Kathell

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Cuánto alcohol tomé como para llegar al punto de sobrepasar mi autocontrol y atreverme a decirle al imbecil de Jack que lo deseaba, eso fue demasiado humillante y denigrante para una sola persona.

Sus palabras la noche que me encontró con Fred en mi habitación fueron como dardos puntiagudos que traían consigo fuego que te perforaba el pecho y quemaba por dentro, me trató como peor se le denomina a una mujer, no estuve con Fred, seguí al pie de la letra el dicho contrato y estaba dando lo mejor de mí por ganar el dicho reto que hasta donde estábamos y teniendo en cuenta sus palabras él no pensaba disolverlo. Fue excitante leer que estaría a sus órdenes en todos los sentidos cuando de tratar necesidades se tratase, nunca imaginé que pasaría esto y que no tuviera otra opción más que servirle cómo a él se le antoje aún sobrepasando todo el maltrato que me venía realizando todos los días desde que sucedió el mal entendido, porque eso fue lo que sucedió, un mal entendido.

Agradecía que en días no había rastro del castaño en la mansión, lo extrañaba, extrañaba la danza de nuestros labios y la comunicación de nuestras miradas, pero lo mejor era desistir de un imposible.

— Kathell— llamó Peter mi atención y levanté la mirada de mi móvil donde buscaba el número de Lilian para que me acompañará al banco.

— ¡Eh! Peter qué gusto verte— sonreí amable.

Peter me devolvió el gesto— No sé si yo he estado muy ocupado o tú muy distante de la realidad.

— Raras veces me encuentro centrada en la realidad— confesé y el señor tomó asiento frente a mí.

Peter en toda su expresión denotaba madurez, un señor bastante bien parecido y para nada desagradable, eso era Peter; si alguna vez me pidieran crear un prototipo para un padre ideal lo crearía con la mayoría de las actitudes de él; se preocupaba tanto por mí que me hacía sentir importante.

— Comprendo— aclaró la garganta— ¿Sabes que puedes confiar en mí.

Asentí y Peter continuó— ¿Qué sucede Kathe?. Te ves distraída y aunque sueles serlo, últimamente te pasas de los límites de lo habitual.

— Extraño a mamá— aunque era verdad esa no era la razón de mi distracción la verdadera razón tenía nombre y apellido, Jack Williams.

— Yo también, no sabes cuánto— tuvimos unos largos segundos de silencio— Te confieso que me arrepiento todos los días desde que ella no está de no haberle confesado mi amor, la amaba Kathe.

— Sospechaba eso Peter— reconocí.

— Solo era su mejor amigo; temía que por el hecho de confesar lo que sentía ella se alejara de mí.

— Es muy tarde Pet, demasiado tarde, si lo hubieses hecho, si te hubieses arriesgado hoy la historia tendría un final distinto; no un final feliz; pero si distinto, donde no estarías con la incertidumbre de saber que podría suceder— Peter tragó grueso.

—La extraño también— miró al cielo desde el vidrio de la sala de estar que conectaba al jardín— Por eso te cuido, porque los deseos de ella son órdenes para mí, además, son tan parecidas.

— Por algo es mi mamá— sonrió— Mereces ser feliz Peter, es duro, pero mamá no está y no volverá, debes volverte a enamorar.

— Solo nos enamoramos una vez Kathell, solo amamos con cuerpo y alma una sola vez, el resto solo queremos y llegamos en algunas ocasiones a apreciar— asentí ante la sabiduría de Peter— ¿Estarás bien?

Asentí— Si necesitas cualquier cosa me dices y si algún día decides hablar con este viejo que puede llegar a ser tu padre aquí estaré ¿De acuerdo?.

A Sus Órdenes Joven WilliamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora