Capítulo 18

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Transcurrieron un total de cuatro horas, James no había podido dormir en toda la tarde. Observaba hacia todos lados, padre? Él? imposible. Él no era padre, él no sería padre, observaba a Franchesca dormir bajo su brazo, aún era tiempo, podía abandonarle, dejarle a su suerte, ella luego vería qué podía hacer con el crío. Ya no era su responsabilidad si levantaba el culo y se marchaba. De todas formas, ella no sabía donde él vivía.

Sacó su brazo de debajo del cuerpo de la rubia y se levantó del roído colchón, dio una vuelta al apartamento mugroso, y se dispuso para marcharse. Ya no era su responsabilidad, ya no sería su responsabilidad, después de todo, él podía reivindicarse, ser una mejor persona, conseguir trabajo, comprarse condones y comenzar una nueva vida. Podría tener una nueva novia, que ella use anticonceptivos al igual que él y no habría mas niños. De hecho, si lo pensaba  mejor, no tocaría una vagina en su vida. 

Caminó hacia la puerta, puso sus manos sobre el pomo y se obligó a salir de ese apartamento. Adiós Franchesca, adiós para siempre, se dijo a sí mismo.


Corinne se llevó la tarde entera buscando departamentos a buen precio a otro lado de la ciudad. Ya no soportaba vivir con su suegra, pero no porque la mujer fuera pesada o muy rigurosa. Era que simplemente ya deseaba tener una casa propia, un lugar en donde vivir ella sola con su pareja, sentirse en la libertad de ordenar, limpiar y decorar la casa a gusto propio. Creía que el dinero que ganaba era el suficiente para pagarse algo y además sostenerse.

Pero luego pensaba en que Cliff ya entraría a estudiar a aquella universidad de la que tanto hablaba, y le daba cierto sentimiento de tristeza el obligarle a despojar su hogar en el cual vivió desde que nació.

Odiaba ese barrio, odiaba ese sector, siempre tan perfecto, no le parecía un lugar acogedor en lo absoluto y deseaba marcharse del lugar, y lo que más odiaba, es que no tenía motivos en concreto para odiarlo. Los vecinos le trataban bien, su suegra igual, era un lindo lugar, tenía incluso una cancha a un par de casas de diferencia, la habían arreglado hacía unas semanas y lucía un brillante pasto verde. Le parecía un lugar digno de una revista de algún condominio.

Finalmente se rindió, dejó su viejo celular sobre la mesa de la cocina y se dispuso a caminar hacia el baño para lavarse los dientes. La vida era demasiado complicada como para entender sus sentimientos en respuesta a su exterior. Llegó al trabajo a tiempo y su vida siguió al igual que siempre. Aunque su parte favorita era cuando llegaba a casa a la noche, encontraba a Cliff tirado en la cama, dispuesto a darle esa porción de amor que esperaba con ansias.

Se sonreía como una tonta, sintiendo la dulce sensación que le producía los besos y caricias de Cliff, y por qué no, esas incómodas sensaciones de tener que aguantarse los gemidos a media noche porque o si no su suegra oiría todo lo que hacían en su intimidad.

Cliff era un buen amante, deseaba hacer su vida junto a ese hombre, una familia, dos hijos, por qué no, un perro y un gato, una linda casa. Pequeña, pero acogedora. La casa de Cliff no era muy grande, tampoco pequeña, pero todas las casas del barrio estaban construidas bajo los mismos planos y eso le desalentaba un poco, quería algo más propio. Se alegraba profundamente de no vivir en casas pareadas.

Sentía que su vida era fácil de cierta forma. Pero se sentía sumamente preocupada cuando Cliff comenzaba con sus pesadillas nocturnas, esos espasmos incontrolables y ese quejido que daba eventualmente, el cual podía percibirse como un profundo y agudo dolor, la pelinegra temía por el bienestar de su pareja, pero sabía que no podía hacer mucho, por lo cual se limitaba a abrazar con fuerza su cuerpo mientras temblaba a media noche.

–Has estado muy estresado últimamente –comentó Corinne mientras freía unos huevos en la cocina

–No, la verdad que no –respondió Cliff tomando un plato y acomodándolo en la mesa

–No era una pregunta. Estás muy estresado –dijo tajante –¿el trabajo te tiene así?

–No, es muy relajado

Corinne ya lo sabía. Cliff no estaba estresado, no estaba cansado, no era un estímulo de su vida actual, sabía de qué se trataba, pero intentaba ser sutil a la hora de introducir el tema, aún lo sentía como un tabú, era algo que se hablaba muy a lo lejos, si es que no lo hablaron dos veces, y siempre incomodados.

–Cliff –fue más demandante esta vez –no soy tonta, sé que algo ha estado pasando, y estoy harta de tener que rogarte porque me expliques qué mierda es lo que tienes. No soy adivina, no tengo una puta bola de cristal para saber porqué ha estado pasando –Corinne detectaba cuando la cara de Cliff decía "estás loca, no sé de qué me hablas", por lo que inmediatamente se explicó –no me mires así, has estado temblando por las noches, gimes, te quejas o hasta lloras, a veces balbuceas por las noches... o es que me estás poniendo los cuernos mientras duermes, o los recuerdos, de tu-sabes-qué están entrando en tu cabeza

Cliff quiso reírse, sentía que la tensión que había respecto a ese tema se había esfumado, puta broma de mierda, le hacía gracia, pero no lo suficiente como para reírse, y la expresión de su novia le hacía no querer sonreír.

–Estoy habando en serio –dijo ella tras ver que una sonrisa juguetona se escapaba por los labios del más alto

–Sí, tienes razón, he tenido horribles pesadillas referente a esa mierda, no paro de pensar en ello, y cada vez que salgo a la calle, no puedo evitar mirar en dirección a su casa, lo mismo cuando vuelvo del trabajo, no puedo evitar mirar esa maldita casa, estoy hasta las pelotas de pensar en ello, el recuerdo no me deja tranquilo y tampoco dormir, ¿contenta?

–Mudémonos

–¿A dónde?

–A donde sea, pero mudémonos

Dejó caer un paño de cocina encima de la mesa en donde preparaban sus alimentos, dejó el huevo frito encima de su plato de arroz y se sentaron a comer, ambos estaban cansados de ese barrio, sea de una u otra forma.

VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora