Capítulo 27

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Caminó por las despejadas calles del sector que tanto había extrañado, observaba a su alrededor sediento de recordar aventuras pasadas, caminaba a paso lento, distrayéndose con cada uno de los objetos que había a su alrededor, casas preciosas, un bonito día, la tarde estaba un poco fresca, y él muy desabrigado, pero se sentía bien sentir esa fuerte ventisca golpear su rostro descuidado. Siguió caminando, de vez en cuando jugaba con sus manos, restregando las yemas de sus dedos en la palma, encogía los dedos de sus pies o tensaba alguno que otro músculo. Se tocaba el rostro, relamía sus labios. Se sentía extraño, se sentía cómodo.

Sus pies fueron avanzando conforme sus ojos le fueron guiando, conocía ese lugar y una sensación de familiaridad le estaba invadiendo por todos lados. Conocía ese lugar, aunque el cambio fuese notable, sentía que podía señalar todas y cada una de las cosas que fueron movidas, pintadas, decoradas o arregladas. Muchas de las casas tenían un color diferente, un patio diferente, otras tantas seguían casi igual, entendía que había un cambio, que había un avance, que las personas habían crecido, que habían madurado.

Sin embargo, no podía evitar sentirse en un lugar tan suyo, tan propio, se sentía cómodo, hacía mucho que no se sentía de esta manera. Hacía quince años que había dejado ese lugar, quince largos años en que todo cambió y se sentía extrañamente bien. Nuevos viejos aires, era acogedor.

Siguió avanzando por el lugar, hasta que, por suerte, dio con el sector indicado, le dio un par de vueltas al viejo barrio, vio la nueva cancha, observó las viejas casas, recorrió el pasaje lentamente, sentía que no tenía prisas y que no sería eterno. Estaba bastante animado, pero, ¿A quién visitaría primero?

Sabía que Dave no era una opción y se sentía dichoso de que así fuera, estaba contento de estar ahí, el tiempo que vivió metido en esa cárcel había sido el suficiente para que las cosas cambiaran drásticamente.

Sin embargo, sabía que quien le recibiría de mejor manera, sería James, después de todo, era su novio, ¿no?

El sol ya estaba por esconderse, en el cielo se veía un delicado tono anaranjado, rodeando y bordeando las blanquecinas nubes que avanzaban perezosamente por el cielo, la tarde, era fresca, olía a libertad, y le recordaba a ese tibio líquido espeso que brotaba a charcos de su madre, aunque lastimosamente no tenía ese mismo olor pesado, él sentía que podía disfrutarlo, tal vez no de la misma manera, pero sí con la misma intensidad, eso parecía un paraíso si lo comparabas al odioso olor a metal y a medicamentos que se encontraba en ese asqueroso lugar.

Después de tan larga espera, había conseguido burlar la seguridad del lugar, había jugado a ese sádico juego el tiempo suficiente como para comprender las reglas y burlar a su creador, se sentía especialmente bien. Quería por fin tener un momento de privacidad, quería poder descargar el libido acumulado en años.

Golpeó la puerta un par de veces, sabía que James estaría disponible, sabía que la tarde era lo suficientemente perfecta como para que nada la arruinase, James de seguro estaría disponible para él.

La puerta se abrió unos momentos después.

Se observaron unos momentos en silencio, Jason sonriendo complacido, sentía que la rubia melena que cubría parte de su cara le daba un toque atractivo, James no era para nada el chico flacucho que había traumatizado década y media atrás, le observaba con algo de pasión, queriendo recibir un duro golpe en el rostro, o propiciándolo también.

Observó de pies a cabeza, centrándose fijamente en esos brazos fuertes y gruesos, embobándose con la apariencia tan masculina y encantadora de aquel hombre que le recibía atemorizado.

–Jason –fue lo único que logró formular en su boca entreabierta.

–James –respondió más animado el de cabellos castaños, estaba feliz de verle, emocionado.

Se observaron unos momentos más antes que James notara el incómodo silencio.

–¿A qué viniste? –preguntó con un poco de amargura.

–Te extrañé mucho.

Un sentimiento de rencor y odio subió por su garganta, ¿extrañarle? Que se fuera a la mierda si era posible, ¿cómo era posible que un tipo como él estuviera suelto? Debería estar aún tras las rejas.

–¿Puedo pasar?

–Sí, deja avisar que viene un amigo.

Cerró la puerta rápidamente, ¿cómo iba a exponer así a su familia? Estaba loco, ¿cómo iba a dejar que un loco como él entrara a su casa?, tendría que ocultar a Cali, a su mujer. Tendría que cuidar cualquier cosa que pareciese potencialmente peligrosa... cuchillos, tenedores, agua caliente, algún cuadro, cualquier objeto, pero, si se volvía loco, ¿sería capaz de frenarlo?

Mierda, mierda. Jason estaba loco, tendría que sacarlo de la casa lo antes posible, deshacerse de él. Tomarían once juntos y luego lo sacaría de su casa, lo llevaría lejos, ni loco le ofrecería hospedaje, entraría por una hora o dos, y eso sería todo.

–¿James? –le habló Franchesca desde la cocina, observando cómo su marido se paseaba en la sala de estar como un perro enjaulado, tenía un cuchillo en su mano y un pan medio abierto en la otra. El tostador de pan tiraba un poco de humo, pero a ella parecía no importarle.

–Cali –dijo finalmente –Hija, por favor, hazme caso, sube a tu pieza, come arriba, yo te llevo tu once

–¿Papá? –dijo ella extrañada, bajando una de sus pálidas y depiladas piernas del sillón, vestía un short que le llegaba unos centímetros más debajo de los glúteos y un chaleco de lana. Sostenía el control del televisor en su brazo izquierdo, y observaba a su padre un tanto preocupada.

–James, ¿qué pasa?

–Escúchenme las dos, y háganme caso, Cali, no salgas de tu pieza hasta que yo lo indique, amor, por favor, oculta todos los cuchillos y tenedores que encuentres, tíralos, guárdalos, haz lo que sea, yo le llevaré la once a Cali, vendrá un viejo conocido, está parado afuera, Franchesca, te presentaré como mi prima, ¿está bien?

Sin entender demasiado, Ambas aceptaron, Cali subió a su habitación y se encerró en ella, se sentó a ver televisión y esperó. Al momento subió James con una bandeja con alimentos. Le besó fuertemente la frente y salió a recibir a Jason.

–Perdón –dijo entre dientes –había mucho desorden, ven, pasa

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