Capítulo 25

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–Positivo, mierda –dijo Corinne sentada en su cama con el test de embarazo entre sus dedos.

Se paseó por su cuarto algo nerviosa, estaba furiosa, lanzó el aparato al piso, esperando que desapareciera de su vista, ¿cuántas semanas tendría?, definitivamente no quería saberlo. Cliff le obligaría a tenerlo, ella no lo quería, ¿qué iba a hacer ahora?

Se dio vueltas en su cuarto, se tomó de la cabeza y se dio un fuerte pero inofensivo golpe en el vientre, se arañó a través de la ropa, como si supiera que eso le haría entender a ese ser que estaba dentro suyo, que no le quería, que podía comenzar a descomponerse, que su sueño jamás sería tenerlo entre los brazos. Quería dedicar su vida a Cliff, a lo que llevaba construido con él, no quería que nada interrumpiera esa paz que reinaba en su vida.

Caminó rápidamente hacia su cartera, buscó dinero, tenía al menos doscientos mil pesos, no tenía más de seis semanas... encendió su celular y llamó a una de sus amigas, sabía que ellas le podrían dar alojamiento por al menos dos días, sabía que si le contaba su situación entenderían.

–¿Corinne? –dijo 

–¿Amber?, soy Corinne

–¡Corinne, tanto tiempo! –respondió algo asombrada, levantándose de la mesa, apenas había terminado de desayunar.

–Amber, necesito tu ayuda –dijo acomplejada, mordisqueándose el dedo pulgar, se hallaba demasiado nerviosa, jamás había pensado que haría algo como esto, pero sabía que era lo que necesitaba y deseaba.


Ordenó la casa de pies a cabeza para calmar su ansiedad, sabía que su amiga se estaría consiguiendo la tan anhelada tableta de pastillas. Ordenó un poco de ropa limpia, toallas higiénicas, alcohol gel (por si lo llegase a necesitar) y se quedó sentada en la sala de estar de su casa con el celular en mano, viendo la televisión sin mucho interés, esperando impaciente a que el mensaje llegara. Finalmente, y luego de dos horas, Amber le respondió:

Corinne aun no estaba lo suficientemente calmada como para dar ese paso tan importante, pensaba en Cliff ocasionalmente, pero no era algo que le impidiese cambiar de decisión

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Corinne aun no estaba lo suficientemente calmada como para dar ese paso tan importante, pensaba en Cliff ocasionalmente, pero no era algo que le impidiese cambiar de decisión. Lo amaba con su vida, sí que lo amaba, más que a nadie en el mundo, pero un hijo no era parte de sus planes, y lamentablemente no iba a dejar que eso ocurriese.

Pasaron al cabo de diez minutos en 

Observaba la conversación bastante ansiosa, no se sentía vieja, pero, ¿su cuerpo aguantaría un aborto?, ¿treinta años encima serían contraproducentes? Siguió masticando su dedo, estaba demasiado preocupada, esperaba que por fin su amiga le respondiera los mensajes.

Finalmente, y luego de diez minutos, vibró su celular.

Se debatió un par de minutos, ¿qué le iba a decir a Cliff?, ¿cómo se lo diría? una llamada sería lo adecuado, pero le temblaría demasiado la voz, y él sabía que ella no mostraba signos de preocupación a menos que fuera verdaderamente importante

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Se debatió un par de minutos, ¿qué le iba a decir a Cliff?, ¿cómo se lo diría? una llamada sería lo adecuado, pero le temblaría demasiado la voz, y él sabía que ella no mostraba signos de preocupación a menos que fuera verdaderamente importante. Finalmente optó por un simple mensaje:

Optó por eliminar ese mensaje, no sería capaz de decirle algo romántico a Cliff en esos momentos, se sentía demasiado vulnerable

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Optó por eliminar ese mensaje, no sería capaz de decirle algo romántico a Cliff en esos momentos, se sentía demasiado vulnerable.

Tomó su bolso con ropa y sus cosas y cerró con llave la casa y salió en dirección a casa de Amber, una chica de unos veinte y picos que había conocido en el trabajo. Por suerte, ambas no trabajaban el fin de semana, por lo que, podrían hacer todo el procedimiento sin interrupciones.

Corinne llegó a casa de la chica, entró a la sala de estar se sentó en el sillón, dejando su bolso en el piso, al lado de sus pies. Amber le sirvió una taza de té, y le acarició la espalda en silencio. Y las primeras palabras que Corinne soltó antes de romper en llanto fue:

–Cliff no me lo va a perdonar.

Amber, con el corazón acongojado, intentó consolar el llanto triste y doloroso de su amiga, pero las lágrimas eran demasiado espesas para secarlas con un pañuelo tan delgado, sabía que Corinne rasgaría parte de su corazón para siempre.

Se abrazaron en silencio. Corinne deseaba poder sentir el calor de su amado, su aroma, su voz grave y reconfortante, extrañaba incluso, esa desagradable sensación que tenía el besarle cuando no se había afeitado, extrañaba a ese hombre, quería que él le estuviese consolando y no su amiga.

–¿Estás lista? –preguntó al cabo de media hora, Corinne estaba destrozada.

La chica pálida de cabellos negros apenas asintió, los nervios le habían producido un fuerte mareo, se levantó de su lugar y fue donde guiada hasta el cuarto de visitas. Le hizo sentar en la cama y buscó rápidamente un camisón,

–¿Te sientes mejor? –Corinne asintió, tenía los ojos hinchados y la nariz enrojecida –Muy bien, desvístete.

Corinne se puso un camisón grande, de señora, se preguntaba que de quién sería, pero no estaba de ánimos para hacer ese tipo de preguntas inútiles. Amber puso sobre la mesa de luz una toalla, le dijo a Corinne que dejara su ropa interior al alcance. Al rato después comieron comida picante, pan con mucho pebre.  Amber le explicó el proceso del aborto, le dijo que sentiría muchísimo dolor, algo insoportable, que sangraría y saldrían muchos coágulos de su vagina y que el proceso podría demorar un par de horas, pero que ella estaría bien. Tendría que ir al hospital por algunas ecografías y, según no encontraran nada raro, podría irse a su casa. Nadie se daría cuenta, ni siquiera el doctor podría reconocer si hubo o no un aborto.

Amber no estaba segura de esto último, pero quería que Corinne se sintiera tranquila.

Luego de comer, Corinne se estiró boca arriba, puso cuatro patillas de Misoprostol bajo su lengua y al rato después se quedó dormida. Amber se fue del cuarto media hora después de ver a Corinne durmiendo y volvía cada tantos a ver como se encontraba. 

Aunque el cuerpo no fuese suyo, se sentía demasiado nerviosa, le temblaban las manos a medida que lavaba los platos. Quiso echarle la culpa al frío y al mal tiempo, pero el agua tibia no colaboraba en su placebo.


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