No harás travesuras

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Vegeta tomaba las manos de Bulma, la noche estrellada los rodeaba en el lago, el agua reflejaba la luna creciente y los árboles los envolvían en un abrazo como si quisieran guardar en secreto ese momento, era un claro en un inmenso bosque; apenas se escuchaban algunos grillos y el ruido del suave viento acariciando el agua del lago.

La fogata les regalaba el calor para no congelarse, el joven saiyan sentía salir su corazón pues nunca pensó que fuera capaz de tal confesión. Sería algo que no admitiría fácilmente y que quisiera no haber dicho nunca. Solo cerraba los ojos para esperar la respuesta de la chica.

—Vegeta...—Bulma estaba a punto de llorar, nunca le habían dicho algo tan bonito. —Siempre.— ella se acercaba a darle un beso tierno en los labios. Podían sentir su aliento cerca, uno del otro, respirando al mismo tiempo.

Se movieron los arbustos que se encontraban detrás de la pareja y salió de allí un gigante calvo.

—¡VEGETA!.— Gritó Nappa al ver aquella tierna escena, no lo podía creer, su muchacho semidesnudo y la humana con la camisa del príncipe y en medio de un lío que el saiyan jamás hubiera admitido de no haber sido descubierto.

A Nappa se le saltaban las venas de coraje, el príncipe estaba manchando el linaje real con una humana de bajo poder, deshonra para él como consejero, deshonra para el príncipe, deshonra para los saiyans, deshonra para todo mundo. Apretaba los puños y los dientes, quería regresar el tiempo para evitar lo que imaginaba que había pasado.

Vegeta se quedó mirando a Nappa, su cara reflejaba nerviosismo y gotas de sudor por su frente, Bulma por su lado era toda miedo, la actitud del gigante era atemorizante.

—hmp...N... ¡Nappa, exijo que te disculpes, no deberías espiar, eres muy mal educado!.—cruzaba los brazos y daba la espalda. Era la única manera que tenía para desviar los problemas, siendo autoritario y mandón.

—Creo que no es para tanto.—reía Bulma al ver la cara de enojo de Nappa y la actitud de Vegeta, para ella no era algo malo ni mucho menos.

—¡Vegeta!, no, no puede ser que manches el honor saiyan teniendo... haciendo... "eso" con una hembra de tan bajo poder. Imagínate si la embarazas, sería una humillación, un poder de pelea tan bajo.— Nappa trataba de hacer entender al príncipe sobre una relación con una humana.

Los muchachos se pusieron de todos colores y Bulma sobre todo se molestó, pues no podían decirse esas cosas de una señorita decente.

—¡Escúchame tu pelón, no hemos hecho nada de lo que tengamos que avergonzarnos y no te interesa lo que hagamos o dejemos de hacer!.—Gritaba la peli azul con postura de pelea poniéndose en frente de Nappa, demostrando así gran valentía aunque carecía de poder de batalla.

Vegeta no hacía ninguna mueca, se quedó serio mirando de reojo a su novia enfrentar al guerrero, a sabiendas de que de un solo movimiento la podría derribar y que no tenía ninguna oportunidad, aún con todas sus carencias físicas, la mujercita tenía agallas y además de parecerle divertido, era algo sumamente atractivo para los saiyan.

Nappa avanzó hasta Vegeta y se inclinó para decirle algo al oido.

—Ya se por que te gusta, pero ni creas que te dejaré meter la pata con ella. No harás travesuras muchacho.— y se dirigió a servirse un buen trozo de pescado.

—Hmp...— Vegeta solo pasó saliva. Y observó a su consejero, no había manera de negar nada, así que trató de conservar la calma.

El gigante se sentó en un tronco al lado contrario de los chicos y no les quitaba la vista de encima, ahora con el entrenamiento de detección de Ki y lo que había adquirido en la tierra, podía saber cualquier cambio en el estado del príncipe y su ubicación. Así que no hacía falta verlos, pero su mirada sobre ellos lo hacía sentir que hacía mejor su trabajo.

Un amor de verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora