Capítulo XXIV

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Los días pasan y pasan, y conforme eso sucede, cada vez me siento más inseguro de mis acciones. Mi mente vacila cada vez que piensa en que para que todo esto termine tendré que perder a Elizabeth, y eso no es bueno, como príncipe y futuro Rey debo anteponer a mi Nación antes que cualquier cosa. Entonces ¿Por qué me cuesta tanto asimilarlo?  Y lo peor de todo es que sé la respuesta, y es Elizabeth, últimamente es mi respuesta para todo, mi mente no para de susurrar su nombre y evocar su imagen.

Desde que me consoló al ver ami madre, mi corazón late desbocado cada vez que la veo, como si hubiera desactivado mis mecanismos de defensa y derribado todas mis fortalezas. Debo dejar de pensar en ella y concentrarme en los más importante, mi Nación. En estos días en los que esperamos los resultados de la apelación a la corte internacional, hemos tenido reuniones con las grandes familias de Condell, con el fin de esclarecer todo este enredado asunto. Todo en compañía de la otra pareja involucrada y un buen equipo de seguridad. 

-Marcus -Oigo llamar a Elizabeth - Llegamos.

Abro la puerta de mi lado y me giro extendiendo mi mano para ayudar a Elizabeth a bajar, mas mi sorpresa nace cuando veo que Antoine me roba la idea y la ayuda a bajar del otro lado, una vez bajo el auto Elizabeth no suelta el brazo de mi hermano, es más, caminan pasando por sobre mi sin soltarse. 

-Nos han dejado atrás eh - Marinette sujeta mis brazo y comenzamos a caminar detrás de mi hermano y Elizabeth- 

-Así veo -Respondo quedo- 

-Y yo veo por la expresión de tu rostro que no te agrada mucho. 

-Nada que no pueda manejar. 

-Pues te envido, yo no puedo. En cualquier momento voy a perder los estribos. 

Entorno mis ojos hacía Marinette quien sigue clavando su mirada, o más bien cuchillas, en la pareja de adelante. De pronto lo comprendí, sus ojos no contenían odios, sino celos y frustración. 

-Y pensar que debo perder al hombre que amo por una maldita corona y casarme con...contigo.

-Auch

-Lo siento, sin ofender. 

-No hay cuidado.

Las imperiosas puertas de la mansión de los Condes Roulua son abiertas por los empleados. Los Condes, una pareja de ancianos sofisticados y alegres, nos dan la bienvenida personalmente y nos hacen pasar. La velada marcha rápido entre el té en la sala de estar seguido de una magnífica cena tradicional. Casi al final de la noche nos reunimos en un cuarto recreativo a beber y jugar cartas. Los Condes no dejaron de expresar en toda la noche su apoyo incondicional  sobre el asunto de la Corona, cada vez son más las familias de nuestro lado, pero cada vez son más mis dudas. 

-¡Oh querida! si eres preciosa -La Condesa Roulua alaga a Elizabeth- Y me alegra ver que te lleves tan bien con Antoine, es un buen muchacho, será un gran Rey y un muy buen Padre. 

-COF COF COF 

-Cielos, Marcus. ¿Estás bien? 

-Sí, sí. Lo siento, solo me atoré con la bebida. -*Por lo que usted dijo*-

-No deberías beber tan aprisa, la noche es larga. De hecho, por qué no mejor van a recorrer la galería de arte familiar, Marcus y Antoine, encontrarán los cuadros de su difunto primo, mi amado hijo. 

-Por supuesto que iremos tía. Responde mi hermano poniéndose de pie- Elizabeth querida ¿Me harías el honor? 

-No tienes ni que preguntar -Responde ella aceptando su brazo- 

¿Querida? ¿Que demonios es eso de "Querida"? Con qué derecho la llama así. Dios mío, calma Marcus, calma. No sé en que momento se hicieron tan cercanos pero, es lo que corresponde, que empiecen a afianzar su relación antes de casarse es buena señal.

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