Se quedaron en silencio un tiempo. James observaba a su novia que estaba sentada a su lado izquierdo. Pasaron unos segundos antes de que cualquiera dijera alguna palabra, él estaba mudo, en silencio. No hallaba palabra que fuese la indicada, y se limitó a preguntar lo más obvio que se cruzó por su mente.
–¿Embarazada?
Hubo un momento de silencio, Franchesca se limitó a asentir con la cabeza, apretando sus dedos sobre sus muslos, sintiéndose culpable, molesta, ya había hecho uno, pero ¿dos abortos?, ¿no traería eso repercusiones en su cuerpo? No quería ser madre, pero eran cosas necesarias que ella sentía que debía haber.
–Ya encontré una clínica, la conozco desde hace bastante, así que no tenemos de qué preocuparnos
James ya conocía la historia de como Franchesca se había deshecho de lo que él llamaba "el primer hijo", pero ese golpe le llegó directamente al pecho. Coincidía en que no debía darle una vida miserable a esa primera criatura, pero ahora la historia era diferente. El padre estaba presente.
–¿Quieres abor-? –no fue capaz de decir la palabra, en estos momentos lo veía como algo lejano la opción de no darlo a luz.
Franchesca asintió, al borde de las lágrimas.
James se levantó de su lugar. Se acuclilló frente a ella y tomó sus manos con delicadeza y las besó suavemente.
–Vamos a descansar, aún tenemos cosas que pensar –dijo al levantarse y tirar levemente de su mano, llevándosela al pequeño cuarto desordenado que tenían.
Cliff y Corine se hallaban en su dormitorio. La chica no había podido dormir, no desde lo que Cliff le contó. Pensaba que habría sido mejor no oírlo. No se imaginaba que un hombre pudiese tener sexo con un cadáver, no entraba en su mente. No quería imaginarse la escena, aunque repentinamente podían venir pequeñas imágenes de un pene ensangrentado. Abrazaba a Cliff cada vez que las palabras volvían a su cabeza. Era horrible. Ahora entendía porqué Cliff actuaba de esa forma, y le dolía profundamente el comprender.
La noche fue larga para ella, se sentía cansada, pero acariciaba levemente el rostro de Cliff, depositándole besos en su cabello castaño, en su frente, en sus mejillas. Quería protegerlo, y el cariño que le daba, era lo único que podía hacer.
Pasaron algunos meses. Corinne buscó trabajo cerca de donde vivían. Se había mudado oficialmente con la familia de Cliff. Se llevaba bien con su suegra y no habían muchos problemas al parecer. Cliff salió del colegio. Buscó alguna opción para estudiar algo más, pensaba en ser profesor de música. Había encontrado su pasión en la sala del profesor Daniel. Un hombre bastante viejo que tocaba el teclado con delicadeza. Cliff se sentaba a acompañarlo por las tardes, iba a sus talleres y era el primero en la clase de música.
En otras clases, como lengua o historia, también sobresalía bastante. Ayudaba a quienes iban en busca de alguna tutoría, él aprendía de sus materias tanto enseñando como oyendo, y se alegraba al ver los rostros sonriendo de sus compañeros.
Por su lado, Corinne ayudaba eventualmente en matemáticas. No sobresalía en casi ningún ramo excepto con los números. Podía sumar y multiplicar instantáneamente, lo que llevó a encontrar trabajo a un cajero de un supermercado. Estudiaba por la mañana y en la tarde iba al supermercado. Por lo que apenas veía a Cliff más que en clase.
Corinne no sentía tener otras aspiraciones más que vivir el día a día. Cliff quería algo más, estudió arduamente antes de dar la Prueba de Selección Universitaria, obtuvo buenos resultados y entró a estudiar la carrera que tanto deseaba. Pedagogía en Artes Musicales. Él era feliz. Había encontrado su refugio.
Con Jason la cosa fue diferente.
Llevaba un estricto horario todos los días. Sin descanso.
Se levantaba a las seis de la mañana con alguien golpeando las puertas de las habitaciones del psiquiátrico. Al ver que Jason no había presentado señales autodestructivas, tenía el privilegio de poder ducharse, vestirse e ir al baño sin la necesidad de estar vigilado. En su baño tenía la opción de tener un jabón propio y un champú, una toalla y papel higiénico. El baño era un cubículo de 2x2 en cuál cabía el lavamanos (que se encontraba sobre la taza del baño, cosa que se ocupara el agua con el cuál él se lavaba las manos), la taza del baño y la ducha, con una pequeña ventaba que daba al patio. Tenía derecho a dos mudas de ropa, el cual consistía en pantalones, camisetas, calzoncillos y calcetines blancos y un par de crocks del mismo color.
Desayunaban medio pan con margarina (y si tenían suerte podía ser mermelada), una taza de té tibia (hirviendo jamás), y una fruta, podían escoger entre manzanas o naranjas. El desayuno acaba a las siete de la mañana. Y a esa misma hora comenzaban las horas con el psiquiatra, usualmente terminaban a las doce del día.
Al mediodía comenzaba el almuerzo. Comían en bandejas plásticas, nada de vidrio, metal o loza. Los tenedores y cucharas eran de plástico también.
El almuerzo que Jason probó por primera vez, fue un guiso de lentejas, una ensalada de lechuga sin aliñar y un vaso de jugo instantáneo. Si tenías suerte alcanzabas a tener jugo, si no, te daban un vaso de agua.
El postre consistía en una fruta, pudiendo ser manzana o naranja.
El almuerzo acababa a la una de la tarde. Y desde ese momento comenzaba el verdadero infierno.
A los que habían tenido al menos un leve comportamiento psicótico, los encerraban en las duchas por al menos una hora. Ellos mismos habían entendido que debían desnudarse, o si no estarían todo el día mojados, ya que, no se les daba opción a cambiarse de ropa. Se les daba una ducha de agua fría y luego los medicaban.
Jason era tranquilo, callado, pasivo. No era muy inteligente, pero al menos lograba actuar con naturalidad. Sabía que habían actitudes que le daban fama de loco, por el cual intentaba contener. Se tomaba la medicación sin rechistar, merendaba sin hablar con nadie, les daba miedo las personas a su alrededor. Aunque eventualmente recordaba la tan satisfactoria masacre que logró realizar años atrás y una erección se colaba entre sus piernas. Intentaba calmarla, pero sólo podía pensar en como enterraría esos pequeños cubiertos en el cuello de algún enfermero abusivo le hacía desfallecer de placer. Intentaba controlarse, pero cada vez que tenía una erección era pillado.
Al tiempo después logró dominarlo, no era bonito que te lanzaran agua fría en los genitales, era bastante doloroso.
Se pasaba la tarde leyendo o escribiendo en un cuaderno que pidió (y que le otorgaron gracias a su buen comportamiento), por lo que podía anotar sus fantasías más sangrientas durante la noche, cuando todos dormían a excepción de dos o tres guardias que se paseaban por los pasillos.
Jason aprendió a sobrellevar la maldita rutina diaria, sabía qué podía hacer, que no, a qué hora, con quien. Era de los pocos que estaba consciente de la realidad, muchos de sus compañeros eran esquizofrénicos, bulimicos, otros con grandes problemas mentales y enfermedades de las cuales jamás había conocido. Todos eran medicados, incluso él.
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Venganza
FanfictionJames, Lars, Kirk, Cliff, Dave y Jason viven a unas casas de distancia. Yendo al mismo colegio, compartiendo tiempo juntos y experiencias. Pero éste último tiene serios problemas psicológicos. Algo que demorará años en sanar, y ni siquiera lo hará e...