Capítulo XXXIX

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Canción: Cobarde.

Artista: Ximena Sariñana.

Raymond me abraza sorprendido, sé que se pregunta qué ocurre, por qué mi rostro está lleno de lágrimas, mis mejillas están sonrojadas y mi respiración es peor que en un maratón. Mi pecho duele, este dolor de saber que fuiste engañada por la persona que te enamoraste es horrible. Lo comparo con el dolor que sentí con la pérdida de mis padres, algo tan intenso que en cualquier momento me caeré, me romperé más de lo que está mi alma.

— ¿Qué está pasando, Lola? —me pregunta, limpiando mis lágrimas y quitando los mechones de cabello suelto que están sobre mi cara.

—Ray... —susurro, no tengo voz ni para hablar en voz alta.

Siento mi mundo caerse, desmoronarse en pedacitos. Viví engañada por dos meses, pensando que el hombre con el que comencé a sentir tanto era real, que era el hombre maravilloso y encantador que sentía lo mismo por mí. Le creí como idiota, una idiota enamorada.

Desde un principio sabía que lo nuestro era imposible; por ser mi jefe, por cumplir con las reglas de la empresa, por sus padres que según él eran estrictos. Todo eso pensé que obstaculizaban nuestra relación, que comenzó con un sexo casual que se fue a más. Realmente le creí todas sus excusas.

Creció en mí todas sus caricias, sus besos, su pasión, su personalidad arrolladora, varonil... Todo fue una maldita mentira.

Resulta ser que está comprometido, su prometida es hermosa, pero está enferma. ¿Qué ser tan podrido puede ser? ¡Nos engañó a las dos como si no valiéramos nada!

— ¡Lola! —gritan mi nombre cerca de la salida, donde Raymond y yo estamos abrazados. Ray se tensa y me abraza más fuerte, me alegra tanto que esté aquí. Supongo que vino por ellos, porque yo no le dije que estaba aquí.

— ¿Roger? —Me tenso al escuchar su nombre. ¡Oh no! Ray se ha enterado.

Me separo de él, lo veo y su rostro está ceñudo, tratando de comprender lo que está ocurriendo.

— ¿Es él, Lola? —Sé a lo que se refiere. El hombre complicado que me gustaba, que le conté hace tiempo.

Trago saliva, mis ojos se humedecen de nuevo y asiento.

Veo como su mandíbula se tensa y nos mira a ambos. Niega con su cabeza y le habla a Roger.

— ¿Cómo pudiste hacerlo? ¡Joder! —Se exaspera—, ¿Marie está muriendo y tú estabas de perrito enamorando a Lola? —Veo cómo se lleva sus dedos hacia el puente de su nariz, suspira. Está molesto y le entiendo. Yo estoy igual, sumando un corazón roto. Voltea hacia mí—. ¿Tú sabes que él está comprometido? ¿Qué se va a casar?

—No, Ray —le respondo bajando mi rostro, estoy avergonzada, él podrá ser mi amigo y todo, pero eso no quita el hecho de que sea su hermano, que sea mi otro jefe. Estoy perdida. Adiós trabajo—. Me estoy enterando, jugaron con mis sentimientos como si no valieran.

Miro a Roger cuando digo mis últimas palabras. Escucho como los dos hombres gruñen.

—Hablemos, Lola —me pide Roger en tono arrepentido.

— ¡Eres un imbécil, Roger! —Raymond se acerca rápidamente a él intentado golpearlo, pero unos guardias de seguridad del hospital lo detienen.

Hemos hecho un alboroto en la salida, los otros pacientes y familiares nos observan. Me quiero hacer pequeña, desaparecer o que simplemente me trague la tierra.

¿Dónde está su prometida? ¿La dejó sola?

—No termino de golpearte aquí porque hay demasiadas personas mirando y no quiero hacer más alboroto, pero me las cobraré por Marie y Lola. ¡Ellas no merecían esto, imbécil! —exclama Raymond—. Además ve con Marie que te necesita.

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