Capitulo XVIII

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—Buenas tardes, señor Butler —digo mientras guardo mi teléfono en mi bolso. No me había dado cuenta que el ascensor ya había llegado.

— ¿Tuviste un buen día? —Me mira expectante.

—Sí, estuvo bien.

—Nos hemos encontrado dos veces hoy, esta mañana ha sido un placer conocerte. Puras coincidencias. —Se ríe, él me parece muy simpático.

¿Raymond Butler será diferente a Roger?

Me río con él.

—No creo en coincidencias, creo que todo pasa por algo.

— ¿Quieres decir que el destino nos juntó por algo?

—Podría ser. —Entro al elevador.

—Me gusta esa idea, hermosa Lola.

Le sonrío.

— ¿Siempre eres así?

Frunzo mi ceño.

— ¿Qué quieres decir?

—Siempre sonríes y eres agradable. No tratas de lanzarte a mí como muchas.

—El ligón aquí eres tú. —Suelto una pequeña carcajada.

No sé ni en qué momento empecé a tutearle tan fácilmente.

Raymond me agrada, realmente lo hace.

Hay algo en él que es atrapante.

— ¿Yo ligón? —Se hace el ofendido y luego ríe—. Sí, lo soy. Es de naturaleza —alza sus hombros.

Él me causa gracia.

Y en ese momento llegamos a planta baja y las puertas del elevador se abren. Yo sigo riéndome por sus payasadas.

—Te tardaste en bajar —musita una voz fuera del elevador.

La voz de Roger me hace temblar, pero esas palabras no son dirigidas hacia mí.

Cuando le miro, su mandíbula está tensa de nuevo, ahora no le agrado o qué.

Sorpresivamente me saluda.

—Buenas tardes, señorita Walts.

Trago saliva.

—Buenas tardes —respondo.

Si Raymond es inteligente, puede sentir la tensión entre nosotros. El juego de miradas que Roger y yo tenemos es de quién se deja llevar o no. Hago una mueca y miro hacia otro lado.

—Lola, ¿tienes auto? —Me pregunta Raymond.

—No, siempre tomo el metro bus.

—Hoy es tu día de suerte, te llevaremos a tu casa —dice con emoción mi otro jefe.

Vuelvo a ver a Roger, que ha abierto sus ojos con sorpresa pero no dice nada. Tensa de nuevo su mandíbula. ¡Dios mío, se le va a quebrar si lo sigue haciendo!

—No quiero causar molestias, y sería muy extraño que mis jefes me lleven a casa.

—Tómalo como un aventón de amigos —murmura Raymond con ligereza.

Le doy una sonrisa.

—Está bien. —Acepto ese aventón. ¡Que me crucifiquen si no lo hago! Debo ahorrar cada centavo por Leslie. Además, no está mal que me lleven a casa.

Sé que a Roger no le gusta esta exposición de nosotros, pero quién va a saber que tenemos o teníamos algo.

Bufo.

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