirada para poder reparar lo que tenía frente a mí y vaya que era bueno, una jovencita de piel blanca nivea y suave. Ojos azul oscuro, una larga cabellera castaña y el rostro más angelical que había visto en mi vida, no era curvilínea en exceso, tampoco plana, toda una princesita. Le regalé una sonrisa—Déjame adivinar, entras a mi habitación sin tocar para abusar de mí, si es así, te ahorro el trabajo.

Los colores subieron a sus mejillas y pasó la lengua por sus labios rosa antes de responder.

—Soy Kathell, la nueva ama de llaves de su casa; a sus órdenes Joven Williams.

—No tienes idea de la cantidad de órdenes que estoy dispuesto a darte— dije eso desde mi instinto sexual y luego noté que mis padres no perdieron el tiempo para contratar a cualquier otra que ocupará el puesto de Anna. No les importó— Retirate como sea que te llames y que sea la primera y última vez que entras a mi habitación sin tocar.

De verdad estaba demasiado molesto. Para ellos la muerte de Anna no fue relevante; solo se sintieron afectados porque perdieron un empleado más y claro que no perdieron el tiempo para contratar la primera persona que lo solicitó. Esa jovencita podría estar capacitada para ocupar el puesto de trabajo, pero jamás nadie me entendería como Anna lo hacía, nadie se preocuparía tanto por mí. Mi mayor deseo en estos momentos era volver a verla aunque fuese por unos escasos minutos y que me hiciera sentir como un ser humano que es capaz de amar.
Y sí, amé a Anna Harrison como a una madre. Sólo esa vez sentí amor de verdad y me creí un ser humano bondadoso y capaz de sentir.

°°°°

Dos días habían pasado desde mi encuentro con la nueva ama de llaves, mis padres habían viajado la noche anterior y por ello decidí bajar al comedor a desayunar, pondría a esa chiquilla en su sitio.

—Buenos días Joven— me saludó Peter mientras bajaba las escaleras, hice un asentimiento a modo de saludo.

—Peter pide que traigan mi desayuno al comedor del porche de la piscina.

—Como ordene Joven.

—Peter— paré al hombre mientras se dirigía a la cocina y volteó— Que lo lleve la nueva ama de llaves.

Extrañaba el aire natural, sin embargo, el simple hecho de imaginar entablar una conversación con mis padres hacia que mi genio se pusiera de los mil demonios.

—Joven Williams— saludó la castaña y ordenó la mesa, el desayuno constaba de huevos revueltos, tostadas con salsa de piña, baecon, café y zumo de naranja— ¿Se le ofrece algo más?— preguntó con suma sutileza.

—Toma asiento— Señalé la silla que estaba frente a mí, la chica de ojos familiares me vio algo sorprendida, hizo lo que le ordené — Kathell, ¿Cierto?— asintió— Comprenderás, tal vez tienes un buen currículum, quizá buenas recomendaciones, experiencia— la castaña me miró como si no entendiese de lo que le hablaba— O no sé cuál fue la principal razón de mis padres para contratarte. Pero de verdad, no necesitamos una ama de llaves, ya soy un adulto y puedo encargarme de la casa, así que por ello te estoy despidiendo.

A Sus Órdenes Joven WilliamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora