Kathell y Sean

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Narra Kathell

Y de eso se trata la vida, de querer ir dejando huellas en ti, de enseñarte y prepararte para ser mejor persona cada día, es de valientes tener miedo, miedo de intentar levantarte después de que te has caído demasiadas veces; lo mas difícil es volver a confiar y más si una de las personas que te aventó al suelo es quien te brinda su mano para que te levantes y te invita a caminar en su compañía. 

Dudas de que sea sincero, dudas de tomar la mano, dudas de respirar, dudas de todo, porque has conocido la maldad y conocer la maldad es enfrentarte a la realidad; dichosos los escritores, los lectores, los músicos, los pintores y todas aquellas personas que son capaces de canalizar la horrible realidad a través del arte. 

Mi vida transcurría bastante cómoda, estaba dando lo mejor de mi para recuperarme, después de mi rescate pude recuperarme y tomé cartas en el asunto respecto a Fred; él y su padre apoyaron la idea de que fuera internado en un centro de rehabilitación psiquiátrico, en la noche había una cena en casa de Simón, él y mi mejor amiga tenían algo importante que anunciar; por otro lado, Karen llevaba una semana de haberse ido a vivir con Camilo; los señores Williams antes de irse de viaje a Italia habían contratado nuevas personas para el servicio, Amanda estaba de vacaciones en Puerto rico con el gran amor de su vida y yo...

Pues yo estaba en casa cumpliendo con mi trabajo de ama de llaves mientras que terminaban el trabajo de adecuación del local donde abriría mi cafetería. Desde la cama veía a Jack acomodándose la corbata frente al espejo del tocador de nuestra habitación; NUESTRA, se sentía tan bien estar a su lado, es como si todo cobrara color y todo estuviera  en su lugar, extrañaba a mamá, pero sabia que estaba conmigo, me sentía completa; sentía que estaba en el mejor lugar del mundo y con las personas ideales. 

— Buenos días mi princesa, creí que seguías dormida— el castaño se acerco a mí y me dio un casto beso en los labios. 

— Estaba pensando— me miro inquisitivo— Si, pensando, acaso no puedo pensar. 

— Claro que puedes hacerlo mi amor; pero me preguntaba ¿que pensamientos ocuparan la cabezita de la mujer mas hermosa del universo?— acarició mi cabello con la yema de sus dedos y suspire al sentir la tranquilidad que emanaba el aire y el dulce y a la vez atrayente aroma de su perfume.

— Pensaba acerca de la vida y de nosotros, lo mucho que hemos cambiado y crecido como personas— sonrió— Está todo en su lugar, aunque admito que me gustaría tener noticias de la recuperación de Fred. 

— Es una pena, pero estará todo bien, hacen tres meses que te rescatamos y que el tipo esta internado, todo llevara su tiempo— me miro con dulzura. 

— No te has ido y ya te extraño— acaricié su barba de tres días.

— Estaré temprano aquí para ir a la cena en casa de Simón y créeme que si me sigues viendo así enviare a los socios de Japón a la jodida mierda y te follare en esa cama hasta el cansancio recordandote lo  mucho que te amo. 

Reí— Estas loco— bese sus labios como queriendo detener el tiempo— Te veo mas tarde mi amor. 

Me levante de la cama y camine hasta el baño contorneando mis caderas porque sentía su mirada profunda clavada en mi espina dorsal. 

— No me provoques Harrison— corrí hasta el baño y puse seguro mientras me carcajeaba. 

— Lo pagaras caro bendita castaña— dijo antes de que escuchara el estruendoso sonido de la puerta, así que supuse que salio de la habitación echando chispas por su erección. Me compadecía de sus empleados. Reí de nuevo y procedí a asearme. 

A Sus Órdenes Joven WilliamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora