¡Splash!

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El día estaba muy caluroso, se encontraban en pleno verano y todo lo que se antojaba era un buen chapuzón. Afortunadamente para los chicos, la casa de Bulma tenía una gran piscina.

Bulma seguía ideando un plan para hacer de su nuevo amigo un buen ciudadano. Apenas se acababa de enterar que su mejor amigo y el guapo regalo de Sheng Long eran alienígenas.

Pero, ¿cómo hacerlo? Apenas si lo conocía, no sabía muchas cosas de él, como su color favorito, ni su cumpleaños, ni su edad, tampoco sabía de sus padres ni de su planeta.

Todo esto lo pensaba mientras descansaba en uno de sus camastros en la piscina de su casa, tomaba el sol y hacía finta de leer un libro. Bajó el libro, miró al cielo y dió un profundo suspiro.

—Cielos, eres demasiado callado Vegeta, así ¿Cómo quieres que te ayude?.— Se preguntaba en voz alta la peli azul, no esperaba ser escuchada por nadie, según ella, se encontraba completamente sola en el jardín de su casa.

—¡No te estoy pidiendo nada!.—Una voz que se estaba comenzando a volver familiar causó que Bulma saltara de su lugar asustada por la intromisión del susodicho.

—¡¿Otra vez tú de chismoso?!, ¡¿Que no puedo tener privacidad?!.—se enojaba la chica, se estaba volviendo molesto, no podía hablar sola a gusto, como era su costumbre y es que la gente con coeficiente intelectual tan alto, tiende a ciertas manías, como hablar solo o resolver problemas en los sueños y despertar gritando ¡EUREKA!.

—Pues no hables sola mujer loca.— advirtió el jovencito mientras salía de la piscina. Para tener unos 13 a 15 años, el chico tenía muy buen cuerpo, no estaba aún tan musculoso, pero tenía los abdominales marcados así como los brazos. Se veía que trabajaba mucho en el gimnasio y su genética le ayudaba a tener un cuerpo que cualquier físico culturista envidiaría. Semejante ejemplar no pasó desapercibido para la fémina, quien lo mirada sin poder parpadear.

—¡Ya cierra la boca!, se te va a caer la baba.—le decía Vegeta a Bulma, logrando que se sonrojara inmediatamente. El príncipe sabía de lo que estaba hecho y aprovecharía para molestar a la mujer.

La chica se levantó del camastro y caminó coqueta hacia la palapa a por una bebida, el príncipe no pudo disimular, ella traía un hermoso bikini que dejaba ver su delgada pero curvilínea silueta. Para sus 16 se encontraba más desarrollada, logrando sonrojarlo. Sin querer había iniciado un juego con la terrícola.

—¿Qué no vienes? — Bulma lo invitaba haciendo gala de su espectacular figura. Se sabía hermosa y no iba a dejar que el saiyan ganara el asalto, en ese campo de batalla, ella contaba con un gran arsenal y lo aprovecharía. Bulma Briefs siempre ganaba. Vegeta la seguía como si estuviera hechizado y tomó una bebida junto a su nueva "amiga".

—Dime Vegeta, ¿Qué edad tienes?.— Preguntó curiosa, la verdad es que no le molestaban los chicos menores a ella, siempre y cuando fueran maduros, al menos un poco más de lo que era ella y aunque su desarrollo físico era mayor que el del resto de las chicas de su edad, seguía siendo una niña mimada y caprichosa.

—¿Yo? , 17, ¿Por qué?.— Se sorprendió a sí mismo, no entendía el motivo de la pregunta y tampoco el haber contestado, pudiendo evadir cualquier conversación con un "que te importa". Tal vez no era realmente gran cosa, o tal vez, quería una conversación con la mujercita.

—¡¿En serio?!, ¿Por qué te ves más joven?.— no pudo aguantar la pregunta, quedó Bulma muy extrañada, pero de inmediato la imagen de Goku le vino a la cabeza, su amigo casi tenía 15 años y se veía como un niño de 10.

—La infancia en los saiyan dura unos 15 años, de ahí pasamos a la adolescencia hasta más o menos los 30, que es cuando terminamos de crecer. Luego permanecemos igual hasta los 80, pero rara vez llegamos a viejos, normalmente morimos en batallas.—Decía con toda naturalidad el saiyan, la vida y la muerte estaban sobrevalorados en la tierra, para Vegeta el riesgo de muerte en batalla era muy real y en la base de Freezer, era una constante jugarse la vida cada día. Al que moría no se le veneraba, no se le extrañaba, solo se seguía adelante intentando sobrevivir. Llorar era para los débiles y un guerrero de clase alta no podría darse ese lujo.

Un amor de verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora