Capítulo 19

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Cambio de planes

Christian y Edward arribaron al Luna Park Café a eso de las nueve de la mañana. Un lugar acogedor en Avalon, retro y nostálgico que evoca los años 50, rindiéndole homenaje al famoso parque de atracciones que adornaba el oeste de Seattle hace más de un siglo.

El dueño del restaurante saludó cordialmente a Christian, invitándole a tomas su habitual mesa, lo que le dio a entender a Edward que el magnate solía ser un hombre de hábitos, lo que por supuesto era contraproducente para él, ya que era blanco fácil para que Victoria lo atrapase con facilidad, en cualquiera de los lugares que él solía frecuentar.

—Un par de capuchinos, por favor. —Ordenó Christian, consiguiendo que el diligente hombre saliera a paso acelerado hasta la cocina, exigiendo dos capuchinos, mientras ambos hombres intentaban ponerse lo más cómodo posibles, pero la tensión entre ellos se podía cortar con una filosa hoja de acero, siendo Christian en dar el primero paso para comenzar la tan postergara conversación—. No he dormido muy bien que digamos... ¿sabes?

Acotó, justo cuando el caballero regresó con los capuchinos, colocando uno frente a Christian y él otro junto a Edward, quien agradeció la amabilidad del caballero, revolviendo vigorosamente el espumante líquido caliente, para integrar la crema con el café, mirando a todos lados, un poco paranoico.

—No fuiste el único, Christian. —Edward supo que aquello era jugar sucio, ya que aunque por más que lo intentara el jamás dormía, pretendiendo demostrarle al magnate, que no era el único intranquilo ante aquel asunto.

—Y lo entiendo, Edward... —Suspiró, revolviendo de igual modo el capuchino, integrando todo en el interior de la lujosa taza—. No sé en qué estaba pensando cuando lo hice, pensé que tú te opondrías y... —El chico levantó la mirada en un gesto de total incredulidad.

—¿Perdón?... ¿Me estás culpando de lo que pasó porque no me opuse a ello?... —Christian negó con la cabeza—. Esto es el colmo. —Acotó Edward de muy mal humor, mientras se dejaba escuchar la campanilla de la puerta, aquella que anunciaba el arribo de un nuevo cliente.

—No, no te estoy culpando... simplemente quise demostrarte que cuando me retan, suelo ser bastante competitivo.

—¡Oh bueno!... eso es un alivio. —Alegó Edward—. Si eso fue un beso competitivo pues de seguro no tiene validez alguna para ti... ¿cierto? —Quiso saber el apuesto vampiro, justo cuando uno de los meseros se acercó a ellos, preguntándoles que ordenarían, retrasando la respuesta de Christian.

—Tráiganos la especialidad del día a ambos... ¡Por favor! —Soltó, tratando de librarse del molesto hombre, quien tropezó con el recién llegado cliente; un hombre de barba poblada, con demasiada ropa encima y un sombrero que no encajaba con todo lo demás, disculpándose con el empleado, agachándose muy cerca de la mesa, para intentar recoger lo que se le había caído al mesero, mientras Edward percibió unos pensamientos que llamaron su atención por completo.

"¡Vaya!... no sabía que uno de los hijos de Carlisle, tuviese gustos diversos" Miró a todos lados, mientras que el mesero y el desaliñado hombre, lidiaban con el enredo entre lo que se le había caído al muchacho y lo que le pertenecía al caballero, el cual se disculpó con el empleado, apartándose al fin de la mesa de Edward y de Christian, el cual estaba a punto de perder los estribos ante el incómodo y molesto predicamento.

—En un momento le traigo su orden, señor Grey. —prometió el muchacho, mirando a Christian.

"Por mi puedes tardarte todo lo que te dé la gana, impertinente" Pensó el molesto hombre, percatándose de cómo Edward parecía estar buscando algo o a alguien con la mirada, exigiéndole a continuación—. Deja la paranoia, Edward... creo que con lo que hizo hoy, Victoria... es más que suficiente, no creo que sea tan estúpida como para intentar hacerme daño dos veces en un día, esperará a que bajemos las defensas para atacar de nuevo. —En cierto modo, Christian tenía razón, y aunque no era a Victoria a quien el vampiro buscaba, comentó sin dejar de escudriñar en las mente de cada persona que le pareciera sospechosa, en busca del dueño de aquellos impropios y delatores pensamientos.

50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora