Jack

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Antes, mucho antes creía que los días grises eran solo aquellos en los cuales llovía, mis días después de estar sin la compañía de mis padres eran oscuros, carecían de color, deseaba volver ver el sol, brillar, sentía tiniebla desde el despertar hasta que cerraba mis ojos viendo el techo de mi habitación.

Cuando Kathell llegó a mi vida, más específicamente a mi habitación no me impresionó como pasa normalmente en los libros y películas románticas donde la vi y quedé flechado, mentiría si dijera que fue así, en realidad debo admitir que me pareció guapa y que admiré su cuerpo como un verdadero manjar que no rechazaría, me sentí atraído, pero no como si ella fuese lo más bello que había visto, me sentí atraído sexualmente, me sentí llamado a probar cada centímetro de su piel.

Tal vez la atracción fue aumentando con el paso de los días, cuando la observaba a través de la ventana o cuando observaba como contorneaba sus caderas mientras caminaba; sus acciones se habían convertido en una gran imagen erótica que deseaba observar con frecuencia, me sentía confundido por su presencia en casa, había sido un cambio demasiado drástico el perder una mujer que había sido como una madre para mí y en menos de una semana tener en casa una mujer lo suficientemente atractiva como para permitirme hacer pensamientos impuros de su cuerpo junto al mío. Todo sucedió demasiado rápido, tanto, que me atrevería a decir que en ese tiempo la conocí un poco, a pesar de lo impredecible que podría llegar a ser. Kathell se convirtió en un enigma que quería resolver desde que dijo estar a mis órdenes, y cada vez que realizaba cualquier acción sentía que siempre se salía de los canones de una chica, era demasiado difícil de leer, deseaba saber desde su apellido hasta su temor más grande.

De mi cabeza no salía la imagen de ella en ropa interior y otro hombre semidesnudo en su cama, EN SU CAMA, maldita sea esa imagen estaba acabando con mi cordura, imaginarla en los brazos de otro era algo que nunca podría tolerar, ella era sólo mía; cómo fue capaz de tirarselo a él en la misma cama donde follaba conmigo, le detestaba y por eso me arrepentía de haber asistido a ese bar, me arrepentía de haberla visto bailar con ese estúpido rubio inyectado de proteínas, me arrepentía de traerla en mi auto hasta casa y no poder ni siquiera encontrar nuestras miradas por temor a caer de nuevo en sus redes. Ella era una cualquiera, una zo...

De verdad esperaba más de ella, esas 24 horas con la idea de lo puta que era mi castaña me habían parecido una tortura olímpica y gracias a esa tortura había descubierto que mis sentimientos hacia Kathell se habían convertido algo más que en atracción sexual; fui un estúpido por creer en su imagen de chica buena.

— Estoy realmente ebria— dijo Karen con voz atropellada.

Observe por el espejo retrovisor a las dos chicas que iban atrás y vi a Kathell con los ojos cerrados cantando con voz inaudible la canción que sonaba en la radio.

— Tal vez si hubiese llegado temprano no hubiese podido conducir, el tequila es un trago fuerte— dije regresando mi vista a la carretera.

Sus labios sonrosados se veían tan provocativos, sino apartaba la vista estaba seguro que olvidaría el mundo y me lanzaría a sus brazos.

— Kathell— se dirigió Karen a la castaña— ¿Qué hay del rubio de la disco?

— Es guapo— contestó aún con los ojos cerrados seguramente imaginandolo, sentí mi sangre arder— El típico moja bragas— soltó una risa sarcástica— Es entrenador en un gimnasio y la pubertad lo trató bien, pero yo solo deseo a alguien más y me siento estúpida por hacerlo.

— Estás muy ebria— dijo Karen negando con la cabeza.

— Lo estoy— admitió— Lo suficiente como para confesar que nuestro jefe es también un moja bragas, lo es, lo eres Jack.

A Sus Órdenes Joven WilliamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora