Kathell

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Podía sentir algunos rayos del sol en mi mejilla, no quería abrir mis ojos, me sentía tan descansada y en calma; no podía pedirle más a la vida, sentía que estaba en un lugar al que pertenecía y que si abría los ojos me podría perder o alejar.

— Vamos princesa, abre los ojos, sé que estás despierta— una voz dulce habló y luego en beso en el cabello lograron el acometido de que mis párpados se separarán y pudiera contemplar al Adonis que tenía a mi lado sin camisa, su cabello desordenado como siempre, sus ojos verdes con leves toques de avellana ocasionados por el contraste de la luz solar, sus labios que me atraían como un imán, su nariz perfectamente perfilada y sus facciones bien marcadas lo hacían un hombre atractivamente ideal y lo mejor de todo es que la mujer que estaba entre sus brazos era yo, rogándole a Dios que no hubiese roncado en toda la noche, que no hubiese babeado su pecho y que mi aliento fuese al menos prudente.

— Puedo escuchar el mar— dije con voz ronca las primeras palabras de mi día— Buenos días joven Williams.

— Buenos días para usted señorita Kathell— me dió un beso en la comisura de los labios mientras recostaba su espalda a la cabecera de la cama conmigo aún en su pecho.

— ¿Qué hora es?— pregunté mientras hacía círculos en su bien trabajado abdomen.

— No lo sé y no nos debe importar; no quiero estar en casa, ver a mis padres no es agradable para mí.

— Jack no quiero parecer intrusa o algo así. Pero tus padres te quieren pienso que sí tal vez hablaras con ellos, las cosas mejorarían.

— No me siento preparado para hablar con ellos Kathell; temo desilucionarme.

— De acuerdo— levanté mis brazos en señal de rendición— No insistiré más. Sin embargo, debes ir a trabajar porque has estado ausente desde que regresaste del viaje y yo también debo ir a trabajar.

— Está bien.

El castaño se levantó de la cama dejándome ver a través de su pantalón de pijama la erección matutina que lo acompañaba, pasé mi mirada desde sus pies, sus piernas bien trabajadas, su miembro bien proporcionado, la v que se formaba en su pelvis, sus abdominales que deseaba untar con chocolate y pasar mi lengua.

«Vamos Kathell, cuánta impureza hay en tu mente» me regañé y regresé mi mirada a su rostro.

Jack levantó una de sus cejas en señal de interés y yo mordí mi labio inferior y sentí mis mejillas arder.

— ¿Te gusta lo que ves, princesa?

— No es la gran cosa, puedo asegurarle joven Williams que he visto mejores.

— Calla mujer— pidió mientras sonreía— Te puedo dejar una mejor vista si me acompañas al baño.

— Pff jajajaja— bufé— No eres la gran cosa Jack.

— ¿Estás segura?— de nuevo levantó una ceja y lo que vino después no me lo esperaba me tomó en brazos como una pareja de esposos en su luna de miel, produciendo mis carcajadas.

— Vamos Jack, bajame.

— No te puedo escuchar— dijo en cuanto le puso el seguro a la puerta del baño.

— Estás haciendo esto en contra de mi voluntad. ¿Sabías que te puedo acusar?.

— Aquí está la puerta— la señaló con la mano— Puedes salir y sentarte en la cama a imaginar al dios griego que se baña a escasos metros de ti o puedes acompañarlo y sentirte una mujer afortunada.

— Escojo la segunda— pasé mis brazos por su cuello y me puse en punta de pie para unir nuestros labios en un beso que gritaba lujuria y deseo.

Enredé mis piernas en su cintura y caminamos hasta la ducha sentí su erección en mi intimidad, debido a que solo nos separaban la tela de su pantalón de pijama y unos boxers que él me había prestado para que usara. Jack fue dejando besos mojados por mi clavícula, mi cuello y de mi boca salían gemidos provocados por la excitación del momento.

A Sus Órdenes Joven WilliamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora