Cada día que transcurre es un nuevo problema.
¿Desde cuándo ha sucedido esto? Desde hace dos años y medio, quizás debería solo irme de la ciudad y no volver, no mirar atrás pero lo que me estanca es mi hermana, no puedo solo abandonarla y dejarla aquí con ellos, no puedo hacerle eso. Hemos pasado por mucho como para tirar la toalla e irme.
Estoy en lo que podría decirse que es mi «oficina»; pero en realidad solo es un escritorio viejo lleno de papeles, en el sótano de un edificio, porque no pude buscar un mejor lugar que este. Estar sentada en una silla reclinable que puede tener más años que Juancho, el señor de setenta y nueve años del pequeño local cerca de mi apartamento, mientras tecleo cuentas y balances sin parar, no es lo más cómodo.
Llegar hasta aquí ha sido una de las malas decisiones que he tomado, pero no puedo quejarme, es lo poco que me ayuda a mantenerme, y dar dinero para la crianza de mi hermana menor hasta que pueda estar completamente conmigo.
Estar haciendo la contabilidad de una empresa importante pero que su área de contabilidad sea en esta pocilga, es algo para reírse, nadie me creería.
Es decir, ¿quién me creería si le dijera que finanzas está en el sótano? ¡Nadie!
—No puede estar sucediendo de nuevo —digo exaltada cuando veo que hay una pequeña gota cayendo cerca de mi escritorio.
Llego hasta donde se encuentra la fisura, coloco el balde de agua en el lugar donde cae la constante gota. Suspiro con frustración. ¿Por qué debe pasarme estas cosas a mí?
Me he acordado que debo llamar a Laura, mi compañera de trabajo, para decirle que me traiga un café, ella está por llegar pero lo necesito tanto. Tomo el teléfono, escucho que repica varias veces hasta que contesta.
—Dime, Lola —contesta Laura, al otro lado de la línea, se escuchan bocinas y alboroto.
—Por favor, ¿podrías traerme un café de la cafetería cerca de la oficina? —inquiero, elevando mi voz para que pueda escucharme.
— ¿Por qué gritas? ¡Te estoy escuchando bien! —Ella ríe y me siento avergonzada, me río también.
—Lo siento, es que escucho mucho alboroto.
—Estoy cerca del trabajo, hay un atasco en la siguiente calle, entonces las personas están vueltas locas. —Su voz se escucha jadeante, supongo que va caminando—. En veinte minutos estoy allí, te llevo el café.
Presumo que su auto está averiado de que está caminando hasta el trabajo.
— ¡Gracias, eres un sol, Lau!
—Me deberás uno pronto. —Ríe de nuevo y cuelga.
Laura ha sido mi compañera de trabajo desde que comenzamos a trabajar en Sunshine, ella ha sido muy buena compañera y amiga, no puedo decir que somos las mejores amigas, pero le tengo aprecio y cariño; somos un equipo, y sí, las dos odiamos esta pocilga de oficina, pero paga nuestras cuentas, así que lo soportamos juntas.
Observo mi alrededor, y veo que quizá le falte pintura nueva a las paredes, un arreglo a ese bote de agua de la tubería, nuevas trabajadoras que amen el lugar y listo. Me río porque es absurdo pensar que podría renunciar por no gustarme el lugar, mientras cubra mis gastos y siga ayudando a mí hermana, lo soportaré.
Dejo mi celular en el escritorio, me siento en mi súper silla ochentera reclinable y me pongo a hacer el trabajo pendiente del día anterior.
Al rato llega Laura con dos cafés y dos ponqués, ya he dicho, ella es un sol.
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NO DIGAS NADA Y DISFRUTA
ChickLitLola Walts, es una joven contadora que trabaja en el sótano de una empresa de inmobiliaria, con una hermana a cuidado de personas engañosas, queriendo una vida nueva donde no tenga preocupaciones, solo decide disfrutar de una noche donde se olvidara...