Kathell

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Resumiré mi vida en una palabra: Mierda.

Tenía tres días de haber enterrado a mi madre, estaba sola en el mundo y con una vida sin un rumbo que tomar; mis días antes de la fatídica pérdida de mamá tenían más sentido, solía realizar postres y venderlos en el edificio a mis vecinos, esperaba que mi madre llegará del trabajo a las 8 de la noche y compartíamos la cena, me contaba como fue su día y luego antes de dormirnos, contábamos los ahorros para la cafetería de mis sueños.

Está no es la típica historia donde la protagonista es súper dotada y obtiene una beca y va a una de las mejores universidades y conoce al chico popular y este se fija en ella; está es la realidad, la dura, cruel y amarga realidad, donde la protagonista; si llegase a ser yo, no desea ir a la universidad, solo montar una gran cafetería y dónde mi más anhelado deseo no es un príncipe azul, solo vida eterna para mamá y ya ella no estaba.

Estaba ojeando un periódico y llamando a diversos lugares que solicitaban empleada. Las ganancias de los postres no solventarían mis gastos que se reducían a ser: la renta del apartamento que compartía con mamá, mis cosas de aseo personal y mi alimentación. Tenía ahorros sí, pero no los utilizaría para seguir con mi vida de vaga, sería injusto con los años que dedicó mamá a servirle a los Williams usar ese dinero para cosas infructuosas, mis planes eran conseguir un trabajo y con ello poder sobrevivir y ahorrar para mí preciada cafetería.

El telefonillo del portero sonó sacándome de mis pensamientos.

—Will— Saludé al portero— Creo que te equivocaste de piso, soy Kathell— Nadie podría estarme buscando a mí, no tengo amistades, ni conocidos más que mis vecinos y ellos jamás se anunciarían donde Will, vendrían directamente a mi puerta.

—Oh Kathe, te equivocas, te solicitan; la señora Penélope Williams está aquí y dice que necesita hablar contigo— mis ojos se abrieron como platos de la sorpresa, ¿Qué querrá la ex-jefa de mi madre? y ¿qué hace una de las mujeres más nombradas de la florida en el edificio de barrio marginal en el que vivía?

Le ordené a Will que la hiciera pasar y rápidamente arreglé mi coleta y la sala. Yo no estaba presentable, tenía un short y una camiseta rosa que lo cubría por completo, además de estar en calcetines, ¡cuánto desorden!.
El timbre sonó y rápidamente le abrí la puerta, la mujer era tan hermosa cómo se veía en las revistas, rondaba en los cuarenta y tantos, sin embargo, vestía a la moda y su rostro estaba libre de arrugas.

—Señora Williams, pase— la mujer entró y hasta en el modo de caminar mostraba elegancia, usaba un vestido por encima de las rodillas color rosa vieja, con tirantes gruesos, gafas de sol y un bolso de mano. Tomó asiento en el sofá y yo procedí a acompañarla; no salía de la sorpresa, la mujer levantó sus gafas y las puso en su cabello rubio, dejando ver sus ojos color mar.

—Te sorprendes y lo entiendo Kathell— susurro para sacarme de mi análisis, pasó una de sus piernas encima de la otra, no pude evitar observar la punta de sus tacones—Anna trabajó tantos años para nosotros; la extrañamos, eres tal cual como ella te describía.

—Yo también la extraño—dije mientras mis ojos se cristalizaban como pasaba cada vez que alguien me decía que sentía lo de mamá.

—Debes tener 22—asentí—Hace 20 años Anna empezó a trabajar con nosotros y hablaba tanto de su hija de dos añitos que fue imposible no desear conocerte, sin embargo, nunca aceptó llevarte con ella a vivir con nosotros, prefería transportarse por media ciudad entrada la noche, decía, que quería que crecieras con ella aquí, lejos de una vida que no te podría dar.

—Si, mamá siempre evitó que deseará cosas que no me podría dar—susurré para mí misma, recordando los días de mi infancia cuando me quedaba con la señora Mackie todo el día hasta que mamá pasará a recogerme.

A Sus Órdenes Joven WilliamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora