28° La cita (parte 4 final)*

605 38 1
                                    

  Esto es el paraíso, su sabor es exquisito, adictivo. Nunca había probado algo igual. Su gemido me dice cuánto le gusta y me lanzo a degustarla entera. Chupo y besos sus bordes, su clítoris tirando de él. Hundo le lengua en su entrada como si la penetrara una y otra vez. Se retuerce y gime cada vez más alto, la humedad entre sus piernas aumenta. Hundo un dedo, luego dos y luego tres, moviéndolos con intensidad, observando el placer reflejado en su rostro. Es toda una visión: sus mejillas rojas, su labio atrapado entre sus dientes, su cuerpo arqueado que empuja su cadera hacia mis dedos. Sus pechos están excitados, duros, son grandes, mucho, ni siquiera me entran en la mano.

La penetro una y otra vez, cada gemido de ella es una puntada de placer en mi erección. Necesito que se corra para que se calme un poco y así poder calmarme yo para durar cuando entre en ella. Estoy muy duro, como una piedra, pero quiero que ella se corra al menos una vez más, para lo cual noto que no falta mucho. Imprimo un ritmo castigador con los dedos mientras, con la boca, chupo con intensidad ese botón entre sus piernas. Sus gemidos son fuertes, desesperados, está tan húmeda que escucho el chapoteo cada vez que la penetro. Quiere cerrar las piernas pero no la dejo, quiero que sienta cada onza de placer recorriendo su cuerpo. Está al borde. Hundo los dedos y siento una zona esponjosa dentro de ella, su punto G, BINGO. Vuelvo e envestir acariciando ese punto y Mina grita, lanzándose por el abismo del orgasmo, mientras las oleadas de placer le recorren el cuerpo.

Continúo acariciándola, ahora con suavidad, mientras los últimos espasmos de placer pasan. Finalmente se queda lánguida sobre el colchón, con la respiración agitada pero, está relajada. Me acomodo sobre ella y, enseguida me encierra entre sus brazos y piernas. Me besa con intensidad y le devuelvo el beso acariciando su cuerpo con reverencia, es perfecta. Nunca había conocido a una mujer tan receptiva, tan abierta.

-Ahora te toca a ti.

-¿A qué te refieres?

-Quiero devolverte el favor.

Mi mente tarda unos segundos en entender lo que me dice, está demasiado embriagada en la imagen de Mina rindiéndose al orgasmo. Ella quiere hacerme lo mismo que acabo de hacerle, pero si hace eso me correré y esto se acabará muy pronto. No, primero quiero hundirme en ella, un orgasmo compartido, correrme dentro de su cuerpo.

-Luego hermosa, primero quiero unirme a ti, hundirme en lo más profundo de tu cuerpo.

-¿Por qué no quieres? ¿Temes que lo haga mal o te lastime?

-No, es porque si lo haces, esto acabará demasiado pronto y, ahora mismo, necesito fundirme contigo o voy a explotar. Luego puedes hacer todo lo que quieras conmigo, te lo prometo.

-De acuerdo.

Su sonrisa me acelera el pulso de nuevo. Vuelvo a besarla con ansias, mi lengua baila con la de ella, haciendo que su cuerpo se caliente otra vez. Los besos se hacen cada vez más urgentes, más intensos. Con las piernas empieza a bajarme el bóxer, a deslizarlo fuera de mi cuerpo. Los pateo quedando como Mina, como Dios me trajo al mundo. Sus manos bajan por mi espalda hasta mi trasero y clava las uñas ahí. Eso provoca que un latigazo de placer corra a la velocidad del rayo por mi sistema nervioso. Estoy demasiado excitado para pensar pero, con el último resquicio de neuronas activas que no están ahogadas por el placer, me estiro hacia la cartera (que se me calló del bolsillo al sacarme la ropa) y agarro un preservativo. Me arrodillo entre las piernas de Mina mientras me lo coloco y ella pasa sus manos por su cuerpo, tentándome a que la toque.

Es la imagen de la sensualidad, es exquisita, me está friendo el cerebro y, ahora, es toda mía. Me coloco en su entrada y, lentamente, me hundo en ella con un gemido de placer, que sale al unísono de nuestras bocas. Es simplemente perfecta: sedosa, apretada, se aferra alrededor de mi erección como un guante. Encajamos tan bien que podría haber sido hecha para mí. Empiezo a moverme, aumentando el ritmo paulatinamente. Le acaricio el clítoris, haciendo que su excitación suba cada vez más. Me froto contra ella, haciendo más presión contra su cuerpo. La fricción hace que el movimiento sea cada vez más ansioso.

Mina se retuerce, el placer le recorre el cuerpo al igual que el mío y se arquea pidiéndome más. La beso, tragándome sus gemidos y jadeos mientras le acaricio los pechos. Es tan receptiva. Me hundo tan profundo como puedo, rotando la cadera para hacer que lo sienta en cada milímetro de su interior. Empuja con más fuerza la cadera hacia mí, clavándose en mí hasta el fondo. Eso produce un nuevo latigazo de placer por mi cuerpo.

La levanto, sentándola sobre mis piernas y, entre besos, la hago saltar con el mismo ritmo que venía imprimiendo hasta recién. Mina gime y se retuerce, empujando los pechos hacia mi boca otra vez. No necesita pedírmelo dos veces, sin resistirme en lo más mínimo inclino la cabeza y atrapo el pezón en la boca de nuevo. Lo chupo, lo degusto, juego con él. Los gemidos aumentan, cada vez más fuertes. Sé que no falta mucho, lo puedo notar en los sonidos que provocan nuestros cuerpos, yo mismo estoy llegando a mi límite.

Mina me empuja de nuevo a la cama y quedo medio levantado sobre las almohadas de la cabecera. Esto me deja una magnífica vista de ella saltando sobre mí y de sus pechos, rebotando con cada salto que da.

¡DIOS, ME VOY A CORRER! Pero no sin ella. Llevo la mano a su entrepierna y acaricio, con ligereza pero con rapidez, su clítoris para hacerla llegar antes de que pierda las últimas briznas de control y me deje ir. Cuando creo que ya no voy a aguantar más, Mina arquea la espalda con un grito ahogado y se corre. Los músculos de su entrada me atrapan, dificultándome la salida, pidiéndome que no me salga de ella. El apretón dispara mi propio orgasmo y la acompaño en la cúspide del placer, apretándola contra mi cuerpo, fundiéndonos en uno solo. Sus paredes me ordeñan hasta la última gota y quedamos rendidos, tendidos en la cama sin fuerzas.

Con la respiración un poco más normalizada veo que ella se ha quedado dormida sobre mí, es adorable y simplemente perfecta. Tuvo tres orgasmos explosivos y todos gracias a mí. Quiero quedarme así como estamos pero sé que no se puede, debo encargarme del preservativo y quiero meterla en la cama para que descanse como debe.

Sin despertarla, salgo de ella con cuidado. Un gemido bajo escapa de sus labios pero permanece dormida. Me quito el preservativo, lo anudo y lo tiro a la papelera. Voy al baño, me limpio y luego tomo un paño húmedo. Vuelvo a la habitación, me acerco a Mina y, con mucho cuidado, la limpio entre las piernas. Tiene el sueño pesado porque no se despierta en ningún momento. Luego la alzo en brazos y la meto en la cama con cuidado, poniéndola contra mi cuerpo. Nos cubro con las mantas y me quedo observando su perfil. Ella se acurruca contra mi cuerpo, frotando su nariz contra mi pecho, y suspira, hundiéndose aún más profundo en su sueño. Es tan hermosa.

No sé cuánto tiempo pasa hasta que los párpados me pesan, lo único que sé es que, lo último que veo antes de caer dormido, es la dulce y tranquila sonrisa de Mina, mientras descansa sobre mí.

Lest-Out-Love (Serie Amor Enjaulado I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora