36° Te juro que no lo hice...*

412 36 2
                                    

Ella está bien, eso es todo lo que me importa. Mis ojos la recorren entera, revisando hasta el último centímetro de su cuerpo. Parece estar intacta pero estoy seguro de que el cuero cabelludo lo tiene dolorido. Observo sus manos, están rojas por el agarre que tuvo que hacerle a ese idiota, si no fuera porque ahora mi preocupación es Mina, ya estaría yendo tras ese idiota de nuevo y lo despellejaría vivo.

Vuelvo la vista a sus ojos y ella me sostiene la mirada. Veo dolor en ellos, tristeza. No sé cómo actuar, cómo manejarme en esta situación. Trato de recordar cómo hacía mi padre con mi madre cuando ella estaba mal y ahí solo veo ternura y consuelo. Decido seguir su ejemplo pero, cuando intento acercarme, ella retrocede.

- ¿Estás asustada de mí?

- No.

- ¿Y entonces?

- Estoy furiosa contigo.

- ¿Conmigo?

- Sí, te metiste en mi pelea y me dejaste pareciendo una débil que no sabe cómo defenderse siendo que estoy a punto de ser la campeona de peso ligero.

- Puede que sea cierto que lo seas, pero ¿sabés cuál es el problema? Que estás borracha y tus reflejos no son lo que deben. No podrías haberte enfrentado a él y salir ganando, lo más probable es que te ganara y terminara por hacerte daño.

- ¡NO ES CIERTO!

- ¡SI LO ES MINA! ¿¡NO TE DAS CUENTA ACASO!?

Su ira crece al igual que la mía, ¿cómo se atreve a reclamarme luego de salvarla? Es terca, tozuda y testaruda como pocas personas que he conocido en mi vida. Una voz en mi cabeza me recuerda que yo soy igual: "puede que hayas encontrado la horma de tu zapato".

Puedo ver como se contiene, las ganas que tiene de hacerme daño y, sin embargo, no mueve ni un dedo. ¿A qué espera? Me cruzo de brazos para reafirmar mi postura y la observo desde mi altura; no es bajita, pero le llevo al menos veinte centímetros normalmente si no que unos veinticinco y unos quince con esos tacones. La intensidad de su mirada es como un láser, pero me niego a echarme para atrás, no en este punto, podría haberle pasado cualquier cosa y yo podría haber ido preso por matar a ese imbécil.

Gruñe y se da vuelta, la curva de su espalda queda expuesta y yo debo resistir el impulso de acariciarla. No puedo verle la cara por el espejo, tiene la cabeza a gachas. Creo percibir un ligero temblor en sus hombros, pero no sé si realmente lo vi, o si fue una mera imaginación mía. Alzo la mano para posarla sobre su hombro, pero la dejo suspendida, ¿debería? Sí, ella necesita entender en el peligro que se puso esta noche, fuera de que ella sea una luchadora, es una mujer hermosa y muy sexy que está expuesta como todas las demás, y tal vez incluso más.

Me decido y la agarro del hombro para darla vuelta. Ella se suelta de mí, pero vuelvo a agarrarla, esta vez con más firmeza, y la doy vuelta. No me mira, permanece con la vista en el suelo. Le agarro la barbilla y le alzo la cara, necesito ver esos ojos de plata, son los únicos que me dirán la verdad, lo que su boca nunca dejará escapar.

Cuando alza la vista mi corazón se comprime. Ver el dolor tan crudo y puro reflejado en esas profundidades plateadas es como una patada en el pecho. No tiene nada que ver con el anterior, éste es mucho más intenso, más dañino. Mina está sufriendo y no sé si es por lo ocurrido esta noche o si es por algo más. Veo que se muerde el labio, pero no tengo ni idea si lo hace para que no tiemble o si se está aguantando para no gritar. Necesito que diga algo, que me dé una pista de qué es lo que ocurre en realidad, pero no sé cómo hacer para que me la dé, para sacarla de su dulce boca.

Su mirada tiembla y sé que va a bajar la cabeza, no puedo permitírselo. La tomo de las mejillas y la obligo a seguir mirándome.

- Mina, por favor dime ¿qué te ocurre?

Lest-Out-Love (Serie Amor Enjaulado I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora