Capítulo XIX

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Mis piernas flaquean.

—Tú eres mía —susurra entre besos.

— ¡Suéltame, Roger! —Me sostengo de sus hombros y trato de alejarlo.

—Me enoja que estuvieras coqueteando con mi hermano. —Pasa sus labios por los míos, esto es tortura.

Quiero besarlo hasta cansarme. Pero debo hacerme la dura.

—Recuerda que entre tú y yo no hay nada, Roger —replico con la respiración entrecortada, él comienza a besar mi cuello.

Cierro los ojos para sentir sus besos.

—Yo nunca te he visto reír y, con él no parabas de hacerlo. —Gruñe y se aleja. Me mira directamente a los ojos, sus pupilas están dilatas. Él luce molesto, celoso...

Mi respiración está acelerada, estoy caliente por su cercanía.

—Tú nunca has sido así: divertido. Cuando nos vemos, entonces todo es seriedad y sexo —reclamo, frunciendo mi entrecejo.

—Es nuestro acuerdo, no mezclar sentimientos, es una de las reglas.

Suspiro. Auch, tiene razón.

—Si no es mezclar sentimientos, ¿por qué estás aquí reclamando cosas como si estuvieses celoso?

Alzo mi ceja mientras apoyo mis brazos en mis caderas. Él se mantiene en silencio unos minutos pensando qué decir o simplemente no tiene nada que decir.

—No me gusta compartir, Lola. —Se va acercando a mí—. Me enoja saber que mi hermano te puede conquistar y dejes de divertirte conmigo.

Abro más mis ojos.

¡¿Qué demonios?!

— ¡No soy tu juguete sexual! —Exasperada intento empujarlo hacia la salida. Abro la puerta para que se vaya.

Eso realmente me ha cabreado.

—Lola, no quise decir eso. O sea, la pasamos bien. —Él trata de agarrar mis brazos—. Joder, no sé qué decir.

Imbécil.

—No digas nada y vete. Me cansé de ti. Tú ni siquiera sabes qué quieres. —Le empujo un poco más y ha salido completamente de mi casa.

Cuando voy a cerrar la puerta, él coloca su pie para interrumpir el paso.

—Volvamos a nuestro acuerdo, quiero estar contigo, Lola —susurra, mirándome con determinación.

Me quedo mirándole por un momento. Una parte de mí quiere estar con él, pero la otra duda en hacerlo. No quiero salir lastimada.

—Lo nuestro es complicado —comienzo a decir. Recuerdo lo que pasó en la empresa y me enojo—. ¡No puedes ni saludarme en la empresa! —Abro la puerta de nuevo—. Hoy te comportaste de lo peor, podías haber sido cordial, no mirarme como si tuviera una enfermedad contagiosa, como si te enojara mi presencia. Es molesto, Roger Butler.

Inconscientemente muevo mis manos.

—No quiero que nos involucren.

Resoplo.

— ¡De la manera en que te comportaste, se veía muy sospechoso y maleducado! —Levanto mis brazos con desesperación.

Roger es unos centímetros más alto que yo, pero no tanto. Verlo directamente a los ojos, no me es tan difícil.

Su rostro se ha vuelto serio de nuevo.

—Me molestaban tus risitas con Raymond, ¿Qué es eso de "sabes dónde queda mi oficina"? —Imita mi voz y me río.

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