Capítulo 14

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Hey, ¿qué tal? Ha pasado tiempo, lamento la demora, pero ya estoy nuevamente con ustedes, espero que les agrade el capítulo que le he dedicado bastante. Disfruten uwu.

Corinne observó el cuerpo tieso de Cliff sobre la cama del chico, sudaba, estaba pálido, gemía asustado, su mirada estaba perdida. Observaba a su alrededor tal cual lo hizo ese día, mientras observaba el cuerpo inerte salir de la casa de Dave en una camilla, tapado hasta el rostro. La expresión perturbada de los paramédicos, el rostro sonriente de Jason, fue una imagen tan perturbadora sin siquiera haber observado el plato fuerte, sin siquiera haber observado los cuerpos desmembrados de los padres de Jason, el estómago abierto de Dave. Él apenas logró observar la escena censurada, pero le parecía inclusive más grotesco, la incertidumbre le estaba matando, ¿quería ver esos cuerpos?, claro que no, pero él no poder verlos le generaba una especie de ansiedad, estaba inquieto.

Corinne se sentó a su lado, acariciando su cabello, sabía que algo estaba pasando, pero no quería presionarlo. Sabía que algo estaba atormentando a Cliff, lo sabía desde que se conocieron.

Cuando las lágrimas comenzaron a brotar de los castaños ojos de su acompañante, es que un sentimiento de agonía se centró en su pecho, subiendo por su garganta, intentando ignorar el llanto propio. Pero estaba sufriendo, sufría ver a ese hombre de esa manera. Le dolía intensamente, y aunque sabía que no podía hacer nada, quería ser quien fuese la heroína de sus dolores, quería ser su Superman, pero sabía que no había nada que pudiese hacer contra eso. Corinne era otro humano promedio con el cual Cliff había creado lazos amorosos, no sería jamás el Superman de Cliff, ni el de nadie. Y aunque lo sabía, no quería admitirlo. Intentaba ser ese refugio, para aquel hombre, pero ¿Qué refugio podía darle, si apenas sabía lo que le estaba atormentando? Era completamente inútil, quiera o no.

Cliff parpadeó con los ojos inundados en lágrimas, volteó a ver a quien estaba acariciando su cabello y se abrazó a su cintura, hundiendo su rostro en sus pechos, sintiendo la comodidad de ellos, sintiendo unas insistentes ganas de besarlos y acariciarlos, o de abrazarse a las piernas desnudas de Corinne, besarlas con igual intensidad que la besaba a ella, acariciarle con delicadeza. Pero no se atrevía a comunicárselo.

–Sé que algo está pasando –comentó Corinne en un susurro, llevándose la mirada húmeda de Cliff hacia su rostro –sé que es complicado, puedo entenderlo con sólo ver tu rostro dolido. Pero, por favor, permíteme escucharte

–No tengo ganas –respondió Cliff hundiéndose aún más en su pecho
Una vez más, había fallado, Cliff nunca le diría lo que estaba pasando, sabía que era algo doloroso de abrir, una herida que no cicatrizaría jamás. Suspiró un poco ofuscada, la paciencia se le estaba agotando, ¿cuánto más tendría que soportar ver a Cliff de esa manera sin que pudiera hacer algo al respecto?

Cliff estaba en su habitación, había llegado del colegio, estaba completamente solo en su casa, recordando escenas, imaginándose la escena que Jason describía can tanto desdén. Intentando olvidar a través del recuerdo, sabía que nada de eso serviría, pero le gusta ese extraño sentimiento de dolor que le producía el recuerdo.

No se sentía preparado para hablarlo, menos con Corinne, sabía que, si abría la boca, que, si hablaba sobre aquel recuerdo, se plasmaría en el aire, sería real, era real con tan solo recordarlo, pero si se lo decía a alguien, ya no habría vuelta atrás. Se sentía ridículo pensando de esta forma. Pero pensaba que el recuerdo se haría realidad, aunque ya lo fuera.

Se dio vueltas en su cama, buscando una posición que le ayudar a esparcir recuerdos, mandarlos a la miera, que no existiesen, borrarlos, eliminarlos de su memoria. No quería ese tormento, ahora podía ser feliz con Corinne, ¿Por qué tenía que venir su psiquis a cagarle la felicidad que había podido reunir con esa mujer?

Lars se encontraba en su cuarto, meciéndose a sí mismo, oyendo el sonido acuoso de las larvas, el roer de las mismas, sentirlas moviendo dentro de su cuerpo, sentir como jugueteaban dentro de su piel. Ya se había acostumbrado levemente al sentimiento, a esa sensación, pero no paraba de rajar su piel con las tijeras que lograba esconder de sus padres, para poder sacar las larvas.

Se había aprendido los horarios exactos en los que sus padres entraban y salían de su casa, en donde le iban a dejar comida, retiraban los platos medios llenos, y se iban a dormir. Por lo que aprendía a controlar sus impulsos por querer arrancar la piel de sus carnes y rascarse al interior, quería ahuyentar esos asquerosos gusanos que no paraban de roer sus carnes. Había intentado decirles a sus padres lo que pasaba, pero no le creían. Los muy bastardos –los gusanos– se escondían justo cuando hablaba con sus padres, por lo que nunca podían ver lo que pasaba ahí entre las capas de su piel.

Se sentía un chico fuerte, se sentía una persona cuerda, fuerte y valiente, y se consolaba con el pensamiento de “cualquier otra persona se habría vuelto loca al tener larvas husmeando dentro de su piel, pero estoy en perfecto estado, sé controlarme para sacarlas, si no me controlara, de seguro habría terminado como Kirk, ¿verdad, Kirk?”.

Finalmente, Cliff explotó.

Cliff y Corinne ya habían comenzado a vivir juntos, ya que, cada vez eran más las veces en las que Corinne se quedaba en casa de Cliff, podían pasar semanas en las que vivían juntos, dormían en la misma cama, usaban el mismo baño, se despertaban juntos a las seis de la mañana para salir a estudiar y comían y cocinaban juntos en la misma casa.

Eran aproximadamente las cuatro de la mañana cuando Corinne sintió la ausencia de Cliff en la cama. Lo esperó un rato, pensando que estaría en el baño, pero la luz no podía observarse encendida. Se levantó descalza, caminó en silencio, buscando el paradero de Cliff. Rondó las escaleras y oyó el sorbete de la nariz de Cliff. Sabía que había estado llorando, el sonido venía del primer piso. Bajó las escaleras con lentitud, esperando no hacer sonido alguno.

Para cuando llegó a la cocina, encontró a Cliff, tirado en el piso, llorando, apuntando uno de los cuchillos grandes de cocina contra su cuello, tensando su cuerpo, escapando de sus propias manos que intentaban apuñalar su garganta atrapada en uno de los muebles de cocina. Su cuerpo encontró refugio entre ambos, entre el cuchillo y ese mueble viejo de madera.

Corinne corrió hacia él, lanzando el cuchillo lejos, sin siquiera pensarlo, abrazando a Cliff, socorriéndole, hundiéndole contra sus pechos, llorando desesperadamente. Besando un y otra vez la cabeza temblorosa de su amante. Sintiendo como el líquido tibio de las lágrimas eran absorbidas por su pijama. Lloraron juntos hasta el cansancio, se fueron acomodando acorde sus cuerpos necesitaban mezclarse, hasta que, finalmente, y sin decirse una sola palabra. Subieron a acostarse.

Corinne rodeó el cuerpo de Cliff con el suyo, dejando que Cliff recostara su cabeza en el pecho de Corinne. Y fue cuando, sin previo aviso, y con total tranquilidad. Cliff comenzó con el oscuro relato.

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