Capítulo IV

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La jornada de trabajo terminó sin ningún problema, estaba lista para irme a casa, otro día culminado, otro día aquí. Aunque no puedo negar que buenas cosas sucedieron hoy, haber expuesto el balance de contabilidad a mi jefe se sintió bien, me siento orgullosa de mí.

Es una primera vez, y fue genial. Es bonito cuando te sientas orgulloso del trabajo que realizas. Es bueno que valoren el esfuerzo que haces día a día.

—Lola, espera. —Laura me llama desde la puerta de la oficina.

—Dime.

—Sabes que este fin de semana que viene hay una fiesta de gala de la oficina, es como una ceremonia de agradecimiento corporativo, deberíamos de ir. Es la primera vez que hacen una.

—Me parece bien, quiero salir un rato y distraerme.

—Yo igual, tanto trabajo nos hará envejecer muy rápido. —Ríe, imito su gesto.

—Es cierto. Vale, iremos a esa ceremonia.

Entrelazo su brazo, mientras nos disponemos a salir de la oficina y subir las escaleras hasta la entrada principal de la empresa.

Seguimos hablando de algunos balances que nos faltan realizar, de pronto percibo que alguien me mira desde el ascensor.

Mi jefe.

Lo miro de vuelta, hago la mueca de una sonrisa como un saludo y él frunce su ceño pero no disimula con sus ojos que también está sonriendo. Debe ser raro que una de sus empleadas lo salude de esta manera. Pero no me importa, solo quise hacerlo.

Me doy cuenta que no sé nada de él, porque el tiempo que he tenido en la empresa ha sido para trabajar, no estar pendiente de quiénes son mis jefes o el presidente encargado de la empresa.

Giro mi rostro, Laura ya está en la entrada, está revisando su teléfono, es por eso que no se dio cuenta de mi contacto visual con el jefe.

El señor Butler pasa a un lado de nosotras, sin decir buenas tardes o hasta mañana, lo miro frunciendo el ceño.

¿Es un prepotente?

La semana transcurrió entre balances, cuentas, llamadas a mi hermana, reuniones con mi abogado, y ya era viernes; esta noche es la ceremonia, tengo el vestido listo para usar. Salí temprano de la oficina, llegué al apartamento y me metí a bañar.

No me di cuenta que ya era tarde, cuando veo que mi hermana me llama. Cuando ella lo hace, después de llegar de sus prácticas de baile, son como las siete de la noche.

Deslizo mi dedo sobre el teléfono para contestar, coloco el altavoz mientras me termino de alisar el cabello.

— ¿Aló?

— ¡Lola!

— ¡Leslie! ¿Cómo estás, pequeña?

—Debes de dejarme de decir pequeña, ya no estoy pequeña. Estoy bien —contesta regañándome porque siempre la llamo de esa manera. Sonrío por su atrevimiento.

—Lo sé, pero para mí siempre serás mi pequeña.

Apago la alisadora y me coloco el vestido verde esmeralda, con un corte de corazón en mi pecho, este acentúa un poco mis caderas y mis senos, lo amé cuando decidí comprarlo hace un tiempo.

—Esta semana fue muy genial en el colegio, aprendí sobre el mar y algunos animales que habitan allí, tuve mis prácticas de baile y ensayé una obra de teatro —me cuenta mi hermana de forma entusiasta.

—Qué bueno, Les. Aprende mucho para que me enseñes todas esas cosas que aprendes en la escuela.

Busco los pendientes de color dorado con verde, hacen juego con mi vestido. Puestos los pendientes, empiezo con el maquillaje.

— ¿Qué haces, Lola?

—Estoy arreglándome para una fiesta, bueno, es una ceremonia corporativa, es del trabajo.

—Estupendo, debes estar muy hermosa.

—Ahora te envío una foto, está pendiente pero no duermas tarde.

—Lola, en serio, no estoy pequeña.

—Para mí lo estás. —Suelto una carcajada suave, ella gruñe pero ríe también—. Lamento colgar Les, debo terminar de arreglarme.

—Está bien, deslumbra a todos, te envío un beso, Lola.

—Yo te envío uno grandote para ti, más un abrazo.

Cuelgo la llamada y me dispongo a terminar mi maquillaje.

Pasaron treinta minutos y ya estaba lista, busco mi cartera de mano, meto mis llaves, dinero, identificación y el pintalabios para poder retocarme más tarde.

—Ya lo olvidaba, ¡la foto para Leslie!

Voy hacia el espejo alargado que tengo en mi habitación y tomo una foto de mi cuerpo, me veo muy hermosa esta noche, me veo elegante. Le envío la foto a Leslie, más una selfie enviándole un beso. Guardo el teléfono en la cartera, cabe perfectamente y salgo de mi apartamento.

Hoy será una gran noche, pienso.

Llego al lugar de la ceremonia, le marco al teléfono de Laura para ver dónde está pero me envía a la contestadora.

Bajo de mi Uber, y entro al local donde se efectúa la ceremonia.

Todo estaba hermoso, las luces del lugar eran de color violeta, daba un toque de velada nocturna; en las mesas habían arreglos florales, calas y rosas blancas, copas diseñadas con la S de Sunshine, un sol dorado se veía reflejado en el centro de la pista de baile. Puedo observar que los caballeros estaban vestidos de traje, y las damas con vestidos largos, muy refinado todo.

Me gusta mucho.

El lugar se ve espectacular. A un costado está una banda de Jazz ambientando la ceremonia.

Busco por todas partes con la mirada a mi amiga, pero no veo a Laura, miro la invitación que ella me entregó más temprano en la oficina y busco mi mesa, allí debe estar ella.

—Buenas noches —saludo a los presentes que estaban en la mesa, algunos los conozco, otros no.

—Buenas noches —responden con sonrisas mientras hablan entre ellos.

—Disculpen, ¿alguno ha visto a Laura Montreal? —inquiero.

No me había dado cuenta que Donovan estaba en la mesa, se veía elegante pero igual me seguía cayendo muy mal.

—Laura estuvo aquí, creo que fue por bocadillos.

Le sonrío, asiento y digo—: Gracias, Donovan.

Doy la vuelta y voy a recorrer el lugar, había demasiadas personas, supongo que todo el personal de Sunshine está aquí.

Reconozco algunas caras, pero no conozco a nadie, en realidad.

Visualizo a Laura en un vestido azul largo y su cabello rubio recogido, se ve preciosa.

—Laura, por fin te encuentro. —Ella me mira, luego sonríe.

— ¡Lola, qué bella estás! —Me toma de la mano y me da la vuelta.

—Detente, Lau —Río sonrojándome—. Tú no te quedas atrás, estás bellísima.

—Muchas gracias, amiga —me agradece—. No te había presentado a nuestro jefe.

Espera, qué.

Me quedo estática cuando ella lo menciona, ¡oh por Dios!

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