Capítulo VIII

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Los días transcurren tan rápido que Enero se terminará en un segundo; no he vuelto a ver a Roger. Ni por los pasillos de la empresa, en el sótano como aquella vez o en la entrada del edificio. Nada. Es como si hubiese sido una ilusión o un sueño. Uno de esos húmedos, claro está. Pienso que así es mejor, no recordar lo que hicimos y seguir con nuestras vidas.

El sábado siguiente de la ceremonia, fui a ver a Leslie, ella terminó yendo de viaje con los engañosos. Cuando nos vimos de nuevo, estuvimos todo el día juntas, comimos helados, hamburguesas y fuimos a ver una película de villanos y superhéroes en el cine. Fue un día excelente. El domingo al llevarla a su casa, los engañosos que la cuidan me dijeron que debía pagarles más dinero para su manutención. No podía creer los caraduras que son.

¿Están locos o qué? Apuesto que es dinero para ellos, no para mi hermana.

—No —contesto de manera brusca, después de su pedido.

— ¿No amas a tu hermana? ¿No quieres que esté bien? —pregunta Cecilia, una mujer de unos cincuenta y cuatro años que se hizo la buena vecina con mis padres, pero no los ayudó cuando era necesario.

Ella es una señora con una figura bien cuidada, su cabello está teñido de rojo y siempre arreglado. Es ama de casa, nunca ha trabajado porque su esposo, George, es el que paga los gastos económicos.

Ellos han vivido en este apartamento desde hace muchos años.

A veces, cuando vengo a buscar a Leslie, todo dentro de mí se debilita cada vez que paso por el pasillo y veo la puerta del apartamento donde vivíamos mi hermana y yo con mis padres antes de que murieran. Verlo me trae de nuevo los malos recuerdos a la mente, por eso cada vez que vengo, intento ignorarlo y no ver en su dirección.

—Sí, pero los que les doy mensual, les alcanza para sus gastos, no les daré más dinero, Cecilia. Y recuerda que esto es temporal, pronto estará conmigo.

—Temporal, y llevamos casi tres años con ella —dice burlándose.

—Pero eso se acabará pronto y vivirá conmigo. —Doy media vuelta.

Ese día me sentí mal en dejarla ahí otra vez, pero trato de pensar que pronto todo esto terminará, me darán la custodia y estará conmigo; mi abogado ha tenido buenas respuestas sobre el caso y la audiencia será dentro de uno o dos meses.

Sigo tecleando algunos números en el balance de la semana, me percato que Laura ha llegado con dos cafés y ponqués de chocolate, ella es la mejor.

—Gracias, Lau. —Tomo uno de los cafés y el ponqué, se ve delicioso.

—No es nada, ¿hoy nos quedaremos hasta tarde no? —inquiere, tomando un sorbo de su café.

—Yo si lo haré, debo terminar esto rápido para que expongas pasado mañana el balance contable al jefe, es tu turno.

—Sí, estaré muy juiciosa para eso, quiero impresionarlo.

Me pregunto si Laura le gustará Roger Butler, pienso si él le pediría que se acostara con él como lo hizo conmigo, la llevara al magnífico hotel a las afueras de la ciudad y le diera de comer fresas con chocolate. Siento molestia en mi pecho y frunzo el ceño.

Olvida eso, Lola.

Odiaba admitir que era imposible hacerlo, desde la madrugada del sábado antepasado no he dejado de pensar en sus manos sobre mí, y en cómo me agradeció por alejarlo de su mundo, aunque eso me tenga confusa aún, ¿por qué me agradeció?

—Lola, me dijo Donovan que al parecer nos cambiarán de oficina, nos llevarán al piso seis, hay una oficina más amplia disponible y pues, alguien habló con Butler para que nos movieran de aquí. ¿Quién sería?

NO DIGAS NADA Y DISFRUTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora